El domingo 3 de abril se deslumbrará quien va a tomar el rumbo del país, con pilares esenciales de nuestra democracia, como es la libre elección que tenemos cada uno de los ciudadanos que conformamos este bello país. Más allá de colores políticos, tendremos la potestad de utilizar nuestra racionalidad como seres humanos y que nos diferencia de otras especies; para evitar un caos, en tiempos que han sido tomados por el COVID-19, situación que nos tomó de forma totalmente "inesperada" y que, además, ahora con los impactos del "conflicto" entre Rusia y Ucrania, pone de cabeza el comportamiento que nuestro país debe adoptar y seguir de ahora en adelante para dar una mayor proyección, social, política, jurídica y económica.

Recordemos que, el voto en Costa Rica es obligatorio, como lo establece el artículo 93 de la Constitución, y que como tal representa una función cívica primordial y obligatoria y se ejerce en votación directa y secreta por parte de los ciudadanos.

Sabemos que ambos candidatos tienen claro un punto en el que convergen y que se visualiza como fin último, que es, el sacar adelante a nuestro país; y, por ende, abstenerse no resulta lo más favorable ni es una opción, por lo que, debemos echar mano de nuestra racionalidad, debiendo informarnos concienzuda y responsablemente sobre ambas candidaturas, ya que esto permite, tal y como lo reflejó Aristóteles, en su famoso "Mito de las cavernas", ver más allá de las sombras, que en algunas personas persiste en la actualidad y, que ciega no solo a quien está en esa situación, sino a todos quienes se encuentran dentro de esta. Por lo tanto, debemos avanzar para salir de la cueva, visualizar la realidad y dejar huella con nuestras decisiones, para poder convivir en sociedad.

Debemos analizar y ser conscientes que vivimos en un país democrático y muchas personas no valoran que otros no tienen la posibilidad de ejercer el voto, razón que propicia que, hoy más que nunca debamos salir y poder emitir el voto; no solo para que nos vaya a representar aquel que al final logre alcanzar el puesto; sino, también, para sentirnos confiados de que ejercimos nuestra obligación ciudadana y como tal, tranquilos y tranquilas de que pudimos, de forma seria, consciente y responsable, ejercer nuestro derecho, con el ánimo de reconocer que merecemos el respeto a nuestra dignidad y a nuestros derechos políticos, sociales, económicos, culturales, ambientales, etc., como sociedad que componemos al Estado costarricense.

Sería injusto, irresponsable e irrespetuoso como persona e individuo después quejarse de aquello que ni tan siquiera hicimos el intento y que nos llevaría a un sinsabor y a no reconocernos como seres humanos pensantes y con raciocinio, que lo que provoca es resquebrajar nuestro ejercicio al voto, pilar de nuestra democracia y artífice de nuestro devenir costarricense.

Nunca olvidemos que, es a partir de nuestro voto racional y ejercido plenamente, que vamos a contribuir con una efectiva democracia y una representatividad óptima; y que, como bien lo indicó Cicerón en su momento, “quien olvida su historia está condenado a repetirla”. Démosle el respeto que se merece a nuestro país y a nuestra democracia, eso sí, teniendo presente la responsabilidad que ello conlleva, en algo tan noble, como el ejercicio del voto, para poder decidir cuando otros ni siquiera tienen la posibilidad de hacerlo.

Bien lo dijo Jean Paul Sartre:

la democracia tiene responsabilidades profundas con aquellos que habitan en ella. Y su mayor responsabilidad es, por supuesto, la educación, la distribución del ingreso, que nadie pase hambre, que nadie sea un analfabeto, y posibilidades de trabajo para todos. Si la democracia no puede dar esto… Y bueno, está fallando algo”.

En usted está la voluntad de hacer algo al respecto.

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