Con el comienzo del mes sagrado del Ramadán en el mundo islámico los riesgos de un aumento en los ataques terroristas en algunas partes del mundo se escalan. Este mes se supone debe estar dedicado a la reflexión, el rezo, los actos de piedad y bondades, junto con el ayuno diario que se practica, sin embargo, para los radicales es una forma de tergiversar la práctica real y convertirla en un mes de atrocidades.
Para algunos analistas, la forma de justificar este crecimiento de las acciones de esta mal enfocada “yihad” por parte de grupos terroristas es a través del recuerdo de la Batalla de Badr ocurrida el día 17 del mes de Ramadán del año 2 de la Hégira (año islámico), correspondiendo con el 13 de marzo del año 624 de la Era Común y que se presenta como la guerra entre el islam y los incrédulos o infieles, decisiva para imponerse sobre la ignorancia (yahiliya) o desconocimiento de lo divino.
Basado en esa guerra es que cada año en el que se enfrentan “fieles islámicos” (islamistas radicales realmente) durante el Ramadán contra otros grupos en el nombre del islam, dañando inclusive a otros musulmanes, lo hacen rememorando esta batalla en la que pretenden imponer sus condiciones políticas y militares sobre el entorno. De hecho, el islam político pretende adaptar la modernidad a la interpretación de los principios islámicos y sus leyes (la Sharia), secuestrando el valor de la paz que entre algunos exegetas islámicos es un valor primario y por esto consideran apóstatas a quienes no siguen su visión radical de la religión.
De acuerdo con la Sura 5 aleya 32:
Por eso hemos ordenado a los hijos de Israel que quien mate a una persona, salvo en castigo por asesinato o por corrupción en la tierra, es como si hubiera matado a toda la humanidad. Y quien salve una vida es como si hubiera salvado a toda la humanidad.
Por lo tanto, hay un valor supremo sobre resguardar y proteger, pero las formas en que estas palabras son tomadas se tergiversan para darle un significado superior a la yihad violenta (yihad de la espada o yihad menor), y a partir de eso se escalan en momentos específicos los actos de violencia.
De ese modo se puede mencionar que durante el año 2023 por ejemplo, ocurrieron 1.779 ataques de tipo islamista en al menos 54 países, conforme al reporte de Jihad Watch, los cuales cobraron un total de 11.418 muertos y cerca de 12.990 heridos, de estos al menos 769 muertos ocurrieron durante el mes de Ramadán que ocurrió entre marzo y abril de ese año.
En el 2022, se presentaron 1.998 incidentes registrados de este tipo en 52 países, la cantidad de muertos en total fue de 9.025 y 6.815 heridos, en Ramadán fueron 1.172 muertos y 1.061 heridos. Mientras que, entre el 13 de febrero de 2024 y el 14 de marzo de 2024 (momento en que fue realizada la nota) se había tenido un total de 142 ataques islamistas en al menos 19 países con un saldo de 681 personas muertas y 470 heridas, este número es un poco más general por cuanto el mes de Ramadán inició el 11 de marzo.
¿Cuál es el fin de mostrar estas cifras? En primer lugar, señalar que hay una cara no tan mediática de lo que es el terrorismo islamista que cada año ha impulsado sus interpretaciones para justificar su irracionalidad, por el otro lado, señalar cómo esta ideología pone en riesgo a millones de personas en el mundo entero.
Ahora bien, en la actual guerra de Israel contra Hamas hay componentes territoriales, históricos y, sin embargo, hay un factor que se ha dejado de lado a lo largo no de estos meses, sino en general, este conflicto tiene importantes componentes ideológicos y religiosos. La operación de Hamas del 7 de octubre fue llamada “Aluvión de Al Aqsa” con una connotación abiertamente religiosa en referencia a la mezquita ubicada en la ciudad de Jerusalén.
El llamado constante durante este conflicto ha sido el de liberar la “Tierra Santa islámica” y los actores que apoyan el radicalismo de Hamas y la Yihad Islámica palestina (YIP) impulsan intereses ideológicos y políticos muy marcados. Irán y Hezbollah llaman constantemente a la “guerra santa”, por encima de cualquier reclamo meramente territorial en una percepción pocas veces analizada en Occidente.
Incluso, se ha hecho uso de la llamada Yihad sexual en la que han justificado por medio de una atrofiada interpretación aberraciones contra mujeres tal y como lo hacía ISIS en Irak y Siria. Hamas y la YIP lo habrían hecho en Israel el 7 de octubre anterior y lo mantendrían con las mujeres secuestradas en Gaza hoy, de acuerdo con un informe de la ONU presentado recientemente por Pramila Patten Representante Especial sobre la Violencia Sexual en Conflictos.
Mientras tanto, Abu Hamza, vocero de la YIP ha insistido sobre un sangriento Ramadán contra Israel, en su cosmovisión tienen claros dos elementos, cada israelí muerto en sus acciones les genera más réditos políticos y adhesiones de partidarios, cada palestino expuesto a morir o sufrir es un símbolo de la “resistencia” desde una visión ideológica, razón por la cual incluso en un tafsir sobre la Sura 3 aleyas 169 – 171 interpretan la elevación como mártir (shahid) a aquel que muere por causa del islam ya sea en enfrentamiento con infieles o que mueren como “daño colateral”.
Así, el trasfondo religioso del conflicto está presente como uno de los factores más complejos de resolución, si hasta el momento el conflicto ha llegado a una situación extrema debido a los elementos humanitarios, con principios de corte ideológico profundizaría esta tormenta perfecta sin salida fácil, que obliga a buscar una respuesta integral que neutralice posiciones radicales y permita fortalecer actores con visiones moderadas que quieran salir del atolladero que significa este conflicto para las relaciones internacionales modernas a nivel global.
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