Nuestras metas nos definen. Esta es una realidad que aplica a nivel individual y también a nivel colectivo. ¿Cuáles son nuestras metas individuales y colectivas para el próximo año? ¿Y para los próximos cinco? Entonces, ¿qué debería hacer los próximos 90 días o los próximos 30 para alcanzar esas metas?
Lo más importante es que las metas van definiendo poco a poco a la persona, a la comunidad y a la organización en las que nos vamos convirtiendo. Esto, claro está, siempre y cuando seamos eficaces en la toma de decisiones de las acciones que producen la transformación deseada.
Quiere decir que un reto, desafío u obstáculo autoimpuesto tiene la intención consciente de hacernos crecer en la dimensión requerida para sobrepasarlo. Diríamos que esta es la versión más estoica del ser humano a la hora de esculpirse como una obra de arte, sin necesidad de que otros nos digan qué ni cómo hacerlo, ni mucho menos cuándo. Sino que vamos adelante anticipando una visión que estimule la creación de hábitos, rutinas y prácticas que conduzcan a la acción consciente transformadora.
La anti-fragilidad es un concepto que desarrolló el reconocido intelectual Nassim Taleb en un libro que lleva ese mismo nombre. Consiste en la actitud o mentalidad de robustecernos en la adversidad. Se convierte así en un mecanismo que anticipa posibles crisis con la intención manifiesta de fortalecerse en caso de que la crisis ocurra y de actuar de manera ágil y audaz cuando una crisis imprevisible y no planeada nos toque a la puerta.
Muchos creerían hoy estar preparados para la próxima pandemia pero lo cierto es que no lo están. La experiencia pasada nos permitió sobrellevar aquella pero no nos ofrece ninguna preparación para la próxima. Robustecerse ante crisis eventuales no significa invertir recursos excesivos en prepararnos para lo incierto. Significa cultivar las actitudes, relaciones y capacidad de gestión necesarias para sacarle provecho a una crisis. Eso es algo que muchas personas y organizaciones lograron durante la pandemia anterior. Muchos otros dilapidaron esa exquisita oportunidad de transformarse.
Hay que reconocer la forma en la que funciona el sistema inmunológico humano. Después de cada dolencia, padecimiento o enfermedad, el choque que recibe el sistema completo lo obliga a renovarse y además a crecer y evolucionar para atender el más reciente desafío que ataca al cuerpo. Para la próxima dolencia, que definitivamente vendrá, tendremos un sistema inmunológico más robusto. Es más, habrá dolencias de las cuales ni nos enteremos porque nuestro sistema inmunológico las habrá evitado por completo.
A nivel psicológico sucede parecido. Si nunca sometemos nuestra psicología de niños a desafíos de adultos, nos haremos viejos y seguiremos teniendo una estructura y unos sistemas de reacción emocional equivalentes a cuando éramos niños. Es llamativo que ese patrón lo cumplan varios de los líderes más autoritarios que vemos hoy en el planeta. Son mayores de edad – algunos incluso ancianos – pero siguen siendo niños en su psicología según la forma de ver el mundo y en la forma de comportarse. Así será imposible que estas personas, que se creen todavía el príncipe en los senos de su madre, sean capaces de tomar decisiones visionarias a futuro que impacten lo más posible a la colectividad, con estricto apego al rigor ético que caracteriza a los líderes verdaderos.
Escuche el episodio 292 de Diálogos con Álvaro Cedeño titulado “Nuestras metas nos definen”.
Suscríbase y síganos en nuestro canal de YouTube, en LinkedIn y en nuestra página web para recibir actualizaciones y entregas adicionales.
Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.




