Por Melissa Jiménez Merlo – Estudiante de la Escuela de Estudios Generales
La situación de los migrantes en Costa Rica siempre ha querido pintarse de blanco o de negro, nunca de gris. El análisis de las dinámicas migratorias y su impacto social, político y económico ha generado la instauración de conclusiones erradas en los costarricenses y ha generado mitos fundamentados en percepciones y visiones carentes de un panorama integral del impacto real de los migrantes en el país. En este contexto, el exceso de información no parece ser el problema, sino más bien el origen de esta. El contenido de redes sociales ha obnubilado la creación de criterios propios, imponiendo la base de la dinámica migratoria exclusivamente hacia dos enfoques primarios: los nicaragüenses y “los demás migrantes”.
“Los nicaragüenses le quitan el trabajo a los costarricenses”. En primer lugar, según lo indicado por Abissi (2018), el salario percibido por los nicaragüenses equivale al 60% de los salarios devengados por los costarricenses, esto a pesar de que sus jornadas tienden a ser más extensas. Los flujos migratorios se atribuyen a las tasas de desempleo para costarricenses, sin tomar en cuenta que las características de la demanda y la oferta han suscitado que una parte de la población migrante se emplee en sectores considerados de baja productividad (como agricultura, construcción, entre otros), y estas áreas son de poco interés laboral para los costarricenses.
Un ejemplo de lo equivoco inherente en este mito radica en lo que acontece en el sector cafetalero tras la pandemia. Según indica Barquero (2020), antes del COVID-19, el 60% de los recolectores de café eran extranjeros, en su mayoría nicaragüenses. Tras la migración de esta población a su país de origen por la pandemia, hay más de 170 mil plazas. Esto nos brinda un panorama más objetivo, trabajo sí hay; lo que acontece en este sector no es más que el resultado del flujo migratorio. Los nicaragüenses simplemente vienen a cubrir ese sector productivo de la economía, que tal parece no todos los costarricenses están dispuestos a ejercer.
“Los nicaragüenses abarrotan el sistema de salud”. En segundo lugar, si bien el impacto que tiene la migración en el sector salud no puede negarse, lo que se dice no es del todo cierto. Según indica Voorend (2017) un 36% de los migrantes nicaragüenses no tienen seguro, pues las actividades en las que se desempeñan generalmente implican omisión de derechos a la salud, como la cotización a la Caja Costarricense del Seguro Social. En este mito, la población pierde el enfoque real del problema, pues si no existieran empresas dispuestas a contratar migrantes bajo ineficientes condiciones laborales, probablemente la cantidad de personas atendidas ante emergencias sería menor; asimismo, el costo estatal se vería reducido.
“La migración de nicaragüenses no genera beneficios al país “. Finalmente, tras todos los mitos erróneamente concebidos por décadas, según indica Parreaguirre (2018) los migrantes son el 10% de la población y generan el 12% de la producción nacional. La migración es necesaria no solo por el aporte a la producción nacional, sino también porque es el resultado de los nuevos ajustes de los mercados laborales de la región.
La necesidad del desarrollo de campañas de información sobre el tema migratorio por parte del gobierno se torna indispensable para incentivar el acercamiento y conocimiento de las condiciones de los migrantes en dimensiones como empleo y salud, pues son el puente para erradicar mitos que han promovido el ascenso de conductas xenofóbicas en el país.