El Incofer ha divulgado su intención de abrir un proceso licitatorio para la implementación de un Tren Rápido de Pasajeros (TRP). Este es un esfuerzo que merece toda nuestra atención, sobre todo cuando se hace a sólo unos meses del cambio de Gobierno y recibimos información distinta según sea quien consulta.

La situación del sistema de transporte público debe resolverse de manera inmediata. El sistema actual de trenes tiene una antigüedad que no hace posible continuar operándolo sin altos riesgos como descarrilamientos debido al desgaste de las vías. Hay zonas donde la curvatura de ingreso y salida de las líneas y su elevación en puentes, resultan realmente inseguras. Agregamos a esto el costo del pasaje para un trayecto relativamente corto, el cual no ha resultado atractivo para los potenciales clientes. El sistema es obsoleto y el mantenimiento de las máquinas y líneas antiguas es muy caro, por tanto, lo que ingresa no alcanza para dar el mantenimiento a las vías y a los trenes.

Además, el TRP del Incofer no resuelve ni resolverá el verdadero problema de congestionamiento vial que aqueja al Área Metropolitana ¿de qué nos sirve tener un sistema que nos lleva de un punto al otro con cierta rapidez, si quedamos varados a lo interno de un verdadero caos? La infraestructura del TRP es densa, lo que nos pone ante el riesgo de mayores bloqueos en las vías en las zonas centrales de San José.

Por otro lado, según se indica en el Perfil del Proyecto de Incofer, se pretende una alimentación eléctrica mediante pantógrafo elevado. En San José, desde principios de los años 90, se ha hecho una grandísima inversión en trasladar el cableado eléctrico de aéreo a subterráneo. ¿Cómo es posible que tengamos que volver a poner postes eléctricos y tendido eléctrico aéreo para alimentar un sistema obsoleto? Estaríamos desperdiciando años de inversión y regresando al pasado.

En el documento del Perfil del Proyecto de Incofer, se lee textualmente: “El proyecto tiene como premisas iniciales su construcción en viaducto, doble vía, sobre el derecho de vía actual propiedad del Incofer, con un porcentaje mínimo de expropiaciones a realizar y en trocha estándar”. En la Cadena Nacional de la Presidencia de la República, divulgada en meses anteriores se dice que “la propuesta del Estado costarricense es un tren eléctrico a doble vía (…) elevado”. Sin embargo, deja claramente abierta la posibilidad de que una empresa privada haga una oferta que proponga el uso de líneas de nivel, es decir, a nivel de calle y solo cumpla con un mínimo de pasos a desnivel, aunque esta posibilidad ni siquiera figure en el Perfil del Proyecto que Incofer ha divulgado.

Como representante de una empresa promotora de proyectos públicos, nos hemos enterado de que, en la vida práctica, esta posibilidad se ha convertido en una realidad. El tren elevado no será posible, por su costo. Lo verdaderamente incongruente es que este cambio de propuesta contraviene las razones de seguridad vial que motivaron el plan del tren elevado. Para nadie es un secreto el peligro que representa que el tren esté a nivel de calle, donde día a día los peatones y automovilistas se corren el riesgo de un accidente con el tren, como lo vemos suceder una semana sí y otra no. Hace pocos meses, también tuvimos el gran asombro de ver confirmada la realidad de un choque entre trenes.

Como costarricenses, debemos de repensar hacia dónde vamos. Estamos en un momento en el cual tenemos retos y deberes: es claro que un país ya endeudado como el nuestro requiera que se busquen las soluciones más lógicas y viables. Es nuestra obligación exigir al Incofer, al MOPT, a las autoridades salientes y a las entrantes del Poder Ejecutivo, que se sienten con los expertos a analizar cómo hacer para paliar el caos vial, la seguridad de los usuarios y la solución más innovadora posible.

Estamos justo en el momento de repensar este proyecto de tren. Si somos omisos en el análisis y desarrollo de este megaproyecto nacional, estaremos pronto ante una infraestructura de transporte “nueva”, pero que sigue el trazado del siglo XIX, usa tecnología del siglo XX y presta flaco servicio a los usuarios del siglo XXI.

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