Tokio puso fin este domingo a la XVI edición de los Juegos Paralímpicos, el punto final a un largo viaje de ocho años, uno más de los previstos, y lo hizo con una Ceremonia de Clausura que fue una fiesta sonora y multicolor, y con una mirada esperanzadora al futuro y legado olímpico y paralímpico que puede dejar en la ciudad.

Una pandemia se cruzó en el sueño olímpico y paralímpico de la capital japonesa, la primera en organizar en dos ediciones las dos citas. El coronavirus, y no los problemas económicos o políticos, fue el gran e inesperado obstáculo con el que se toparon los organizadores y autoridades japonesas que, pese a todo, supieron batallar contra la incertidumbre y los problemas para sacar adelante un reto mayúsculo en el escenario más complejo previsto.

 

Y después de doce días de alta competición, Tokio echó el cierre de forma definitiva. Y lo hizo apostando por una fiesta mucho más animada, en consonancia con lo que suelen ser las Ceremonias de Clausura, que con la que inauguró el evento el pasado 25 de agosto, mucha más poética y simbólica, en la que invitó a volar sin complejos y en pos de la diversidad.

En esta ocasión, los organizadores dejaron claro un mensaje en el concepto de su fin de fiesta. "Moverse hacia delante" fue el lema elegido, un mensaje de optimismo dentro de un mundo convulso todavía por el virus y ratificado con música, color, pirotecnia y alegría juvenil, algo que quizá se había echado de menos en la apertura, y apuntalando la idea de que Tokio también va a dar un paso adelante hacia una sociedad más inclusiva.

Finalmente, Yuriko Koike, gobernadora de Tokio, procedió a dar el relevo a París y a su alcaldesa Anne Hidalgo, con la candidatura francesa poniendo una porción a esta fiesta de despedida, con una sincronizada coreografía en el mismo estadio y una conexión en directo aderezada con la música del artista Pone, aquejado de ELA y que es capaz de producir mezclas musicales gracias al movimiento de sus ojos, ayudado por un software ocular. El esperanzador "Wonderful World" de Louis Armstrong dio paso al apagado de la llama y al 'sayonara y arigato' a Tokio.