Son las siete de la madrugada y con el perdón de quienes madrugan estoy tomando café con la ahora ex Defensora de los Habitantes, Monserrat Solano Carboni. Ella también me confiesa que lo de madrugar no es lo suyo.

Solano Carboni es periodista con especialidad en Derechos Humanos. Luego de haber trabajado para medios de comunicación locales ocupó puestos en organizaciones internacionales vinculadas al trabajo por los Derechos Humanos hasta que decidió regresar a Costa Rica para, como ella misma dice, servir a su país. Su paso por la Defensoría de los Habitantes deja tras de sí estelas de mejoría y oposición.

El 16 de febrero pasado los titulares noticiosos fueron acaparados por la renuncia de Monserrat, quien en las encuestas sociopolíticas del Centro de Investigación y Estudios Políticos, de la UCR, fue señalada como una de las personalidades políticas mejor calificadas del 2016. Ella junto a Ana Helena Chacón obtuvieron la misma puntuación.

Durante su mandato la Defensoría de los Habitantes logró la acreditación tipo A de la Coordinación de la Alianza Global de Instituciones Nacionales de Derechos Humanos (GANHRI), la cual corresponde a uno de los estándares para cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS), de Naciones Unidas.

Pero, como toda sopa tiene un pelo, a lo interno de la institución algunas personas quedaron insatisfechas tras establecerse concursos abiertos para optar por plazas dentro de la Defensoría. El Sindicato de Funcionarios y Funcionarias de la Defensoría de los Habitantes (Sidef) demandó a Monserrat por la implementación de la reforma al Estatuto de Selección, Ascensos y Nombramientos. Según el sindicato, esta reforma atenta contra la carrera administrativa de quienes llevan años trabajando dentro de la Institución, pues permite que personas que nunca han trabajado en la Defensoría postulen sus atestados para ocupar un puesto.

No obstante Monserrat dice que la medida lo único que pretende es permitir la independencia de la institución. “La gente debe saber que quienes entraron durante mi gestión no le deben el puesto a nadie”, me dice. De la independencia de la Defensoría de los Habitantes y de cómo cree ella que debe avanzar la sociedad costarricense en Derechos Humanos conversamos antes de que nuevamente fuera a ocupar un puesto lejos de nuestras fronteras. Previo al inicio, recordemos el artículo 1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos:

Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.

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“Desde la Corte Interamericana de Derechos Humanos trabajé temas de libertad de expresión, y desde la Corte Penal Internacional trabajé con víctimas de crímenes de lesa humanidad, porque claro, los Derechos Humanos se entienden desde el punto de vista de las víctimas, no desde el punto de vista del Poder, de otra forma lo que se estaría haciendo es Ciencia Política.”

¿Cómo llegó a trabajar en esas cortes?

—  Aplicando. Yo no uso “patas”, ese no es mi estilo. Apliqué y bueno, en ocasiones me llamaron y en ocasiones no me llamaron. Por ejemplo, siempre quise trabajar en el Comité Internacional de la Cruz Roja y nunca sucedió, pero siempre he aplicado a todos mis puestos. Por eso yo creo en los concursos, me parece que es la manera más justa de conseguir un empleo.

Hablemos del tema los concursos públicos. Algunos funcionarios manifestaron que usted implementó un procedimiento para nombrar personas ajenas a la Institución. En el entendido de los “afectados”, las personas nuevas “restan” posibilidades a personas con trayectoria, ¿es eso así?

— No es cierto. Todo lo contrario. Precisamente lo que se eliminó del estatuto fue la posibilidad de nombrar a dedo. Antes el Defensor o Defensora decidía según el estatuto, con o sin concurso, a cualquier persona; y eso de que yo llevé a personas de fuera de la Defensoría sin concurso es falso, excepto las plazas de confianza, que en todas las instituciones hay y que en la Defensoría son tres: la secretaria, el director de despacho y un asistente.”

¿Cree usted que entonces la modificaciòn al estatuto fue lo que género oposición dentro de la Defensoría?

—  A ver... yo creo que no. Creo que fue más bien un tema de manipulación de algunas personas que pudieron haber estado descontentas con la disposición de los concursos. Por ejemplo, hubo gente del sindicato que no sabía que a mí me habían demandado personalmente y no estuvieron de acuerdo.

Además, a un sistema que no quiere una Defensoría independiente no le conviene un mecanismo en el que la gente se nombre por idoneidad. El sistema anterior permitía o abría una ventana para, y con esto hay que tener mucho cuidado, intercambiar plazas de la Defensoría por votos en la Asamblea Legislativa... no digo que se de... hay rumores de que se da… pero yo al menos no hago ninguna acusación porque no tengo pruebas de que así se haya dado, pero de que el sistema anterior permitía esto, sí lo permitía. Ahora se cerró una ventana importante.

Tan linda era Costa Rica…

Hace algunos días trascendió una frase que usted dijo a un medio de comunicación: “este país es muchísimo más homófobo, machista, xenófobo y racista de lo que pensé”. Yo más bien le pregunto ¿por qué pensó que Costa Rica era una sociedad tolerante?

— Vamos a ver, yo creo que todas las mujeres que hemos crecido en este país, sabemos que es una sociedad machista. Sin embargo, cuando una está tanto tiempo fuera de Costa Rica como que la idealiza, y al menos en ese sentido, yo sí pensaba que Costa Rica era menos racista de lo que es y también mucho menos homofóbico.

Pero creo que esto no es un descubrimiento únicamente mío, mucha gente se ha sorprendido también. Ahora, esto no es algo que surgió en el último mes, esto viene desde hace mucho tiempo. Tampoco es que yo era una gran ilusa que pensaba que todo estaba bien, por eso cuando presenté mi eje de trabajo a la Asamblea Legislativa, el combate a la discriminación fue uno de los enfoques principales.

¿Cómo trabajaron para que ese primer enfoque tenga un impacto real en la sociedad? Digo porque esto, pareciera, es un asunto cultural...

— Creo que lo primero es reconocer el problema, y ese justamente es uno de los grandes desafíos de este país. No reconocemos los problemas que tenemos. Somos racistas y homofóbicos. Nos creemos muy “pura vida e igualiticos” todos porque ese es el imaginario colectivo que nos enseñan desde la escuela, que en este país todos somos “blanquitos y de clase media”. Y lo cierto es que no lo somos. Nunca lo hemos sido, quizás antes más que ahora, en un sentido social pero ya no lo somos.

Entonces, en este contexto, poner el tema sobre la mesa ya de por sí es complicado. Cuando empezamos a hablar de racismo, yo no sé si usted se acuerda de la época en que nosotros pusimos el tema de Cocorí, fue sumamente duro... bueno lo que está pasando ahora con la población LGTBI es lo que pasó en el 2015 con la población afrodescendiente.

Aunque sea duro poner estos estos sobre la mesa no podemos seguir bajo la ilusión de que todo está bien porque no es cierto. No todo está bien.

¿Cuál fue el segundo enfoque de trabajo?

— El otro enfoque estaba basado en Derechos Humanos, es decir, los Derechos Humanos no es solo citar convenciones o artículos de la carta Universal de Derechos Humanos. Lamentablemente mucha gente lo asume así, pero el enfoque basado en Derechos Humanos es una técnica ya bastante vieja, de casi 13 años, que busca empoderar al ciudadano y hacerle consciente de que es sujeto de derechos y no un beneficiario del Estado.

Monserrat hace una pausa para enfatizar en que la ciudadanía debe entender que el Estado no hace favores, el Estado hace cumplir derechos. Sonia Solís, profesora de la Escuela de Trabajo Social de la UCR, dice que el enfoque basado en Derechos Humanos (EBDH) reconoce la ciudadanía como un derecho de todas las personas, independientemente de su sexo, nacionalidad, edad, etnia, condición social y opción sexual; y es deber del Estado proteger y garantizar el cumplimiento de este derecho.

La ex Defensora añade que durante su gestión particularmente se basaron en 5 principios: participación, acceso a la información, rendición de cuentas, transparencia y no discriminación.

“También trabajamos en el control de legalidad de convencionalidad, porque se debe asegurar que la acción del Estado es acorde con el Estado de derecho, es decir, un Estado que tiene ciertas reglas que se cumplen de manera igualitaria para todos”.

¿Saben los costarricenses cuáles son sus derechos?

— La gente tiene cierta noción de que es digna y que tiene algunos derechos, pero respecto a su relación con el Estado las personas siguen sintiendo que les están haciendo un favor y eso es algo que tiene que cambiar.

Por otro lado, la gente se indigna con el tema de corrupción, y eso está bien, hay que indignarse, pero la corrupción empieza en espacios muy pequeños. Por ejemplo, la persona que le dice a la otra “ah mira yo conozco a un fulano en la municipalidad yo le digo que te ayude”, porque entonces empezamos a generar una diferencia en cómo el Estado trata a la personas que conocen gente y tienen patas y a las personas que no tienen patas.

Esto (“de las ayuditas”) se da mucho y la gente espera que porque conoce a fulanito o sutanita va a tener un mejor trato en esta o en aquella institución pública, o se le van a hacer las cosas más fáciles, y lo cierto es que el Estado tiene que hacer las cosas más fáciles a todos por igual.

¿Por qué cree que los costarricenses piensan que el Estado le hace favores en lugar de pensar que les cumple sus derechos?

— Aquí tenemos otro tipo de problema y es el que generan parte de los mismos empleados públicos, quienes creen que su posición les da una cuota de poder para incidir sobre algunas acciones que, de alguna u otra manera, afectan positiva o negativamente a un ciudadano, pero lo que la gente debe tener claro es que el poder no es del funcionario, el poder es del ciudadano. 

Entre pregunta y pregunta Monserrat terminó de tomar su taza de café. Aún es más temprano de las ocho de la mañana, es decir, nadie quiere estar desde tan temprano involucrado en una conversación tan existencial. ¿Tienen las sociedades del mundo, incluida la nuestra, salvación alguna respecto al declive por los Derechos Humanos? La verdad es que esa respuesta no la tenemos, lo que sí tenemos es un un país que teme hablar el tema.

— En Costa Rica hemos convertido a los Derechos Humanos un tema tabú. Entonces “no son un problema”, según dijo una diputada hoy -oíme esto Marta Arauz-. Hablar poco de estos problemas, que son reales -dice vehementemente- es la mejor manera de mantener a un pueblo poco empoderado de sus derechos.

¿Cree usted que esto ha sucedido porque de alguna forma se ha malentendido el tema de Derechos Humanos en términos de minorías sexualmente diversas?

— Yo creo que esto viene desde mucho antes. Esto más bien es consecuencia de que Costa Rica no tiene educación en Derechos Humanos, y le hago una pregunta usted ¿cuántos cursos de Derechos Humanos ha recibido hasta ahora?

— Ninguno, nunca.

— Ok, eso es un problema. Porque si esto es un problema para una periodista, lo mismo sufre el ingeniero y el médico. Este problema inicia desde las escuelas y colegios, es decir, no hay educación en Derechos Humanos, y si hay es poquísima, de manera tal que manipular el discurso es muy fácil...

Pero, en este mismo sentido no se puede negar que la gente cree que el tema de Derechos Humanos es únicamente el tema de población sexualmente diversa, y la sociedad civil tampoco ayuda. Tenemos una sociedad civil completamente desagregada, la gente que trabaja por los derechos de los afrodescendientes no se levanta por los derechos de las personas con alguna discapacidad, etc.

Entonces volviendo a su pregunta creo que sí se ha generado esta idea de que el tema de Derechos Humanos está únicamente relacionado con diversidad sexual y por eso creo que además ha polarizado muchísimo la discusión. No digo que el tema de diversidad sexual no sea importante porque es importantísimo y hay que tratarlo en sus particularidades, pero no es el único tema de Derechos Humanos que tenemos que atender, y en eso hemos fallado como comunidad de Derechos Humanos.

Con mi atención captada y mi aguadulce medio fría, escucho a Monserrat hablar sobre la situación de los DD.HH en el contexto internacional. Está complicadísimo en todo el mundo, no solo aquí. Tal vez en otros sitios no sea por las diversidades sexuales, pero lo es para las poblaciones migrantes o poblaciones con alguna discapacidad, reflexiona ella.

La exdefensora logró compartir conmigo su visión de problematizar desde los Derechos Humanos múltiples situaciones que a diario tomamos como “normales”, pero que simplemente son inaceptables. Por ejemplo, los servicios de salud, me decía ella que por un lado tenemos un equipo médico extraordinario, como el que operó a los siameses hace un par de semanas y por el otro lado tenemos un sistema de salud atiborrado de pacientes en listas de espera.

“La Caja Costarricense del Seguro Social (CCSS) sigue viendo los pacientes como beneficiarios y no como sujetos de derechos y el problema empieza aquí -señala la Facultad de Medicina-. Yo envié una carta a los rectores diciéndoles que las universidades tienen una obligación en cuanto a la formación de Derechos Humanos y que por favor nos hicieran saber qué están haciendo al respecto para llenar estos vacíos.

La Caja no tiene, en su legislación, postulados o normativa, temas de Derechos Humanos, entonces con el paciente pueden hacer lo que quieran porque no lo consideran un sujeto de derecho. Pueden dejar a un paciente dos semanas sentado en una silla y nadie se cuestiona si a esa persona le están violentando un derecho o múltiples derechos”.

Una vez que apagué mi grabadora y cerré mi libreta, nos fuimos caminando a la Plaza de la Libertad de Expresión, en la UCR, para tomarle algunas fotos e ilustrar la entrevista. Mientras llegábamos, continuamos hablando un poco sobre la única pregunta que me quedaba sin contestar en la cabeza.

Monserrat, ¿usted está satisfecha con el trabajo que hizo en la Defensoría?

— Sí, es decir, siempre se pueden hacer mejor las cosas, pero sí.

¿Por qué cree entonces que resltaron más sus conflictos a lo interno de la Defensoría, que sus logros?

— Al tico le encanta el escarnio público.

“Al tico le encanta el escarnio público”. Esta frase sigue retumbando en mi cabeza hasta el preciso momento en que usted sigue leyendo esto. Nuestro país es y ha sido un referente para América Latina en el reconocimiento de los Derechos Humanos, sin embargo los avances no deben cegarnos o detenernos en el trabajo que sigue estando pendiente. Hay conversaciones que deben darse. Históricamente a parte de estar en deuda con las poblaciones que ya mencionó Monserrat, también lo estamos con pueblos indígenas, minorías con ETS y con el 20% de la población nacional que vive en pobreza, entre otras.

Muy en lo personal, creo que tenemos una urgencia imperativa por reconocer nuestros problemas sociales. Reconocer que somos analfabetos en Derechos Humanos nos hará dar el paso necesario para empezar a corregir.