Me niego a creer que seamos una nación de pan y circo. O bueno, de pan y fútbol. Cada fibra de mi cuerpo, se estremece al pensar que ese puede ser, ¿o es?, el nivel de nuestra sociedad costarricense. Muchas generaciones han pasado para que lleguemos donde estamos. En el ámbito que sea. Dígase salud, seguridad, democracia, infraestructura, derechos y garantías sociales, educación, etc. Todas esas generaciones de costarricense han tenido que responder a los desafíos de sus tiempos y me gusta pensar que lo han hecho en la mejor de sus capacidades y conocimientos.
Dentro de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, se cuela un artículo (29) que nos habla no de derechos, pero de un deber. El de la comunidad:
Toda persona tiene deberes respecto a la comunidad, puesto que sólo en ella puede desarrollar libre y plenamente su personalidad.”
Es cierto, que es más sencillo y no representa ningún esfuerzo el sentarse desde nuestra silla y criticar a aquellos que estuvieron antes, ya que “todo es un desastre porque no hicieron las cosas bien”, “no sabían lo que hacían”. Y cómodamente, nos olvidamos de hacer comunidad. “¿Para que preocuparse por eso?”, dirán algunos. “Con el pan y circo la pasamos bien”. De la misma forma, se nos olvida nuestro derecho y obligación de involucrarnos en política. “¿Para que, si sólo corruptos en eso? Yo estoy bien con mi pan y circo”.
Si bien se respeta esa forma de pensar, el problema radica cuando es el grueso de la población que comparte esa visión de mundo. Por otro lado también se debe de respetar el que hayan personas preocupadas por el bien común y que trabajan para desarrollar un país donde el bien común sea posible. A ustedes, que acompañan estas líneas, y que no se dejan llevar por esa perspectiva simplista y decadente que ofrece el pan y el circo; la invitación es para que busquen nuevas formas de hacer comunidad.
Cada nueva generación trae nuevas aspiraciones e ideales. También los retos del mundo se ponen más complejos y desafían nuestra capacidad de lograr nuestros objetivos. Para nuestras generaciones pasadas de costarricenses, fue igual. Los tiempos nuevos, en aquel momento, los pusieron a prueba. Y es gracias a que ellos estuvieron a la altura del desafío, que hoy nos encontramos aquí.
En nuestra región, Costa Rica siempre ha sido un faro al que otras naciones vecinas buscan como guía para que les marque el camino. La obligación de nuestra generación es garantizar que ese faro siga vigente, fortalecer sus bases y su estructura. Hacerlas más sólidas y resistentes, para que pueda seguir brillando por otros 200 años más.
Los desafíos de nuestros tiempos, no son meras preguntas existenciales. Son situaciones duras y puras que trazarán el rumbo no solo de nuestro país, sino de la región y quizá, un poco más lejos.
Es de crucial importancia, que nos preguntemos ¿que clase de liderazgos necesitamos para cumplir con nuestras obligaciones de cara a otros 200 años más de existencia? El nivel, altura y calidad de esos liderazgos sólo puede mejorar si como sociedad civil cumplimos nuestro derecho y deber de interesarnos en la política y plantear demandas validas a aquellos que busquen estar en puestos de poder y toma de decisiones. ¿Cuáles son sus planes? ¿Hacia donde va este país? ¿Cuál es su visión de futuro? ¿Cómo vamos a hacerlo? Esas demandas, deben de tener como centro el bien común de todos, aún cuando una parte de ese “todos” siga prestando atención al pan y circo.
Los desafíos de nuestros tiempos no pasan por titulares incendiarios, ni virales. Que en cierta forma siempre han existido. El mayor desafío de nuestros tiempos, a mi parecer, pasa por responder a la pregunta: ¿Cómo hacemos comunidad en los tiempos modernos, de forma que logremos cumplir con las obligaciones de nuestra generación?
Partidos políticos, me dirijo a ustedes en su función de instituciones responsables de formar a las personas idóneas para liderar el país, además de ser ustedes las instituciones responsables de respaldar con las herramientas, métodos y buenas prácticas a esas personas.
Faltan poco más de 500 días para el 1 de febrero de 2026. Piensen, mediten, innoven. Despacio que precisa. Busquen ideas de respuesta para ese desafío. Un voto en las urnas cuesta mucho como para regalarlo. Gánenselo.
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