Por Marjorie Davis Méndez - Estudiante de la Escuela de Estudios Generales

El delincuente nace o se hace? Es una pregunta que ha sido planteada desde el siglo XIX por el criminólogo Cesare Lombroso. Esta pregunta no tiene una sola respuesta, pero es seguro que los factores sociales siempre tienen gran influencia en quien comete el delito. El delito está presente en todas las sociedades, y es generalmente un reflejo de esta. La polarización social crea condiciones excluyentes, que pueden promover la delincuencia en estas comunidades. Los noticieros nos alimentan todos los días con nuevos reportes de delincuencia, que cada día parece ir en ascenso. Sin embargo, pocas veces nos informan sobre las verdaderas causas de la delincuencia en nuestro país o cómo podemos contribuir como sociedad para disminuirla. La delincuencia es parcialmente un producto de la desigualdad social.

La polarización social crea condiciones excluyentes, condiciones que contribuyen a los altos niveles de delincuencia. Latinoamérica es percibida actualmente como la región con mayor desigualdad, del mismo modo estudios recientes catalogan Latinoamérica y el Caribe como la región más violenta del mundo (Alvarado y Muggah, 2018). No es por casualidad que se tienen esos dos resultados, pues ambos conceptos están altamente ligados entre sí. Es también importante mencionar que el modelo de urbanismo en las ciudades de Latinoamérica presenta un alto nivel de polarización social, con zonas de exclusión de acuerdo con las clases sociales (Alvarado y Muggah, 2018). La segregación dentro de una sociedad tiene fuertes impactos en los niveles de oportunidades que se presentan para sus residentes, y afecta la predisposición para incurrir en la delincuencia (Chioda, 2016).

De igual importancia es el tema de la educación, que si no es accesible y equitativa para todos, fomenta más canales de desigualdad. Aunque haya acceso a la educación, es importante mencionar que existe una inequidad en cuanto al logro académico en la población más desfavorecida (Bellei et al., 2013). Esto apoya el argumento de que las condiciones que nos rodean tienen un gran efecto en cómo nos desarrollamos. Además, después de grandes esfuerzos internacionales por hacer más accesible la educación para todas las comunidades, la deserción sigue siendo un gran impedimento. Casi un 50 % deserta antes de completar la primaria; la pobreza ha llevado a más de 17 millones de niños menores de 14 años a trabajar por necesidad (Kliksberg, 2002). En un país donde los graduados universitarios tienen dificultades para encontrar buenos empleos, los niños y adolescentes que no logran terminar sus estudios ya están sujetos a una reducida oferta laboral. La poca accesibilidad en educación resulta en altos niveles de desempleo para poblaciones marginales. Es importante mencionar que el aumento en el desempleo tiene una relación directa con la tasa de homicidios. Según la evidencia, un aumento del 1% en la tasa de desempleo aumenta en 0,34 homicidios por cada 100 000 personas (Chioda, 2016).

Cuando se trata de la comisión de un delito, cada uno tiene juicio moral para decidir qué está bien y qué está mal. Al final de cuentas, la pobreza no es sinónimo de delincuencia. Las personas crecemos y nos educamos en moral en cuanto a qué está bien o mal, basado en normas sociales y la legislación del país en el que crecemos. Con la excepción de casos específicos, las personas estamos conscientes de la moralidad de nuestras acciones en el entorno en que vivimos. Sin embargo, denota un gran privilegio no detenerse a analizar que las condiciones en las que crecimos influyen en las oportunidades que se nos presentan en la vida y en nuestro juicio moral (Chioda, 2016).

Podemos ver las consecuencias de la desigualdad a diario, con la creciente tasa de delincuencia. Podemos discutir y estar consternados porque la delincuencia nos afecta a todos, pero no es justo criticar sin interés de ser parte de la solución. Podemos ver a nuestro alrededor los efectos de la exclusión social en los barrios de nuestro país. Es importante que como sociedad dejemos de juzgar y empecemos a cuestionarnos cómo podríamos las comunidades disminuir la desigualdad y hacer un llamado a los gobiernos locales para generar espacios que brinden mayores oportunidades para las sociedades que han sido marginadas. Como menciona Guido Barrientos para el Programa Estado de la Nación, habiendo países más pobres que Costa Rica con menores índices de delincuencia “el problema no está en cuán pobres somos, sino en cuán desiguales somos” (Montero, 2017).

 

MOXIE es el Canal de ULACIT (www.ulacit.ac.cr), producido por y para los estudiantes universitarios, en alianza con el medio periodístico independiente Delfino.cr, con el propósito de brindarles un espacio para generar y difundir sus ideas.  Se llama Moxie - que en inglés urbano significa tener la capacidad de enfrentar las dificultades con inteligencia, audacia y valentía - en honor a nuestros alumnos, cuyo “moxie” los caracteriza.

Referencias bibliográficas:
  • Alvarado, N. y Muggah, R. (2018). Crimen y violencia Un obstaculo para el desarrollo de las ciudades de America Latina y el Caribe. Washington, DC: Documento para discussion IDB-DP-644. Inter-American Development Bank.
  • Bellei, C., Poblete, X., Sepúlveda, P., Orellana, V. y Abarca, G. (2013). Situación educativa de América Latina y el Caribe: Hacia la educación de calidad para todos al 2015. Ediciones del Imbunche.
  • Chioda, L. (2016). Stop the Violence in Latin America: A Look at Prevention from Cradle to Adulthood. The World Bank.
  • Kliksberg, B. (2002). El crecimiento de la criminalidad en América Latina: un tema urgente. Multiciencias, 2(2), 85-91.
  • Montero, F. (2017). La desigualdad: caldo de cultivo de la delincuencia. https://www.tec.ac.cr/hoyeneltec/2017/03/29/desigualdad-caldo-cultivo-delincuencia