Por Luijhoana Acuña Hernández - Estudiante de Enseñanza y traducción del inglés
Cada país ha tomado medidas muy contrastantes en la forma de manejar la pandemia producida por el COVID-19. Los resultados obtenidos han sido fluctuantes en lo que se refiere a la cantidad de exámenes realizados, qué tan agresivos son los protocolos de control, e incluso cómo se gestionan las políticas de comunicación. Sin embargo, al enfocarnos en el área de género específicamente, se evidencia que las naciones que tienen a mujeres como gobernantes están superando las expectativas al lidiar con la pandemia y, a pesar de que todavía es muy temprano para obtener resultados definitivos, El Espectador sostiene que “siete países gobernados por mujeres han sido reconocidos por los buenos resultados en sus estrategias para detener el virus. Desde Angela Merkel, en Alemania, hasta Tsai Ing-Wen, presidenta de Taiwán” (2020, párr. 1). Lo anterior conlleva el siguiente planteamiento: si las mujeres han demostrado tener la capacidad de afrontar una crisis mundial con templanza y excelencia, entonces ¿por qué solo un 6,6 % de los países se encuentran liderados por ellas?La respuesta viene dada por el concepto conocido en como “sesgo de sobreconfianza”, que explica cómo los hombres presentan más confianza en sí mismos en comparación a las mujeres.
Lamentablemente, los individuos que lo padecen tienen un exceso de seguridad en sus posiciones y esto les impide reconocer sus errores, aceptar perspectivas diferentes o buscar información actualizada para prepararse adecuadamente. Evidentemente, cuando es un dirigente político quien presenta estas características, las consecuencias pueden ser catastróficas. Esto no significa que los hombres en posiciones de poder no estén haciendo un buen trabajo al reducir el impacto del COVID-19; sin embargo, como lo afirman Henley y Ainge (2020), muchos países con hombres al frente también lo están haciendo bien, pero pocos países con mujeres líderes lo han hecho mal.
Analicemos tres de los países que han sido elogiados mundialmente por los métodos empleados para controlar el virus. Taiwán logró tener un mejor desempeño en el manejo de la propagación del virus al tomar medidas rápidas y decisivas para una correcta intervención del virus. Por su parte, Alemania estableció el programa a mayor escala de pruebas para detectar el coronavirus. Semanalmente, se realizan 350.000 pruebas que permiten la detección temprana del virus para, consecuentemente, proceder al aislamiento y tratamiento de pacientes. Finalmente, la primera ministra de Nueva Zelandia estableció protocolos para cerrar el país durante un mes, deteniendo así el turismo (Hong, 2020). Esto produjo que los fallecimientos por el virus se vieran limitados a tan solo veinticinco. ¿Y qué tienen estos tres lugares en común? Están liderados por mujeres.
En conclusión, el excelente desempeño que las lideresas han tenido al lidiar con una situación completamente inesperada hace más inconcebible que menos de un 7 % de los países en el mundo sean representados por mujeres. Y, a pesar de que es muy temprano para sacar conclusiones decisivas, muy pocas gobernantes han ejercido una mala administración en el manejo de la pandemia. Por lo tanto, la sociedad tiene que deshacerse de los estereotipos que enaltecen al género masculino y crear oportunidades para que la brecha de género en posiciones de liderazgo sea reducida y las mujeres puedan así tener oportunidades de ejercer sus habilidades, que integralmente benefician a la población, especialmente en tiempos de crisis. De igual manera, es imperativo que las mujeres lleguen a un punto tal de empoderamiento que les brinde la confianza necesaria para verse a sí mismas como un ente de autoridad y como acreedoras de capacidades que, al menos en lo que a COVID-19 se refiere, pueden llegar a superar la administración que ha sido evidenciada por los líderes masculinos.
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