Por Luis Mejías Elizondo y Nathalia Ramírez Merlo – Estudiantes de la carrera de Contaduría Pública y Administración de Negocios

La guerra comercial entre China  y Estados Unidos es un tema conocido en todo el mundo.  Según el Banco Mundial, la proyección de crecimiento económico global para el 2019 era de un 2,9 %; sin embargo, las diferentes políticas adoptadas tanto en China como en Estados Unidos debido a la tensión comercial han obligado a este organismo internacional a bajar sus proyecciones en un 0,3 %.  Históricamente, el papel de la Organización Mundial del Comercio (OMC) ha sido la resolución de conflictos entre naciones a nivel comercial. Si el papel de la OMC es servir de intermediario, ¿por qué la guerra comercial entre China y Estados Unidos aún se mantiene en pie? Es clara la poca contundencia que ha tenido la OMC a la hora de tomar medidas para frenar este conflicto.

Uno de los retos más complejos que enfrenta la OMC ante esta guerra comercial es evitar una reforma, debido a la presión que está generando China, pues dicha nación exige su apoyo al G20, el cual es un grupo de países con las economías con mayor índice de crecimiento. China ha impuesto aranceles adicionales a más de 128 productos producidos por empresas estadounidenses, como medida ante la presión ejercida por Estados Unidos.

Por su parte, Estados Unidos ha presionado a la OMC para dejar de tratar a China como un país en vías de desarrollo, ya que esto les brinda beneficios a los países considerados en esta clasificación. Entre las ventajas que tiene China por ser considerado un país en vías de desarrollo está el poder proteger de forma parcial ciertos bienes producidos en este país; además, el cumplimiento de acuerdos le permite a China no aplicarlos de forma inmediata. Estados Unidos también aumentó los aranceles a los productos provenientes de China entre un 10 % y un 15 %, ya que acusan al gigante oriental de robo de propiedad intelectual.

Entre las políticas utilizadas por China con las empresas extranjeras está el que deben entregar información clasificada como propiedad intelectual, con el fin de garantizarles la entrada al mercado. China ingresó como miembro de la OMC en el 2001, pero desde los inicios su participación empezó mal, debido a que la OMC no obligó a China a reformar sus políticas relacionadas con la propiedad intelectual, sino que esta únicamente indicó que lo haría. Dicho compromiso nunca se vio reflejado y para el 2017 los ingresos económicos percibidos por China por robo de propiedad intelectual se calculan entre los 255 y los 600 millones de dólares.

Las sanciones por parte de la Organización Mundial del Comercio ante las acusaciones y presiones que realizan ambos países no son fáciles de generar. Sin duda, ante este conflicto, la OMC ha intentado ser lo más neutral y pacífica posible, por lo que lograr una solución a esta problemática entre dos países que buscan el apoyo de su posición es muy complejo de hacer, máxime por ser dos potencias mundiales que regulan gran parte de la economía mundial.

Por lo tanto, para plantear una solución eficaz se tienen que considerar los intereses de ambos países y conseguir un punto de equilibrio, para que ninguna de las dos naciones salga perjudicada, ni las demás economías que dependen de estas dos naciones. Efectivamente, las medidas tomadas por la OMC han sido poco contundentes; sin embargo, han sido decisiones prudentes y bien analizadas. Ahora bien, es imprescindible una pronta salida a esta guerra, ya que podría afectar gravemente y a largo plazo el crecimiento del comercio mundial.

 

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