Nuestra Centroamérica, tan delgada —tan poco central, diría con sorna Cabrera Infante— se desgarra entre la masa geográficas de Suramérica y la de América del Norte. Como por un embudo, por Centroamérica pasan drogas hacia el norte que vienen del sur. La pobreza de siempre, pero ahora a la sombra de los carteles patrios, mexicanos e intermediarios que han ido avecindándose.

Testigo Honduras, cuyas elecciones tendrán lugar el 28 de noviembre. Son candidatos presidenciales importantes Nasry Asfura (Partido Nacional, oficialista), Yani Rosenthal (Partido Liberal), y Xiomara Castro (Partido Libertad y Refundación). Xiomara Castro, esposa del expresidente Manuel Zelaya (defenestrado por los militares en 2009), se enfrenta al Partido Nacional que hace doce años gobierna al país, y al tradicional Partido Liberal.

Trabajos de titán esperan a Xiomara Castro, de centro izquierda, si gana las elecciones y evita devaneos bolivarianos: Los expresidentes Porfirio Lobo (2010-2014) y Juan Orlando Hernández (2014-2021), ambos del Partido Nacional, son ligados al narcotráfico por los Estados Unidos. Rosenthal, alcalde de Tegucigalpa (y Ministro de la Presidencia de su esposo Manuel Zelaya) fue condenado en los Estados Unidos por lavado de dinero.

El expresidente Lobo –dice el Departamento de Estado de los Estados Unidos, ¡y ya es decir!- recibió sobornos de Los Cachiros, cartel narco vernáculo. Se le ha prohibido entrar a los Estados Unidos, tremebundo castigo que me recuerda a una dama caribeña: Sin visa americana, señor, una no es nadie.

La señora del expresidente Lobo —dicen también en el Departamento de Estado— se embolsó dineros públicos para su beneficio. Cosas de familia, su hijo fue recientemente sentenciado por narcotráfico.

El  hermano del actual Presidente Juan Orlando Hernández, el exdiputado Tony Hernández, fue condenado a cadena perpetua en los Estados Unidos por traficar droga. Desalmados fiscales  llegaron llamar a Honduras narco estado.

Un primo del candidato Rosenthal, Yankel Rosenthal,  ex ministro, reconoció ser culpable de lavar de dinero del narcotráfico para Los Cachiros.

El estado es débil con los poderosos y matón con los de abajo. No tiene el monopolio de la fuerza pero sí la usa excesivamente contra los ciudadanos, se vale de los militares para operaciones policiales y hay milicias privadas al servicio de los de arriba. Pandillas como la Mara Salvatrucha (MS-13) y el Barrio 18 controlan buena parte de las ciudades y cada vez más son subcontratadas por organizaciones del narcotráfico.

Indicio de los desarreglos, cerca de 190.000 hondureños fueron internamente desplazados entre 2004 y 2018, y solamente en 2017,  75.000 desprotegidos buscaron asilo. Las Naciones Unidas estiman a Honduras uno de los países más peligrosos para los defensores de los derechos humanos. Guatemala, Bolivia y Honduras son los países más pobres de Latinoamérica.

Poco sorprende entonces que nunca antes tantos migrantes hubieran intentado entrar ilegalmente a Estados Unidos desde México como en febrero pasado, muchos de ellos procedentes de Honduras.

Más del 80% de los hondureños está nada satisfecho o no muy satisfecho con su democracia, señala un análisis del centro de investigación Expediente Abierto.

No está en discusión en estas elecciones —acaso porque hablar de eventual legalización de las drogas puede ser suicida para un candidato presidencial— pero el corredor centroamericano entre las drogas del sur y los adictos del norte no ha mejorado con las políticas vigentes contra el narcotráfico.

Una guerra que no se ha ganado en 40 años es una guerra perdida. Hay que reinventar esta guerra contra el narcotráfico y las drogas y una de las formas más efectivas es quitarle la prohibición a todo lo que tiene que ver hoy con el tráfico de drogas, y racionalizarlo para poderlo controlar mejor, señaló el expresidente colombiano Juan Manuel Santos en entrevista con la agencia EFE.

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