Ver las montañas de este país cuando comienza el día es reconfortante. Parecen una postal. No envidio, ningún otro paisaje del mundo, no hay sentimiento como el de llevar esta tierra en el corazón.

Este amor lo aprendí desde niña, con el ejemplo de mis abuelos y de mis padres, crecí viendo a mi abuela materna dar clases. Doña Carmen, era muy exigente cuando de los símbolos patrios se trataba, “hay que tener respeto por el uniforme, por la bandera y por el himno nacional, los agricultores y hasta por el presidente”, me decía.

“Este país necesita gente que sepa leer y escribir y conozca su historia, si no, ¿cómo lo van a querer?me acuerdo de que esa era su forma de mandarme a estudiar cuando no tenía ganas. Maestros como ella quedan pocos.

En la escuela, aprendí a ponerme la mano en el corazón cuando digo el saludo a la bandera, a cantar el Himno Nacional con las manos a los lados del cuerpo y la cabeza recta con la mirada hacia adelante, aprendí a no darle nunca la espalda al pabellón nacional y cantar la Patriótica, que desde niña me emociona.

Veo las montañas y sólo puedo pensar en protegerlas, en cuidar sus tierras, flores, fauna y todo alimento que salga de ella, esta tierra me cobija y alimenta, me da un hogar, bajo este cielo vivo y tengo historia. Aquí nació mi familia, nací yo y nació mi hija. Costa Rica es el país de los ríos, volcanes, playas hermosas, las frutas tropicales, los bailes de ballenas, es el país del Pura Vida … es el país donde te ofrecen un gallito de tortilla con queso y café recién chorreado.

En este país aprendí a leer y escribir, toda mi educación fue en el sector público, la escuela y el colegio me dieron las bases del respeto y la importancia del trabajo, la honestidad, la transparencia, esa educación me enseñó a tener criterio para hablar y ponerme a trabajar con responsabilidad.

Los desfiles eran obligatorios, participar en alguna de las actividades del mes patrio lo era aún más, yo estuve en la banda, toqué la lira, desfilé por el centro de San José, del Centro Colón al Parque Nacional. Era cansado y súper divertido, no cabía ni un alma.

Fui abanderada en el colegio y me acuerdo de que pesaba mucho esa bandera, dios libre tocara el suelo, primero las monjas me podían regañar y luego la mirada de doña Carmen. Yo marché con los cadetes, fui guía en los desfiles y el último año fui de los que se quedan atrás para ir con la comparsa que se arma al final del desfile en Desamparados cuando el Vocacional cierra. Que fiestón.

Esa Costa Rica de fiestas Patrias, de comida rica, de amigos en los barrios, de swing criollo y pirateado, de mejengas y de tertulia, esa… la viví yo.

Voy a ir a ver llegar la antorcha a San Pedro y voy a cantar el Himno a las seis de la tarde, el 15 de setiembre, mi hija tendrá su primer desfile.

Seguro voy a llorar, porque yo quiero heredar este mismo amor y cariño que tengo por este pedazo de tierra. Mi Costa Rica.

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