Nuestro sistema de pensamiento se ha visto enriquecido por una enorme cantidad de tecnologías que han evolucionado con los milenios. Inventamos en lenguaje oral. Creamos la pictografía. Desarrollamos el lenguaje escrito. Produjimos la imprenta. Esto propagó el conocimiento alrededor del mundo con alta efectividad e impacto.
Aún así, hay un número considerable de personas en el mundo excluidas de la lectoescritura. Más dramático todavía es la exclusión que provoca la carencia de conectividad digital. Luego, hay un nivel de exclusión aún más dramático. Se trata de aquellas personas que saben leer y escribir, tienen conectividad digital, son alfabetas digitales, pero el uso indiscriminado y desmedido de la inteligencia artificial (IA) les está atrofiando la manera de pensar.
Con esto no pretendo ofender a nadie. Yo mismo he sido testigo del impacto que ha tenido en mí, en unos pocos meses, el uso de la IA para ejercicios que antes debía realizar yo mismo sin opción: actividad creativa, redacción, investigación, análisis de datos, referencias bibliográficas, redacción, pensamiento creativo y diseño de narrativas, entre otras.
Rectifiqué hace unos meses cuando me di cuenta de que me fallaba la memoria y no prestaba igual atención a lo que estaba escrito, me daba pereza leer el texto completo antes de pedirle a la IA que me lo resumiera y me lo organizara para mis necesidades y se diluía mi sentido de apropiación del conocimiento y capacidad de aprendizaje que empezaba a diluirse como conceptos que no era capaz de retener.
Hoy en día, rehabilitado del uso indiscriminado de la IA, la uso con fines muy puntuales y específicos. Disfruto mucho más que antes del acto creativo, de la redacción, de la edición de texto, de la autenticidad que me conecta con cada palabra que publico.
Me duele mucho encontrarme con amigos cercanos y queridos que no recuerdan detalles de conversaciones recientes. En el caso de uno de ellos, su asistente de IA registraba nuestra conversación y elaboraba el resumen mientras él se dedicaba a otras cosas durante nuestra conversación.
¿Adónde está el límite entre el potenciamiento exponencial de la productividad y del intelecto humano, y el colapso de nuestra capacidad de pensar, retener información, tomar decisiones y estar presente cuando estamos en cercanía física o virtual de otros seres humanos?
Esta es quizás la gran interrogante de nuestros tiempos: ser productivos o estar presentes.
Escuche el episodio 288 de Diálogos con Álvaro Cedeño titulado “Degradación del pensamiento”.
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Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.