Ayer partió Gerardo Zamora Bolaños de este plano de existencia, tenía 46 años, tan solo 46, diríamos quienes ya pasamos los 50.  Son incontables las manifestaciones de pesar, cariño y admiración que se leen en los medios de comunicación y las redes sociales: homenajes a lo que fue su vida, la de su esposa Ginés y su familia, especialmente su entereza en los últimos años durante los cuales enfrentaron juntos su enfermedad.

El popular “no hay muerto malo” no fue hecho para él; Gerardo fue un hombre muy bueno, y de eso dan fe sus amigos, profesores, colegas y hasta los jugadores de su equipo de fútbol favorito.  Y de Ginnes, qué se puede decir además que es la manifestación de la belleza, del amor y la ternura.  

Como si estuviéramos viendo una película con un final no feliz, también he leído expresiones de frustración por su partida, tales como, ¿por qué tan joven? ¿por qué él, cuando hay tanta gente mala que podría tomar su lugar?, otro reclama ¿por qué no luchamos más por encontrar la cura contra el cáncer?    

En la cultura occidental tenemos una gran aprehensión hacia la muerte, la sola idea nos hace sufrir, no la vemos como parte del ciclo de la vida, aun cuando lo único de que tenemos certeza es que cada uno de nosotros empieza el camino hacia su muerte el día en que nace.  Tal como lo afirma la segunda de las 4 Leyes Espirituales de la India: lo que sucede es la única cosa que podía haber sucedido”.  Absolutamente nada, de lo que nos sucede en nuestras vidas podría haber sido de otra manera. Lo que pasó fue lo único que pudo haber pasado, y tuvo que haber sido así para que aprendamos esa lección, aunque la mente y el ego se resistan a aceptarlo. Y la cuarta dice: “Cuando algo termina, termina”.

El caso de Gerardo y Ginnes es muy especial porque ambos son figuras mediáticas televisivas; nos acostumbramos a verles todos los días, durante años, en las salas de nuestras casas, cubriendo sucesos él, o presentando las noticias ella, difícilmente hay una persona adulta que no les reconozca.   En lo privado, como cualquier de nosotros, imperfectos y con desafíos.

¿Por qué les queremos tanto si son unos raros que van contra la corriente?  ¿No son Gerardo y Ginés malos influencers?  Ellos han estado juntos por más de 20 años, suben fotos en redes sociales de momentos de enfermedad, no usan filtros para disimular la pérdida de simetría en la cara o las cicatrices de las operaciones, y ella hasta se atreve a organiza una fiesta pirata, como prueba para sus hijos de que él es mucho más que un solo ojo que ya no funcionará, pero que la vida continúa.

No me salen las cuentas, porque lo que hoy genera más rating, ventas y facturación, tanto a los famosos, como a los medios de comunicación es todo lo contrario: que periodistas, presentadores, artistas o deportistas se engañen, se peleen, se salpiquen entre ellos y a sus hijos con sus conflictos, reales o imaginarios.

Tal vez lo que más nos duele de la partida de este mundo de Gerardo no es su muerte, sino nuestras propias vidas, porque no podemos vernos reflejados en el amor que él y Ginnes se manifestaron en sus últimos años juntos.  Ayer también leí un comentario de alguien que decía tener envidia de ellos.  Vivimos pensando que después podremos ser mejores, o amar mejor y de verdad:  “El problema es que crees que tienes tiempo”, es una frase que se atribuye a Buda.   

Necesitamos redefinir el éxito, la felicidad, la familia, el matrimonio y las relaciones, necesitamos menos filtros y más historias de amor en los medios de comunicación y en las redes sociales, queremos conocer de entrega, de ternura, y de cuidados.

Las honras fúnebres y su despedida terrenal coincidieron en Semana Santa, tiempo que según los católicos debe ser de reflexión acerca de la vida y la muerte, pero sobre todo del desapego y del amor más allá de los límites que desde nuestra pequeñez somos capaces de entender.  El cuerpo de Gerardo será enterrado el Domingo de Resurrección.

Y De Mateo 24, 42-51:  Dijo Jesús a sus discípulos: Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa…. ¿Dónde hay un criado fiel y cuidadoso, a quien el amo encarga de dar a la servidumbre la comida a sus horas? Pues dichoso ese criado, si el amo, al llegar, lo encuentra portándose así. Os aseguro que le confiará la administración de todos sus bienes. Pero si el criado es un canalla y, pensando que su amo tardará, empieza a pegar a sus compañeros, y a comer y a beber con los borrachos, el día y la hora que menos se lo espera, llegará el amo y lo hará pedazos, como se merecen los hipócritas¨.

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