Hay pueblos que han perdido la paz. Se pierde cuando se degrada la libertad, cuando se erosiona la democracia, cuando se entrega la soberanía, cuando es impune la inequidad.
La mejor manera de mejorar algo es empezar por lo bueno que aporta y que apreciamos. Eso nos conduce de manera bastante orgánica a afirmar, desde la gratitud, lo bueno que ya tenemos. Lo siguiente sería construir confianza si no la hay o reconstruirla si alguna vez la hubo. La confianza es la moneda de cambio más valiosa de que dispone la humanidad. Aún tras cruentas guerras de odio, pueblos que se mataron unos a otros pudieron reconciliarse, alcanzar la armonía y edificar la paz desde la confianza.
Después, necesitamos una visión del futuro a la que todos podamos aspirar a pertenecer y a construir en comunidad. La Costa Rica del 2040 aún no existe. Hay escenarios futuros en los que sólo algunos se habrán visto beneficiados. Hay otros escenarios donde todos nos sintamos incluidos en ese nuevo valor que crearemos de manera conjunta. La decisión depende de nosotros hoy. La esperanza no nace del odio ni del pasado injusto. Nace del anhelo colectivo de vivir en paz.
Es un acto de humildad reconocer que somos iguales. Iguales en derechos, iguales en dignidad, iguales en la pertenencia a la red de vida que llamamos biósfera, iguales en nuestra identidad genética, iguales en nuestra capacidad de conectar con la conciencia donde converge nuestra humanidad compartida.
La meta-cognición es saber que sabemos. Somos la única especie en la Tierra que tiene esta capacidad. Qué difícil sería convivir en sociedad si sólo algunos tuviéramos capacidad de conciencia. ¿Cómo le explicaríamos a otros que no la tuvieran? ¿De qué serviría la conciencia si sólo fuera atributo de unos cuantos y no de todos?
Con esa capacidad de conciencia reflexionamos sobre la jerarquía del andamio sobre el que está construida nuestra República. El estado y sus instituciones existen independientemente de las personas y de la política. Trascienden a múltiples generaciones de habitantes.
La política tiene muchos grados de impacto: a nivel nacional, ya sea que haya buena o mala gobernanza; a nivel cantonal, según la gestión de las municipalidades en el territorio de su jurisdicción en beneficio de la comunidad inmediata; a nivel de las asociaciones de desarrollo integral para gestionar el bien común, el espacio público, el agua o la seguridad; a nivel vecinal, para crear espacios y rituales que nos permitan celebrar la convivencia y ser eficaces satisfaciendo las necesidades del vecindario; a nivel del hogar, donde también hay diálogo, donde también hay derechos, donde también hay libertades, donde también hay oportunidades para cultivar la paz y florecer en ella.
La dinámica de un país serio y maduro como Costa Rica fomenta una espiral virtuosa de transformación. Por medio de ella, la cultura crea reglas que, a su vez, crean nueva cultura.
Por muchas razones, la cultura costarricense es una cultura de paz. Somos ejemplo mundial de que el bienestar, la armonía, la posibilidad de que emerja algo nuevo y la riqueza sólo son posibles en escenarios de paz.
Escuche el episodio 289 de Diálogos con Álvaro Cedeño:
Escuche el episodio 289 de Diálogos con Álvaro Cedeño titulado “Anhelos de paz”. Suscríbase y síganos en nuestro canal de YouTube, en LinkedIn y en nuestra página web para recibir actualizaciones y entregas adicionales.
Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.




