La capacidad de liderar no se mide solo por la visión, sino por la resiliencia y la capacidad de reconocer nuestra humanidad compartida. La eficacia del liderazgo consiste en el éxito en el cumplimiento de metas del equipo u organización. Para quienes ejercen la alta dirección, la turbulencia no es un obstáculo, sino un entorno de prueba. A partir de las lecciones del liderazgo empático, hemos condensado algunas mejores prácticas para gobernar con éxito en estos tiempos inciertos.
El desapego emocional se presenta como una herramienta estratégica, no como una falta de empatía. Como un médico que se distancia del dolor para operar con precisión, un líder debe gestionar sus emociones y las de su equipo para tomar decisiones objetivas. En lugar de dejarse consumir por la incertidumbre, la persona ejecutiva debe canalizar su energía para resolver el problema, protegiendo así el bienestar colectivo y la salud de la organización.
En momentos de crisis, la presión puede llevar a ver a los colaboradores como meros engranajes. Sin embargo, un liderazgo empático que fomenta la confianza es la clave para retener el talento. Al tratar a cada miembro del equipo como una persona, no como un "bulto", se construye una base de lealtad y solidaridad. Esta práctica es fundamental para que el talento joven se sienta valorado y comprometido más allá de las circunstancias y de la compensación monetaria.
La distancia y la incertidumbre pueden erosionar el sentido de pertenencia. Por ello, es vital establecer rituales de comunidad que refuercen los lazos. Ya sea a través de breves encuentros de inicio de semana, reuniones informales o celebraciones de logros, estos actos simbólicos crean un espacio de conexión humana. Cultivar estos hábitos es una inversión en la resiliencia del equipo para toda organización.
Darle un carácter ceremonial a cada encuentro entre miembros del equipo crear rituales de celebración que tienen múltiples propósitos en el fortalecimiento de los valores del talento de la gestión y del desempeño de las organizaciones. La formalidad no significa que no haya espacio para la creatividad o la espontaneidad. Significa sostener juntos un contenedor dentro del cual vamos a cultivar nuestro ser y ponerlo al servicio de la organización durante la jornada laboral y luego vamos a dedicarnos a plenitud a integrar esas experiencias en nuestro fuero íntimo. Así apalancamos lo que parecería ordinario de la jornada laboral para ir acumulando piezas de experiencia que construyan nuestra sabiduría.
Un líder efectivo comprende que la organización no existe en el vacío. Se debe considerar a la empresa como un ecosistema interconectado. Cada decisión debe tomar en cuenta el impacto en los colaboradores, clientes y el entorno. Al priorizar la salud del sistema en su totalidad, el joven ejecutivo demuestra una visión integral que garantiza la sostenibilidad y el éxito a largo plazo.
Escuche el episodio 279 de Diálogos con Álvaro Cedeño titulado “Ceremonias de celebración”.
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Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.