Vivimos tiempos extraordinarios e inusuales en cuanto a incertidumbre, disrupción y oportunidad.
Son tantas, tan profundas y tan complejas todas las crisis que vive la humanidad en específico y la biósfera del planeta, que es óptima la ocasión para cambiar de actitud y empezar a ver todas estas dinámicas como oportunidades.
Habrá una masa crítica de personas que simpatizan con el estado de crisis. Otra simpatizará más con ver la oportunidad. Reinventar, rediseñar o relanzar el sistema de educación pública en Costa Rica – y en docenas de países alrededor del mundo –es una oportunidad incomparable en la historia de nuestra especie.
El encargo consiste en reconocer y relanzar la cultura que somos y la que queremos seguir siendo. ¿Acaso no es eso la educación? Significa apoyar el talento de cada ser humano e imaginarnos unos a otros como las personas con quienes querríamos colaborar en comunidad.
En los tiempos actuales, significa apalancarse con optimismo y confianza en las potentes tecnologías que portamos en el bolsillo. Cada usuario en su dispositivo móvil puede crear al mejor tutor de la historia en cada área académica que la persona desee o que el sistema exija. ¿Consideramos importante aprenderse los nombres de los 80 ríos más relevantes del país? ¿O es más importante aprender los conceptos básicos de la física cuántica? Cualquiera de las dos necesidades se puede satisfacer con inteligencia artificial, de algunas maneras mejor que nunca antes en la historia.
A futuro, significa dimensionar el valor económico, político, social y ambiental que representa para la Costa Rica del presente el convertirse en una nación próspera, ordenada, segura, moderna, justa y sana. Si fuimos capaces en los últimos 40 años en duplicar nuestra cobertura boscosa y multiplicar el producto interno bruto del país siete veces, ¿qué seríamos capaces de lograr en los próximos 40 si nos propusiéramos evolucionar hasta nuestra versión más ambiciosa imaginable?
Algunas mejores prácticas las podemos adoptar de otros países. El paso uno que yo daría siendo Ministro de Educación sería verme al espejo de las recomendaciones en política pública educativa que ofrece la OCDE. Pero habría una batalla que libraría, aunque me costara la cabeza en términos políticos (o psicológicos): imitaría la política que tiene Finlandia y algunos países escandinavos de que el mejor salario que se paga en el sector público es el de los maestros de escuela y colegio públicos. De esta forma, habría una sanísima competencia por reclutar al mejor talento del país y compensarlo de la mejor manera posible para educar a las generaciones futuras. Esto le daría un componente de regeneración a la inversión en educación pública.
Luego, habría que apostarle muy fuerte a los atributos singulares de la historia, la geografía y la política pública costarricense: democracia y diálogo; seguridad social universal y educación pública, obligatoria, gratuita y costeada por el estado; conservación de ecosistemas y clasificación de biodiversidad; generación de energías renovables y desmilitarización, para nombrar algunos.
La degradación ambiental es el mejor indicador de la poli-crisis global. El indicador de éxito que debemos medir en la reinvención de la educación pública costarricense es el impacto que Costa Rica puede tener, a partir de hoy, en la transformación de la enorme oportunidad que representa la urgente necesidad de salvar el planeta de nosotros mismos. Costa Rica sabrá cómo hacerlo.
Escuche el episodio 282 de Diálogos con Álvaro Cedeño titulado “Oportunidad de la educación”.
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Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.