Navegantes antiguos tenían una frase gloriosa:
“Navegar es preciso; vivir no es preciso.”
Quiero para mí el espíritu de esta frase,
transformada la forma para casarla con lo que yo soy;
vivir no es necesario; lo que es necesario es crear.
Fernando Pessoa
Don Mario al timón, va atento a Panguita, su ayudante, que observa el agua para evitar los bancos de arena mientras salimos a mar abierto. Panguita señala con la mano la dirección a seguir, es nuestro vigía, un hombre cayado y contemplativo, lleva una gorra con un emblema: “World is yours, Universe is mine”. Doña Virginia, la esposa de Don Mario contempla el manglar y se sostiene el sombrero bajo una luz cinematográfica, una escena ideal para los lienzos de Joaquín Sorolla. Vamos a bordo de un velero de 25 pies asombrados por la sensación de desapego con la realidad, el viento es suave, observamos Puntarenas desde un ángulo hasta entonces desconocido. Algo parece envolvernos como en un déjà vu que no termina, y la voz de Don Mario comienza a refractar sobre el espejismo de nuestra conversación, sus palabras logran que el tiempo además se dilate con saltos cronológicos sobre un océano de historias. En la oscilación del velero nos recostamos a los asientos de madera, creyendo nuevamente en que la esperanza es ser conducidos por el viento, no por nuestras circunstancias, sino hacia un destino que nos es dado, una meta, un propósito
A Don Mario Feoli se le conoce primordialmente por su trabajo junto a “Matilde” la primera computadora que hubo la Universidad de Costa Rica. Además de haber escrito un libro acerca de ella también ha formado parte de la difusión de todo lo que significó ser los precursores de la era digital costarricense. Hay algo en todo esto, una relación intrínseca que parece explicarnos por qué se le llama navegar al acto de indagar en internet, de pronto nos damos cuenta que nada es coincidencia, el velero se llama Matilde como la computadora. Don Mario en su modestia se ha guardado muy bien algunos rasgos que le posicionan en un lugar de privilegio dentro del quehacer humano, cultural y científico nacional. Él además baila tango, es homeópata, ingeniero, constructor, catedrático; ha viajado mucho y conocido lugares remotos, pero también es poseedor de una invaluable relación con la perseverancia y la disciplina. El velero en el que navegamos fue construido por él a lo largo de 25 años, en la cochera de su casa, así como Dell, Microsoft, Apple, Google, Amazon y Harley Davidson una vez más la cochera se convierte en el cubo misterioso donde surgen proyectos sobresalientes.
Cuando nos situamos ante la magnitud de la avalancha que se lleva por delante los valores humanos más primordiales son los visionarios quienes nos despiertan y nos muestran cómo enfrentar la derrota que pesa sobre las espaldas de las generaciones más recientes, pues su enseñanza actúa a través del contraste, poniendo en orden nuevamente el rigor con que los procesos determinan el progreso de la inteligencia y por ende de las naciones. En las distancias que separan las distintas épocas históricas y en las diversas manifestaciones del arte y la ciencia, la producción de un tipo de conocimiento elevado ha venido a contrarrestar las banalidades de sociedades decadentes, por eso es en el espíritu individual de aquellos que encontraron el valor para expresarse a través de su talento donde hayamos las pruebas del poder del trabajo y la imaginación al servicio de las ideas. Cada cosa que pueda llamarse significativa en este planeta tuvo que ser objeto de burlas, críticas e insultos. Redimirse es el papel central de los visionarios.
El ingenio y la determinación humana han estado pulsando sobre lo inmaterial desde los remotos artilugios de los homínidos, el impulso siempre a proa, pujante y convulso, contiene el total de los descubrimientos y las invenciones como vestigios que nos recuerdan el valor y la dignidad con que los oficios llegan a prevalecer. Es en la contemplación de historias de vida que han pasado desapercibidas donde nos topamos con todo aquello que damos por sentado. Podríamos decir entonces, que un individuo es capaz de redimir a través de sus alcances la frivolidad de países completos, tal es el poderío que adquiere al consagrar su tiempo a proyectos que enaltecen desde el privilegio que da lo ejemplar. Don Mario, ya sea adrede o de forma intuitiva logró construir un monumento a lo ejemplar, su velero más que un navío es una escultura poética que bien podría denominarse como un acto heroico.
Las velas abombadas se tensan llevando el velero en dirección al sol, los reflejos sobre el mar llegan hasta el metal de las barandas con destellos más puros que el interior de la luz. Mientras Don Mario y su esposa caminan sobre cubierta intercambian los espacios bajo sus pies con el mismo equilibrio que cuando bailan tango. La vida tiene cuerdas y aparejos, brújula y ancla, un sonar y un nombre que brilla bajo el barniz en la popa; somos veleros que gravitan en la inmensidad de un océano donde destellan los días como sí ya nos hicieran falta, almirantes que observan el horizonte como quién intenta reconocer su propio destino, lo que Hemingway llamó: nostalgia del futuro.
Sus pies se rozan apenas cuando el bandoneón se mezcla con las gaviotas que sobrevuelan las aguas, y el baile deja como en reflejos sobre el mar sus movimientos circulares, en el vaivén del oleaje el orbe se duplica como un eco que trae desde el pasado lo que será el futuro, todo se conjuga y se alinea en un baile donde navegamos absortos en aquello que se va terminando para acercarnos al horizonte, una muestra de respeto en la contemplación de lo que creemos perenne, siempre en el ensayo fugaz que nos mantiene aferrados a prácticas que suman en valor y en importancia. El bandoneón vino desde Alemania en barco sobre el Océano Atlántico, su gemido también congregaba a las ballenas barbadas que emigraban, todo se conjuga como lo hacen también los elementos en el devenir existencial.
Panguita ya no señala la vía marítima, el camino es seguro, se sienta a contemplar el movimiento de la inmensidad. Por un momento soy parte de su reflexión y mis pensamientos se inflaman como las velas. Algo se ha desintegrado en la psiquis de quienes esperan que gurús mediáticos les den la solución a sus laberintos existenciales, como si fueran guías que les ayudarán a evitar los bancos de arena. En el velero todo está tranquilo, pero alrededor estamos ante el mayor grito colectivo de ayuda en la historia humana, las multitudes buscan respuestas y en la presión social se precipitan unos sobres otros como si todo se tratara de una competencia. La perseverancia hoy es la antítesis de la ansiedad con la que la inmediatez de la información digital ha dotado a las generaciones más jóvenes. Los efectos colaterales vienen en torbellino y lo podemos corroborar en las estadísticas: millones de suicidios, sociedades completas que trabajan como esclavos solo para pagar deudas, depresión, estrés, confusión y soledad. Los impulsadores, entrenadores, coaching motivacionales, bestsellers de autoayuda y charlas emotivas se convierten en semidioses que guían a las multitudes con estrategias sentimentalistas en escenografías para oradores con saco y corbata sobre salones de hoteles alfombrados. En busca de respuestas obvian el entorno en que crecieron, les da igual las historias de sus abuelos, de sus vecinos, de sus maestros y profesores, no observan en su entorno la prueba de que hay que encallar sin brújula para entender quiénes son y hacia dónde van, perseverar para encontrarse a sí mismos. World is yours, Universe is mine.
Regresamos al atardecer, antes que la marea bajara. Ya amarrados al muelle comimos sándwiches y bebimos refrescos en una mesita junto al timón. Las cuerdas golpeaban con suavidad el mástil, las gaviotas se elevaban con su silbido y el agua apenas se oía como un murmullo de cangrejos bajo el casco. Honramos una vida dedicada al amor, honramos el trabajo arduo, el compromiso con los procesos, la entrega determinada hacia objetivos claros, y nos comprometimos a contar esta historia de tal forma que llegara a los ojos de aquellos que se han perdido como avatares de sus propios cuerpos en la masa de subordinación y sueños ensamblados, esta es la tarea a la que nos hemos entregado inspirados por Don Mario y su esposa y que continuará con nuestros siguientes artículos.
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