Por Paula Garita Piedra – Estudiante de la carrera de Ingeniería en Seguridad Laboral y Ambiental
Se dice que en la actualidad los sistemas de gestión basados en normas individuales se han tornado insuficientes y que aumentar el valor agregado amerita una estrategia más compleja. Deza, Aparicio y Hidalgo (2021) confirma que las empresas con alguna certificación tienen mejores condiciones y procesos de gestión que las empresas no certificadas. Si bien es cierto los sistemas de normas de gestión aumentan el valor agregado, estas necesitan una base que las integre y represente en un mismo documento y bajo una misma lógica. Los beneficios están claros, pero ¿es posible que las pequeñas empresas centroamericanas puedan aprovechar estos sistemas?
Los sistemas integrados de gestión o SIG, existen con el fin de enfrentar los cambios del mercado y sus necesidades, por lo que tienen por objetivo contribuir a la gestión de los procesos y pretenden establecer y alcanzar objetivos definidos (Torralba, Betancourth y Fandiño, 2016). Los SIG se han convertido en un medio de proyección y crecimiento para las organizaciones, son una solución práctica y acertada que permite optimizar todos los niveles productivos (Palma, 2017). Es decir, la unión de diversas normas de calidad en sistemas integrados dinamiza la actividad organizacional, factor que está asociado a la rentabilidad, crecimiento y sostenibilidad (Losada, 2013).
Las empresas que adoptan herramientas de este tipo logran estándares de calidad superiores, estas ventajas no solo se generan por las condiciones del entorno, sino también por la optimización de los procesos internos. A pesar de sus claras ventajas, se ha observado que en pequeñas y medianas empresas centroamericanas existe un número reducido de certificaciones; esto se debe a la falta de la cultura de la calidad, tanto de parte de los empresarios como de los consumidores (Torralba, Betancourth y Fandiño, 2016). El porcentaje de empresas que ha implementado estos sistemas de forma competitiva es muy pequeño, ya que no se adapta como un complejo de acciones (Hernández, Quinteros y Morales, 2019). Otro factor que interviene es la poca motivación de parte de los directivos, además de la falta de herramientas de gestión. Sumado a esto, existen pocas empresas regionales que se dediquen a ofrecer servicios de consultorías y asesorías relacionadas con estos sistemas, lo que aumenta los costos; situación que representa una oportunidad de crear estas empresas localmente (Navarro y Pineda, 2019).
Los SIG no solo son importantes, son cada vez más imprescindibles. La implementación de estos depende del estilo y el liderazgo de la alta gerencia de las organizaciones, los cuales están ligadas directamente con la cultura organizacional de la empresa. La cultura es un tema propio de cada organización y está definida por los criterios de los directivos. De igual forma, es necesario evaluar los modelos de calidad vigentes y el impacto que la implementación de un SIG tiene para la organización en específico, ya que este factor lleva a determinar si los resultados darán un valor agregado a la actividad. Por ello, se concluye que los SIG y la aplicación de controles de calidad facilita que en las empresas se analicen las habilidades directivas de la organización.