Por Carolina Delgado Paniagua - Estudiante de la carrera de Psicología
Hace unos años, una compañera de trabajo comentó que estaba realizando terapia psicológica para sobrellevar su divorcio, pero con un trabajo de tiempo completo y tres niños pequeños que atender, dejó la terapia rápidamente. Al consultarle qué la llevó a tomar la decisión de dejar de tratarse, indico que carecía de tiempo para atender las sesiones. La historia de esta mujer se repite en muchas ocasiones, pues con el ajetreo diario, hay quienes no pueden invertir ese tiempo de traslado desde y hacia el consultorio, más el tiempo de la consulta.
El internet se ha convertido en un aliado para muchos psicólogos alrededor del mundo, no solo por el mercadeo que pueden realizar, sino por ese contacto más directo con el público meta. Por medio de las redes sociales, se puede alcanzar a más personas para compartir la importancia de la sanidad mental. Hoy, la virtualidad permite que las personas puedan atender a sus sesiones desde cualquier lugar y momento. Esto también facilita el anonimato absoluto, pues en muchas ocasiones, las personas no aceptan ayuda por prejuicios, y el hecho de no trasladarse a un lugar físico donde otras personas las puedan ver puede facilitar el proceso. El terapeuta también se puede ver beneficiado en cuanto a la reducción de costos de alquiler, pues de igual manera puede facilitar las sesiones desde cualquier lugar.
Lamentablemente, así como la tecnología trae consigo ventajas, también tiene sus desventajas. En muchas ocasiones se han experimentado problemas de conexión de la red, lo que puede afectar directamente la fluidez. Aun con los mejores equipos y una buena resolución, el contacto humano y el mirar a otra persona cara a cara no puede ser fácilmente reemplazado. Hay sesiones en las cuales se puede llegar a utilizar sin mayor inconveniente el recurso de la virtualidad; sin embargo, con un paciente en crisis, se pierde el control que podamos tener sobre la sesión. También existe el riesgo de que la persona simplemente se desconecte sin dejarnos la oportunidad de actuar de manera activa o inmediata, como lo podemos hacer en una sesión presencial.
Pese a que la pandemia vino a consolidar la virtualidad para muchos campos, es un hecho que la ciberpsicología está vigente desde mucho antes. El realizar una terapia psicológica virtual se ha adoptado como parte de la cotidianidad para muchos terapeutas en el mundo entero. Lo más importante en el momento de realizar cualquier tipo de terapia virtual es sentirse cómodo en cuanto a la actualización de los conocimientos propios para este tipo de terapias, pues efectivamente serán muy diferentes a lo que estamos acostumbrados. En las terapias virtuales podemos tener todo tipo de retos y por esto debemos estar preparados para atenderlos de la mejor manera posible. Es de suma importancia que tanto el psicólogo como el paciente se sientan cómodos de llevar a cabo la terapia virtualmente, pues esto incide directamente en la calidad de esta.
En los retos podemos encontrar posibilidades para mejorar y crecer. Si ponemos los pros y contras de las terapias virtuales, podemos encontrar que están muy equilibrados y para donde se incline finalmente la balanza va a depender directamente de la percepción personal de los individuos, tanto el terapeuta como el paciente. Lo que es un hecho es que la virtualidad llegó para quedarse y cada vez son más los especialistas que se capacitan para adoptar esta nueva realidad como parte de su desarrollo profesional a largo plazo.