Por Erika Bagnarello Espinoza – Estudiante de la carrera de Psicología
¿Conocemos lo que vive la infancia actual ante el COVID-19? Desde hace varias semanas, exactamente desde el 16 de marzo del año en curso, a partir de la declaratoria de pandemia por parte de la Organización Mundial de la Salud, el mundo como lo conocemos cambió. La amenaza para muchos y el azote mortal para otros a través del contagio del nuevo virus SARS2 o mejor conocido como Coronavirus o Covid-19 nos ha puesto de rodillas y ha transformado absolutamente todas las dinámicas tanto intra como extra familiar, además de la economía y la política.
Puntualizando en la niñez y sobre los múltiples cambios a los que han debido acoplarse a estas nuevas formas de vida, poco se ha comentado sobre el impacto que se ha generado en los niños; se habla más de los adultos por evidentes asuntos económicos ante la pausa indeterminada de las actividades laborales y consecuente déficit económico, pero sobre la infancia, es poco lo que se ha abordado. Comenta Cifuentes-Faura (2020) que aspectos como la socialización, mecánicas de aprendizaje, alimentación, relajación, ejercicio físico, horas de sueño y el afecto, se han visto significativamente trastornados en esta población; que son las verdaderas manos que deberán trabajar las consecuencias de lo que hoy acontece.
En ese sentido y para comprenderlo desde la perspectiva infantil, nos comenta Berasategi, N. et al (2020) que mediante instrumentos de evaluación sobre cómo perciben los infantes este virus y entre las respuestas recopiladas se obtuvo que es visto como un enemigo, el cual les genera miedo, tristeza, rabia y nerviosismo. ¿Qué están haciendo los adultos al respecto? Muchos lo ven, lo escuchan, lo viven, pero no saben qué hacer al respecto.
Lejos de lo que pudiera pensarse respecto a la felicidad que le puede provocar a un infante no salir de casa temprano cada día y tener que asistir a la escuela para cumplir sus deberes, el sentimiento es ambivalente, pues si bien la estancia en casa les brinda un sentimiento de arraigo y seguridad, por otro, el estar con sus pares, les brinda felicidad y la posibilidad de crear nuevos mundos, el valor de compartir ideas, conocer y comprender las diferencias así como desarrollar la tolerancia, entre otros.
Al no poder compartir y socializar (abrazarse, discutir, compartir alimentos o juguetes, jugar, correr, repartir roles de liderazgo, ganar, perder, etc) , estas actividades se convierten en frustración, ansiedad, en episodios de insomnio, irritabilidad, desesperación y hasta culpa, pues solo comprenden que el virus es malo y puede matar, pero ansían sus espacios libres con sus amigos. Visto desde esta perspectiva, el aprendizaje se ralentiza porque predominan estas sensaciones y sentimientos y el foco de atención para el procesamiento académico se desvirtúa en virtud del cambio radical de rutina, ya que antes cada actividad era un elemento de un todo de la rutina como tal.
Otro aspecto no menos importante a mencionar, es que la comprensión de respeto ante la primera autoridad externa de casa, que es el maestro (a), ha venido a que quedar sustituido por un dispositivo electrónico ante las clases virtuales, pues el estudiante lo está concibiendo como un instrumento junto al dispositivo como tal y no como el canal reforzador de valores y conocimiento para muchos o el único para otros, tan necesario en los tiempos que corren.
En ese sentido y concluyendo, entre las recomendaciones sugeridas para mitigar las sensaciones y sentimientos reportadas por menores en edad escolar de primer y segundo ciclo, está el establecer rutinas con horarios de actividades varias y entretenidas y su efectivo seguimiento y cumplimiento, puesto que aparte de consolidar la personalidad por darles una adecuada visión de la organización del tiempo, habrá una mejora en lo académico, lo social y lo emocional al dedicarle un espacio a cada necesidad y, por ende, disciplina.
Es vital conversar con ellos y darles el espacio para que expresen sus sentimientos, a su vez procurándoles el momento adecuado para que no solo se sientan subordinados sino también protagonistas en este cambio de vida, que nadie pidió ni esperó, pero al que hay que aprender a adaptarse para sobrevivir y dar lo mejor de sí mismo e inculcando la humanización y el respeto de todos los actores que ven o con quienes comparten la absorción del conocimiento o actividades de entretenimiento.