El 2022 fue el año en que más se bailó música urbana latina, lo que hace algunos años parecía impensable ocurrió: “Un verano sin ti” fue nominado a mejor álbum en los Grammy y el fenómeno musical se consolidó con el título de artista del año de MTV y artista más escuchado del 2022 en Spotify para Bad Bunny.
El reguetón tiene más de dos décadas de existencia, sin embargo, es uno de los estilos musicales que más estigma arrastra, un fenómeno pronunciado generalmente en la población mayor que data desde los orígenes del género antes de llamarse reguetón, cuando se sancionaba a la gente que lo escuchaba o se destruía en espacios públicos material alusivo.
El estigma del reguetón tiene fábrica en varias vertientes que sus principales detractores interiorizan, es un desprecio sutil e inconsciente por algunos sectores sociales vulnerables donde dominan la gente de los barrios, inmigrantes, abandono social como consecuencias de gobiernos corruptos y un sinfín de códigos excluyentes. “Es una mezcla de clasismo, de europeísmo mal entendido y de viejos prejuicios coloniales”, expresaba el periodista Víctor Lenore que ya había señalado el fenómeno en su libro “Indies, hipsters y gafapastas. Crónica de una dominación cultural”. Asimismo, identifica que despreciamos tres categorías de música: la hecha en español, la pensada para bailar y la firmada por artistas que vienen de entornos pobres.
* Víctor Lenore fue fundador del grupo activista La Dinamo, periodista musical reconocido por reivindicar a Camela, Laura Pausini e Isabel Pantoja.
Diversas críticas señalan y acentúan el odio al reguetón como un género que en sus letras rinde apología a la violencia, consumo de estupefacientes, la cosificación de la mujer. Pese a esto encontrarse diversificado en otros estilos musicales, el reguetón es el que costea estas prácticas “líricas” ya extendidas en la industria como método de enganche.
Rechazo generacional: Cada cierto tiempo la industria musical como subproducto cultural y reflejo social, genera diversos estilos musicales con el que las nuevas generaciones se identifican y las anteriores rechazan con argumentos explícitamente adultocentristas y conservadores, dominan frases como: “En mis tiempos era mejor”, “Era mejor la música de antes”.
Carles Feixa mencionaba que, si los amantes del jazz y del swing criticaron el rock, probablemente los anteriores reprobaron el heavy o el punk, los anteriores el techno y todos los anteriores rechazan ahora el reguetón y el trap. Según el antropólogo, el reloj del gusto musical suele detenerse en la juventud y más que producirse un tranquilo relevo generacional, desde la aparición del rock n’ roll los nuevos ritmos suelen ser signo de ruptura.
* Carles Feixa fue catedrático de antropología social y profesor de la Universitat Pompeu Fabra. Doctor por la Universitat de Barcelona y doctor honoris causa por la Universidad de Manizales.
Industria musical y correlatos identitarios: La industria musical ha tenido que ceder el espacio hegemónico pop anglosajón, junto con las barreras idiomáticas al impacto mediático y generacional latino del éxito comercial de Bad Bunny, representando así dinámicas económicas, políticas y sociales que se han convertido en la voz de toda una generación usando la música como herramienta de cohesión social y medio de expresión identitario.
Elizabeth Duval describe a Bad Bunny como un ícono de consenso con el que claramente se puede tener divergencias, es una superestrella que ofrece un modelo de existencia deseable que carece de antipatía o desmesura que sí poseen otras figuras mediáticas mundiales. Benito es mucho más cercano y pegado a tierra, aunque igual de inalcanzable para el común de los mortales, produce un sentimiento de ser uno de los nuestros. Es un sujeto más pragmático que todas esas piruetas ideológicas para definir nuevas masculinidades procedente de los discursos más vacíos y frívolos de izquierda y sectores académicos.
* Elizabeth Duval es una escritora y novelista española, estudiante de Filosofía y Letras modernas en la Soborna de París.
Ariadna Estévez, docente del Posgrado en Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, propuso la creación de un curso titulado "Reggaetón como resistencia al colonialismo estadunidense y masculinidad suave como capital sexual: el fenómeno Bad Bunny". En ese sentido la Dra. Estévez pretende abordar el tema del colonialismo, racismo, clasismo y misoginia contra la cultura que consumen el aparato mainstream en todas sus dimensiones teóricas y analíticas.
No es una defensa al artista en su individualidad o la industria musical moderna como modelo de consumo eficiente y estático al que debemos aplaudir, este es un esfuerzo por examinar el fenómeno en su apartado social y antropológico en los círculos académicos más rigurosos, aquellos que cada vez más parecieran alejarse de la cotidianidad de una sociedad dinámica. Pese a ser un método teórico disidente de las líneas de investigación más ortodoxas que constituyeron el quehacer científico social más riguroso, este sigue siendo una herramienta de espacio académico para entender qué sucede a nuestro alrededor en una sociedad con urgencias íntimas.
* Ariadna Estévez es doctora en Relaciones Internacionales y actualmente es investigadora en el Centro de Investigaciones sobre América del Norte (CISAN) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Investigadora Nacional Nivel 3.
Aportes sociales y rigurosidad musical: Coexisten opiniones oportunistas y conservadoras para establecer criterios de apreciación sobre un estilo musical, aquello que lo hace “puro” e “impuro” frente a otros estilos. Respecto al reguetón, existe otro sector con acceso a redes sociales que expresan una abusiva tendencia por minar su legitimidad reduciendo y atacando su valor social por una lectura mezquina nutrida de evidentes prejuicios clasistas, el género desde sus inicios ha sido un agente disruptor social del estatus quo y continúa siéndolo, su presencia social más reciente y mediática fue con las revueltas sociales en Puerto Rico que desembocaron en la renuncia del gobernador Ricky Roselló, donde incluso Benito expresa su postura en una canción protesta titulada “Afilando cuchillos”. ¿Acaso desprender a una figura de poder político de su mando no es un acto social de valor cuando las clases desfavorecidas no tiene voz?
Bad Bunny además es el artífice de varias fundaciones solidarias (Good Bunny Foundation) para promover la expresión de los más jóvenes a través de la música, las artes y el deporte. El cantante acumula años repartiendo juguetes y artículos de primera necesidad que promuevan el objetivo de la fundación en su país natal. Además, ha manifestado en más de una ocasión que para él dotar a los niños de las herramientas necesarias que amplíen su pasión por la cultura es una experiencia vital de vida.
La música es inminentemente social con mil engranajes culturalistas, precisamente por eso no se detiene a pensar la música “pura” o la “impura “, el análisis nunca debe desvincularse de su contexto cultural, pero es una emergencia aprender a juzgarse desde la teoría institucionalizada, el análisis metodológico y no desde preconceptos populares discriminatorios disfrazado de exigencias sociales.
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