Antes que nada, gracias por todos los mensajes que nos hicieron llegar por el aniversario.

Algo particular que tiene esta lista de los domingos es que representa el equilibrio en la fuerza. Dado que durante la semana el reporte llega a decenas de miles de correos es inevitable día con día recibir mensajes que no son particularmente agradables y que, francamente, aunque procuro contestar siempre y de la forma más amable posible, no dejan de representar un reto en términos de paciencia y, particularmente, perspectiva.

Esa perspectiva, que retomo gracias a correos como los de ustedes, es importante para mantener el buen paso.

Sé que pueden identificarse con esa experiencia. La alta prevalencia de mensajes radicales, extremistas, polarizantes y agresivos en las redes sociales puede llevarnos a pensar que la situación está fuera de control y que ya la gente no puede ni escucharse. Ese, claramente, no es el caso. El algoritmo del odio suele privilegiar los aportes más agresivos que llegan a las redes pero ni son la mayoría ni representan a la persona promedio.

En las redes somos el perro de Pavlov, carne de cañón, exitoso producto de inmensas corporaciones que se benefician en grande de ponernos a pelear. La mayoría ni lo registra. Lo único que sabe es que si mete un golpe genera eco y ese eco genera atención; el activo más valioso de nuestros tiempos. Andy Warhol vaticinó 15 minutos de fama, internet ofrece tantos como queramos, siempre y cuando marchemos alineados al esquema tipo “Juegos del Calamar” con el que se regulan las interacciones digitales.

Es bueno tener esto presente cuando nos está abrumando más de la cuenta el contexto político y todo lo que conlleva. Yo trato de recordarlo pero no por eso dejo de preguntarme si tiene sentido lo que hacemos con relativa frecuencia. Si bien esa reflexión es un ejercicio sano de cuando en cuando tampoco hay que permitir que altere la brújula más de la cuenta. Reconozco que me ha sucedido y de eso quería hablarles hoy.

Si bien con los años he desarrollado piel gruesa y en general me abanico los ataques personales no deja nunca de ser desgastante imaginar a doña Teresa leyendo cuanta estupidez escriben de nosotros en redes. A menudo la recuerdo decirme, durante mi infancia, aquel refrán que advierte: “cree el ladrón que todos son de su misma condición”. Me ayuda a entender la facilidad con la que nos dicen las cosas que nos dicen.

Para un pequeño grupo de gente resulta imposible de entender que ningún partido y ninguna corporación o empresa nos paga por decir lo que decimos o pensar lo que pensamos. Nuestra agenda editorial no responde a ningún interés más que los valores conjuntos que, como equipo, compartimos. Fin. Si a cualquier persona se le dificulta procesar eso tal vez el problema no está de nuestro lado.

Como podrán imaginar nada de esto evita que con frecuencia reciba correos acusándome de ser “muy light” con Chaves o, por supuesto, todo lo contrario: “parte de la prensa canalla”. Alguna gente nos señala por ser progres chancletudos y otra por habernos “vendido” a la derecha. Sin ir muy lejos, una buena amiga me llamó semanas atrás para entre líneas decirme que teníamos responsabilidad directa en el desastre electoral del PAC porque fuimos incapaces de reconocer sus méritos cuando fueron gobierno.

Yo considero que durante los 4 años ofrecimos una cobertura justa y balanceada que en efecto fue muy crítica pero que también supo reconocer lo que fue digno de reconocer. En todo caso, incluso si fuera nuestra intención incidir en cualquier elección clara y afortunadamente estamos lejos de tener semejante poder de influencia en Costa Rica.

Como sea: llega un punto en el que toca tomarse estas cosas con humor. Hay que hacer las paces con la idea de “quedar mal por el solo hecho de existir”, como me dijo años atrás un querido amigo. Si alguien quiere pensar algo de usted lo va a seguir pensando por más que usted le demuestre lo contrario. Recordemos que a menudo aquello que pensamos no es tanto algo que sabemos sino algo que en realidad nos funciona creer porque refuerza nuestra identidad.

De ahí que resulte tan sencillo alejarse del necesario balance y dejarse seducir por los extremos que refuerzan nuestro sesgo cognitivo. Un ejemplo concreto. Días atrás recibí este mensaje: “me gustaba bastante su reporte... pero confieso que me he desencantado de un tiempo hacia acá porque... lo siento mucho menos neutral y mucho más plegado a cierta agenda política”.

A pesar de que esta persona es familia directa de un alto funcionario del la actual administración me aseguró que eso no tenía nada que ver con eso su nueva valoración de mi trabajo. Pero resulta que ese mensaje ya lo he leído mil veces antes y se resume a: “Lo siento mucho menos neutral ahora que critica personas con las que coincido y no como antes que criticaba personas con las que no coincidía”.

Ya lo he mencionado previamente. A mucha gente le resulto “objetivo” (aspiración que nunca he tenido y me parece ficticia) en tanto coincido con su “subjetividad” razón por la cual soy un buen o mal periodista dependiendo de si digo o no lo que quieren leer (es decir, aquello que les confirme y valide sus ideas, en vez de cuestionárselas).

Entonces claro, esta persona está convencida de que tengo una agenda política a la que estoy plegado. Le resulta mucho más fácil tomarse ese Kool Aid conspirativo que pensar que tal vez sí tengo una genuina preocupación cuando hago un llamado a la sensatez si veo a las máximas autoridades del Gobierno obsesionadas con representarse a sí mismas como víctimas de la prensa.

Eso fue lo que genuinamente traté de hacerle ver a doña Pilar Cisneros en mi reporte (La fantasía temeraria de la prensa canalla) cuando abordé el tema. Su respuesta fue clara y contundente. Es evidente que tenemos posiciones distintas. Es sano y prudente que al menos queden claras. Para mí, cada quien ha reflejado lo que piensa y el tema ahí quedó. Yo seguiré haciendo mi trabajo y ella el suyo, que ahora es este.

Dicho lo cual: por supuesto que hay gente mala en la prensa y por supuesto que hay sectores de la prensa que tienen intereses particulares y agendas políticas concretas. Yo no me chupo el dedo y precisamente por eso tengo clarísimo que ese juego no es exclusivo de los medios de comunicación. Es más: he visto gente nefasta, corrupta y sin escrúpulos trabajar bajo absolutamente todas las banderas imaginables, más allá de las partidarias, incluso dentro del activismo, de organizaciones no gubernamentales, el sector público, el sector privado, etc.

En resumen: gente mala hay en todo lado. Pero la mayoría de la gente es buena y también la hay en todo lado. De pronto no son tan bulliciosos pero sí que son más numerosos. De cualquier modo hay que tener mucho cuidado con las banderas que se levantan y con los discursos que se fomentan y por ahí iba mi reflexión. Como siempre, cada quien tomará lo que le sirva y leerá lo que le convenga.

Ahora bien, retomando el punto medular: sé que si algo obsesiona al ser humano además de la atención, es el poder y que cuando el poder está en juego en el fuego cruzado cae cualquiera. Nuestro trabajo implica, precisamente, revisar y cuestionar al poder (y a quienes aspiran a tenerlo) y eso inevitablemente implica alistar el pecho para la metralla. En dos platos: llevar palo es parte del oficio.

Lo tenemos claro. Pero diay... no dejamos de ser un pequeño grupo de ciudadanos promedio que no están por encima de perder alguna vez la batalla con la frustración. Eso fue lo que me sucedió meses atrás y entendí que ya no tenía el temple para seguir adelante con Café Para Tres. Me resultó no digamos inviable sino ya de plano imposible la idea de ponerme frente a una cámara y mentir. La esencia de este proyecto, desde siempre, ha sido la autenticidad, la cercanía y la transparencia. ¿Con qué cara salía yo a hablar de ser optimistas y de construir patria en medio de aquel escenario? No había forma.

Me sentí superado por las circunstancias y atrapado en una habitación asfixiante llena de gente que no podía parar de gritarse entre sí. La ola tóxica me ganó la batalla. Encima aquella famosa excepcionalidad costarricense no estuvo por encima de colocarnos de frente a unas elecciones absolutamente nefastas y una vez más tremendamente polarizantes.

Tomé la decisión consciente de ofrecerme un respiro, ponerle fin a ese proyecto del Facebook Live y darle un descanso a los repasos escritos del domingo. Ya ven: tiene sus ventajas ser mi propio jefe. Seguí atendiendo todas las responsabilidades del medio, pero los espacios donde me correspondía compartir mi opinión de forma extensa (más allá del reporte pues) recibieron unas vacaciones obligatorias y en el caso de Café Para Tres, definitivas.

Por supuesto que esa decisión va más allá de un suceso particular y en ella se valoran muchos otros elementos, particularmente los de costo beneficio a la hora de afinar la máquina para que este proyecto llegue tan largo como pueda. El esfuerzo de Café Para Tres podría parecer menor, pero aun así no se justificaba cuando el retorno era simbólico y hay tantos frentes que atender al mismo tiempo en un proyecto cuyo capital humano es más que limitado.

En cuanto al editorial de los domingos, regresa, no necesariamente todos los domingos, porque no me gusta forzar reflexiones cuando no viene al caso, pero sí con la frecuencia necesaria para seguir ofreciéndoles a ustedes un acercamiento a nuestra dinámica de trabajo, a nuestras ideas y a nuestras posiciones.

Como les he dicho, ustedes son nuestro soporte y nuestro balance. Este espacio me resulta fundamental para mantenernos cerca y para que recuerden, además, que siempre estamos a un correo de distancia y pensando en cómo servirles mejor a ustedes y al país.

Gracias, como siempre, por su paciencia y por su respaldo. Nos conmovió muchísimo que el 100% de los correos que nos enviaron apoyaron la decisión de democratizar el reporte en audio. Confiamos en el éxito de esa decisión y seguimos pensando en futuras mejoras para el proyecto, de las cuales espero cada uno de ustedes también se beneficie. ¡Un fuerte abrazo y muy feliz domingo!