Me sentí indignado y disgustado leyendo la columna de Arturo Pérez-Reverte la semana pasada, en la que un amigo fotógrafo del veterano escritor le comentó que una editorial le contactó para escribir un libro. El fotógrafo, ante aquella propuesta, lo que alcanzó a responder es que no tenía entre planes entrar al mundo literario porque no conoce el arte. Le editorial le respondió, sin ningún temblor en la mano, con la propuesta económica. Y es que el fenómeno no es nuevo, porque estamos ante la creciente tendencia de tener libros «escritos» por influencers. Y ojo, lo puse entre comillas porque tampoco ellos se dan a la tarea de escribirlos, lo hacen los famosos escritores fantasma. O puede que sí, pero el editor es el que se parte la cabeza reparando el manuscrito.
Hace unas semanas les conversaba sobre el journaling como método para practicar la escritura y encontrar la voz propia. Incluso algo tan simple puede llevarlos por el camino de preparación para el noble arte de escribir. Lo lamentable es que estas figuras públicas ni siquiera esto hacen y destrozan un arte tan antiguo como el papiro mismo. Existimos escritores que invertimos en preparación académica, solo para arañar una pequeña parte del entendimiento de un tema tan vasto como la literatura. Imaginen mi desaforo al ver manuscritos o libros ya publicados, que no gozan del gesto amable de ser revisados con lupa por sus autores, lo que al final es una falta de respeto al lector mismo. ¿O es que usted se dejaría revisar por un médico que nunca se preparó?
Yo entiendo, las editoriales necesitan generar ingresos, porque al final, son un negocio. Sin embargo, no puedo dejar de preocuparme por la calidad de lo que se está publicando últimamente, y no me refiero a los géneros. Mi último comentario, para cerrar este tema, es recordarle a los colegas y aspirantes el objetivo de escribir. Como decía Bradbury, escribir no es sobre fama y dinero. Eso es bienvenido, mas no es el fin. Escribir es sobre tener algo por decir, sobre compartir los pensamientos y sobre compartirlos con el mundo. Si lo están haciendo por fama y dinero, mejor abstengámonos de manchar el papel con tinta, porque tenemos cruzados los objetivos.