En el corazón de Lieja, en el distrito de Angleur, se alza un castillo con una historia tan fascinante como sus torres medievales. El castillo Kinkempois, con sus orígenes en el siglo XIV, adquirió un nuevo nombre y un capítulo inesperado en su historia cuando Desirée Jeanne Fernande Josephus Clérembault, la propietaria de la época, se casó en 1884 con un prominente diplomático costarricense, Manuel María de Peralta.

Don Manuel, nacido en 1847 en Cartago, era un hombre de gran determinación. Tras estudios arduos y una vida llena de sacrificios, se convirtió en un destacado diplomático. En 1883, recuperó el título de Marqués de Peralta, según se indica en el Blog para belgas y ticos: “Esta dignidad nobiliaria había sido concebida en 1738 a tatarabuelo suyo” que le permitió contraer matrimonio con la Condesa de Clérembault en una ceremonia celebrada en el mismo castillo de Kinkempois. El castillo pasó a llamarse "Castillo Peralta" en honor a su ilustre esposo.

Sin embargo, el destino le tenía preparadas algunas sorpresas. Un incendio devastador en 1885 casi destruye el castillo, pero fue restaurado en 1887. A pesar de los esfuerzos por conservar su esplendor, el castillo sufrió más desastres: otro incendio en 1940 y los bombardeos aliados en 1944 casi lo redujeron a escombros. Finalmente, en 1951, se realizó una renovación que preservó su diseño original. Desde 1995, el Castillo Peralta se ha convertido en un centro comunitario, albergando el ayuntamiento, la estación de policía y un centro cultural.

La carrera de Don Manuel María de Peralta, conocido como el Marqués de Peralta, fue tan impresionante como su vida personal. Su carrera diplomática comenzó en 1871, y a lo largo de los años ocupó importantes cargos en Londres, Bélgica, Francia y Alemania. A pesar de los desafíos financieros y las dificultades personales, incluyendo la ocupación alemana del castillo durante la Primera Guerra Mundial, Peralta nunca dejó de servir a su país. Fue un defensor ferviente de los costarricenses en Europa y recibió numerosas distinciones de varios países por su dedicación.

Después de la muerte de su esposa en 1919, Peralta continuó su labor diplomática hasta su fallecimiento en 1930. Sus restos fueron trasladados a Costa Rica, donde recibió honores póstumos. En reconocimiento a su inmenso aporte, el Gobierno costarricense nombró a la Avenida Norte de San José como Avenida Peralta y estableció el premio Manuel María de Peralta, que se otorga cada dos años a destacados profesionales en Derecho Internacional.

El legado del Marqués de Peralta sigue vivo, no solo en la historia del Castillo Kinkempois, sino también en el reconocimiento a su excelencia en la diplomacia, que inspira a nuevas generaciones a seguir sus pasos.

Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.