En 2020, desde que empezó la pandemia, advertimos que en la elección política del 2022 nos jugábamos la década. Estamos a menos de cinco meses de llegar al 2025 y continúa la ciudadanía sin saber en qué dirección sumar esfuerzos para co-gestar el bien común. Lo más triste es que se puede afirmar, sin margen de error, que Costa Rica ha perdido todas las oportunidades de cambio, reforma y transformación que ofreció el COVID-19.

Decía Don Pepe que “aquellas lluvias traen estos barros” (José Figueres Ferrer). Es una manera pintoresca de recordar que todo lo que sucede en el universo tiene causas y consecuencias. La experimentación conduce al éxito o al fracaso. Al diseñarse un experimento, debe incluirse los factores que apunten al éxito y minimicen la posibilidad o gravedad del fracaso. La política pública exige cuidadoso diseño y nunca debe ser obra de la improvisación si se quiere que sea exitosa.

La política es el quehacer humano de persuadirse unos a otros respecto a rutas o rumbos que se querría experimentar. Lo que hace desarrollados a los países que lo son es la eficacia de su gobernanza pública. A lo largo de 200 años de historia republicana, la gobernanza costarricense ha sido eficaz. No se percibe lo mismo si se valora lo que ha sido los últimos 30 años.

Es notorio cómo en Costa Rica se ha manifestado la tríada de creación de valor compuesta por la gestión de acuerdos a través del diálogo, el orden normativo de un estado de derecho robusto, y la generación de riqueza como resultado de ellas. Puede parecerle indiferente a algunos crecer y producir abundante riqueza en un estado fallido, donde las leyes son ineficaces. Pero no podría nunca alcanzar el desarrollo esa nación. Debemos tener clara la escogencia de si queremos estimular el crecimiento de unos pocos o el desarrollo de toda la población. Por ahí se ha extraviado el norte ético de Costa Rica.

La política debe ser siempre un mecanismo de diálogo para búsqueda de la verdad. Esto es, lograr la coincidencia entre nuestras aspiraciones y la realidad. Debe garantizarse siempre el derecho a aspirar a nuestro propósito, tanto individual y colectivo. Pero nunca debe crearse el privilegio de inventar los hechos que nos favorezcan, pues atenta contra la verdad.

Este es un momento histórico para el diálogo y la concertación nacional, para que la política costarricense asuma el desafío y aproveche la oportunidad de destacarse por la eficacia, la sensatez y la sensibilidad. Que sea esta una invitación a grupos de interés económico, social y político – partidos, industrias, academia, movimientos ciudadanos – para agrandar el pastel y mejorar las condiciones globales de la nación primero, y llevarse una mejor y mayor tajada después. Pretender hacer lo contrario es matar la gallina de los huevos de oro.

Escuche el episodio 226 de Diálogos con Álvaro Cedeño titulado “Acuerdos, orden y riqueza”.

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