Trump sin duda alguna prepara una intervención militar. Recordemos que el presidente Abel Pacheco incluyó a Costa Rica en la coalición que Estados Unidos integró para la guerra contra Irak. Esto ocurrió en el mes de marzo del año 2003.

Renegó el mandatario de la tradicional política exterior costarricense fundamentada en la promoción de la paz y en la búsqueda del diálogo y las salidas negociadas de los conflictos. Otros principios de política exterior como el de no injerencia en los asuntos internos de otros países, la neutralidad perpetua, activa y no armada, y el respeto a la autodeterminación de los pueblos, fueron violentados al apoyar las acciones bélicas contra Irak.

La Sala Constitucional le enmendó la plana al presidente Pacheco en setiembre de 2004 anulando los acuerdos del Poder Ejecutivo relacionados con el conflicto bélico contra Irak, y ordenó que se hicieran gestiones ante Estados Unidos para que se excluyera a Costa Rica de la coalición guerrerista. Recordaron los magistrados en aquella sentencia que los costarricenses “decidimos que cualquier costo que debamos correr para luchar por la paz, siempre será menor que los costos irreparables de la guerra”. Y consideraron que no solo se violentaba la Constitución Política sino también a los instrumentos de derecho internacional aceptados por Costa Rica.

El ridículo de don Abel y su Cancillería fue aún más evidente cuando se llegó a saber que el régimen de Irak no tenía las “armas de destrucción masiva” que justificaron la invasión de los Estados Unidos. Y terminó siendo objeto de burla inmortalizada en el Festival de Cannes, cuando Michael Moore presentó su documental Fahrenheit 9/11. Traemos a la memoria este capítulo vergonzoso de la diplomacia costarricense porque parece que la historia se repite. La crisis de Venezuela se está enfrentando con abandono de los principios de la política exterior costarricense para colocarse detrás de los tambores de guerra del presidente de los Estados Unidos.

El presidente Carlos Alvarado se convierte en embajador itinerante de Donald Trump y de Elliot Abrams (condenado por el “Irangate” y acusado del encubrimiento de decenas de asesinatos en Centroamérica como los de Oscar Arnulfo Romero y los sacerdotes jesuitas y otras violaciones a los derechos humanos en El Salvador). El señor Alvarado se va a promover la guerra abandonando un país con 1.142.000 personas sobreviviendo en la pobreza (20% de las familias) y 293 mil personas en el desempleo (12% de la fuerza laboral); con comedores escolares sin alimentos, con comunidades donde hace falta el agua potable y con un sistema de seguridad social en serio riesgo. Todavía hay tiempo.

El presidente Alvarado debe reflexionar Costa Rica y el Poder Ejecutivo debe rectificar y volver a los fundamentos de la política exterior costarricense; desde su neutralidad promover el diálogo, buscar espacio para las negociaciones y una salida pacífica del conflicto construida por los propios venezolanos hoy enfrentados. No es cierto que la vía del diálogo y las negociaciones está agotada y sólo exista la opción de la guerra.

Siempre hay una oportunidad para la paz. Se puede empezar por honrar la Proclama de la América Latina y el Caribe como Zona de Paz de la Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe (CELAC). Se debe ayudar al esfuerzo de las Naciones Unidas y el Mecanismo de Montevideo, las de México y los países del Caribe y cualquier otra que surja para detener una intervención militar que se sabe cuándo se inicia pero nunca cómo y cuándo termina.

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