¿Vivir para trabajar o trabajar para vivir? La línea entre el compromiso y la adicción laboral es más delgada de lo que parece.

Tres consejos para aplicar hoy mismo:

  1. Establezca un horario límite para terminar la jornada laboral y respételo como lo haría con una cita médica o un compromiso importante.
  2. Planifique al menos una actividad de ocio o descanso cada día, aunque sea breve, como salir a caminar, leer, jugar con sus hijos o tomar café con alguien.
  3. Apague las notificaciones del trabajo fuera del horario laboral.

Para la mayoría de personas adultas costarricenses, el trabajo representa una inversión de tiempo enorme. Entre las 38 naciones miembro de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), Costa Rica se ubica en la segunda posición con respecto al mayor número de horas laboradas por año, promediando 2.171 horas por persona trabajadora.

Súmele a eso lo que se tarda en recorrer unos cuantos kilómetros en presas interminables, y estamos hablando de que muchos de nosotros pasamos más tiempo trabajando que haciendo cualquier otra cosa.

Ante esta realidad inevitable, tiene todo el sentido del mundo querer tener un trabajo que nos llene. Como bien dijo Confucio: “Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida”.

Buscar la autorrealización a través del trabajo no es, en sí mismo, un problema. De hecho, una vida laboral satisfactoria puede ser una fuente profunda de bienestar, y quienes la encuentran pueden considerarse afortunados.

En ese contexto, el término “workaholic” se ha vuelto una muletilla cotidiana. Se usa para describir a alguien que responde correos un domingo o a quien sale tarde de la oficina. Pero esta etiqueta, aunque popular, ha perdido precisión con el tiempo.

Por un lado, puede estigmatizar a personas comprometidas, responsables o apasionadas por lo que hacen —como si dar la milla extra en el trabajo fuera automáticamente un problema. Por otro, puede trivializar una dinámica problemática que, en sus formas más serias, se parece mucho a una adicción conductual.

Usar el término “adicto al trabajo” con la seriedad que merece implica justamente eso: no usarlo a la ligera, y al mismo tiempo no subestimar su impacto cuando realmente existe.

La delgada línea entre la dedicación y la adicción se cruza cuando se pierde el equilibrio, cuando no sabemos parar o nos sentimos culpables por querer hacerlo y cuando las demás áreas de nuestra vida —el descanso, las relaciones, el ocio, la salud física y mental— quedan relegadas al fondo de la lista de prioridades. Y en una cultura que muchas veces aplaude el estar siempre ocupado, esa adicción puede pasar desapercibida, incluso disfrazada de “éxito”.

En esencia, la adicción al trabajo no depende de cuántas horas se trabaja, sino de la relación emocional que tenemos con nuestro trabajo y cómo esta relación afecta ––para bien o para mal–– otras dimensiones importantes de nuestra vida.

¿Cómo saber entonces si estamos en una relación sana con el trabajo o si hemos cruzado esa línea invisible hacia una adicción? A continuación, respondemos algunas de las preguntas más comunes sobre este tema.

Señales de alerta que indican que una persona puede estar desarrollando adicción al trabajo

La pista más clara es la incapacidad para desconectarse mentalmente, incluso en espacios de descanso, ocio o en compañía de seres queridos. Sentir culpa o ansiedad cuando se intenta “despegarse” del trabajo, revisar correos de madrugada o estar pendiente del teléfono el fin de semana son comportamientos frecuentes en esta dinámica.

Otro indicador es el descuido de necesidades básicas, como la alimentación o el descanso adecuado, con el fin de dedicar más horas a labores pendientes.

En síntesis, las señales de alerta aparecen cuando el trabajo se convierte en el único eje de atención y es casi imposible ponerle pausa sin sentir que se está fallando de alguna manera.

Impacto de la adicción al trabajo en la salud mental, física y relaciones interpersonales de una persona

Con el paso del tiempo, la sobreexigencia laboral pasa factura en otros dominios esenciales para el bienestar integral de una persona.

  • A nivel físico, pueden manifestarse problemas somáticos a raíz del constante estrés, como problemas de sueño, dolores de cabeza, brotes dermatológicos o alteraciones digestivas.
  • Mentalmente, la ansiedad se intensifica y aumenta el riesgo de sentirse desanimado, irritado, o con poca motivación para actividades que antes resultaban placenteras.
  • Las relaciones cercanas suelen deteriorarse cuando la persona está ausente (literal o emocionalmente) y no encuentra espacios para conectar. Esto crea distanciamiento y dificulta la intimidad emocional, lo que a su vez puede alimentar un círculo de aislamiento.

Factores de riesgo que predisponen a alguien a volverse adicto al trabajo

Algunas características personales pueden encender las alarmas son especialmente:

  1. El perfeccionismo
  2. La búsqueda constante de aprobación
  3. La dificultad para lidiar con la incertidumbre

En contextos familiares donde se privilegia el alto rendimiento por encima de todo, es común interiorizar la idea de que solo “valés” si producís resultados sobresalientes.

Por otro lado, crecer en hogares con poca validación o cariño puede llevar a encontrar en el desempeño laboral la única fuente de reconocimiento, convirtiendo al trabajo en un refugio emocional.

Además, existen ambientes laborales en los que se premia la hiperproductividad, generando la percepción de que no se está haciendo lo suficiente, sin importar cuántas horas se dediquen.

Estrategias efectivas para encontrar un equilibrio saludable entre la vida laboral y personal

  1. Establecer límites claros es un primer paso que incluye delimitar horarios y, en la medida de lo posible, evitar revisar mensajes o correos fuera de ese margen. Esto va de la mano con aprender a delegar y a decir que “no” cuando las responsabilidades exceden la capacidad real de cada persona.
  2. Planificar momentos de ocio con la misma seriedad que se planifica una tarea de trabajo ayuda a desconectarse laboralmente.
  3. Cultivar actividades que aporten bienestar emocional, ya sea practicar deporte, desarrollar un pasatiempo o pasar tiempo de calidad con amigos y familia. Reconocer las propias necesidades —como el descanso y la recreación— favorece una visión más amplia de la vida, en la que el trabajo no sea el único centro.
  4. Buscar apoyo profesional si se percibe un desequilibrio marcado puede marcar la diferencia al intentar retomar un ritmo de vida más saludable.

El rol de las empresas y líderes al fomentar un entorno laboral que prevenga la adicción al trabajo

Primero, es vital promover una cultura organizacional que valore los resultados, sí, pero también el bienestar de las personas. Esto implica no premiar la permanencia excesiva en la oficina, sino respetar y alentar el derecho al descanso y a las vacaciones efectivas.

Los líderes deben dar el ejemplo, mostrando con sus acciones que está bien terminar la jornada a tiempo y que se valora el tiempo personal. Además, resulta beneficioso implementar políticas que ofrezcan flexibilidad cuando sea posible —por ejemplo, trabajo remoto o horarios escalonados— para que cada persona pueda equilibrar sus responsabilidades laborales y familiares.

Otra estrategia es realizar evaluaciones que consideren no solo la productividad, sino también la calidad de vida y la colaboración en equipo. De igual manera, habilitar espacios de diálogo sobre salud mental, sin tabúes ni prejuicios, ayuda a que todos se sientan en la libertad de pedir ayuda si lo necesitan.

El Dr. Andrés Saborío es Psicólogo Clínico certificado en Terapia Racional Emotiva Conductual y Terapia Focalizada en las Emociones. Su propósito es fomentar el bienestar mental, proporcionando a sus pacientes un espacio seguro, validador y compasivo donde puedan desarrollar recursos propios para armonizar sus emociones, pensamientos y comportamientos.