Si Desierto fuera una persona, se trataría del escritor con mayor cantidad de premios en la historia de las letras nacionales, tras ganar en multitud de ocasiones los diferentes certámenes de la Editorial Costa Rica y los premios Aquileo J. Echeverría, entre muchos más. Como si fuera poco, en 2022 Desierto agregó a su palmarés el Premio Nacional de Narrativa Alberto Cañas de la EUNED y la Selección de Cuento de esta misma editorial; reconocimientos mucho menos antiguos que los otros mencionados, pero que ahora pueden contar en su lista de ganadores al mayor acreedor de premios de Costa Rica.

Ya sabemos que cada vez que un escritor gana un premio berrean los que no ganaron, los que apoyan a los que no ganaron, los que no concursaron ni apoyan a nadie, pero berrean por deporte, y los conspiranoicos que dan por hecho que el premio está arreglado. No obstante, algo especial y casi bello sucede cuando el infame Desierto es el que gana el premio: casi todos los sujetos de las categorías anteriores se hermanan para berrear por la misma causa. Es como ver al Frente Amplio y Nueva República reclamando por lo mismo. O a los sindicatos y la UCCAEP. Únicamente los conspiranoicos se quedan fuera de esta hermandad porque supongo que sus mentes no procesan que los corruptos jueces de un certamen no hayan dado el premio a ningún amigo o mecenas. El resto, hacen frente común para reclamar por que el jurado ose concluir que ninguna de las obras sin duda maestras que se presentaron al certamen fuera digna de ganarlo. ¿Quiénes son esos juecesuchos de quinta para afirmar que ninguna de esas creaciones satisface su exquisito gusto? How dare you?!

Poco después del galardón para Desierto en el Premio Nacional de Narrativa Alberto Cañas, uno de los miembros del Consejo Editorial de la EUNED sugirió que los autores debían poner las barbas en remojo en cuanto a la calidad de los textos que se presentan a los certámenes. Imagine el lector la clase de malestar que debe de haber producido esto a más de un ego lastimado.

Ante esta situación, yo, ganador, no ganador, juez, organizador y encargado de decenas de certámenes en este país, he de poner orden y dejar algo muy claro: los certámenes literarios son como Force Masters.

Sí, uno de mis placeres culpables recientes fue la versión tica de Force Masters. Créame que lo entiendo si usted prefiere dejar hasta aquí la lectura de este artículo.

Pero sí, participar en un certamen literario es como participar en Force Masters, salvando las muy obvias distancias. En Force Masters hay un casting donde los aspirantes deben demostrar que tienen cierta condición física para acometer las pruebas del show y donde sujetos como yo no pasaríamos ni de la puerta. Se entiende que las personas que superan dicho casting cuentan con aptitudes físicas sobresalientes y grandes habilidades para diferentes tipos de pruebas de fuerza, velocidad, resistencia, equilibrio, etc. No obstante, las pruebas que van a enfrentar en Force Masters son unas muy específicas, de manera que van a fallar en ellas concursantes que cualquier otro día le sacan a uno el menudo con sus proezas. Incluso, es bien probable que concursantes eliminados de Force Masters superen al ganador del show en otros formatos competitivos. Y, aunque no fue el caso, también podía suceder que ninguno de los concursantes completara el circuito de pruebas.

En los certámenes literarios (¡ojo, ojo!: si están bien ejecutados), hay un procedimiento de recepción donde se eliminan las obras que no cumplen con las pautas de entrega y después una preselección donde se eliminan los textos tan deficientes que tienen pocas o nulas opciones de ganar (es el equivalente a que yo vaya a hacer el casting de Force Masters). Las obras finalistas serán aquellas que tengan una calidad suficiente para enfrentarse al jurado y ganará la que cumpla con los criterios específicos de este órgano colegiado específico que va a existir por una sola vez en la historia para ese certamen específico. Y si ninguna cumple con dichos criterios, ganará nuestro laureado poeta nacional Desierto. En otro certamen podría ganar cualquiera de los otros finalistas e incluso alguno de los eliminados, pero no porque el jurado del otro certamen sea mejor o más competente o extranjero (que para muchos ser extranjero significa a priori ser mejor), sino simplemente porque es un jurado distinto, con otros criterios. Es decir, una prueba específica distinta.

Como pueden ver, la mayor diferencia entre los certámenes literarios y Force Masters es que la gente está más guapa en el show de Teletica.

Por lo tanto, dé a los premios de literatura la justa importancia que merecen; ni más ni menos. Ganarlos no significa que usted vaya a ser el próximo Vargas Llosa o el autor exitoso que guste poner de ejemplo. No ganarlos no significa que usted no sea bueno y deba olvidarse de escribir. Los premios no dan para que su ego se infle si gana o se derrumbe si no gana. No dan para que usted se vuelva un insoportable, sea que gane o no. El ganador algo hizo bien, no cabe duda. Y si alguien gana varios premios es porque hace bien muchas cosas. Pero cada premio es solo un momento irrepetible entre la infinidad de momentos y formas en que un artista puede mostrar sus habilidades.

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