Por Angie Valeria Jiménez Monge – Estudiante del TCU de ULACIT

La metodología pedagógica conocida como “aprendizaje-servicio” ha sido definida como “el servicio solidario desarrollado por los estudiantes, destinado a cubrir necesidades reales de una comunidad, planificado institucionalmente en forma integrada con el currículum, en función del aprendizaje de los estudiantes.” (Programa Nacional Escuela y Comunidad, 2001). Los sistemas educativos tradicionales han sido enfocados y basados desde siempre en el aprendizaje textual de la materia, en entregar la teoría a los estudiantes para que la memoricen y realicen una prueba en donde deben demostrar su dominio de ella, pero nadie se había preguntado qué pasaba después de eso, cuántos de estos estudiantes realmente aprendían o solo aprobaban.

“El colmo de la estupidez es aprender lo que luego hay que olvidar”, dice Erasmo de Rotterdam. Este pensamiento lo plasma el humanista entre los años 1466 y 1536, lo cual deja en claro su forma de pensar tan avanzada para un mundo que apenas estaba en pañales en el desarrollo de un sistema educativo. El día de hoy, casi cinco décadas después de su muerte, su frase comienza a tener un sentido que las personas puedan comprender, entender y aplicar.

Esto sucede cuando la necesidad por un aprendizaje más integral se convierte en una necesidad para formar estudiantes y profesionales con conocimientos más completos no solo sobre su área de estudio, sino también para aportarles una experiencia del ambiente laboral al que estos estudiantes se van a enfrentar cuando salgan al mundo real. Sin embargo, a pesar de la relevancia en la educación en estos puntos, la principal y más impactante es el aporte que se realiza a la sociedad a través de la ayuda que estas personas brindan a causas sociales y afines, además de crear conciencia sobre las realidades paralelas que existen y muchos ignoran.

Tal y como indica Arranz (2011), la universidad, como tal, tiene que aprehender este modo más rico de contemplar la educación superior, sin limitarse a proporcionar el aprendizaje de conocimientos especializados y habilidades técnicas de actuación. La introducción de valores sociales e individuales en la cultura universitaria favorecerá la inserción de estos en el currículum de las diferentes titulaciones. Toda la comunidad universitaria tiene el derecho, y también sería deseable que tuviese el deber, de estar informada acerca de la necesaria responsabilidad social, como individuo y como ciudadano.

La importancia para la universidad y cómo impacta a la sociedad este método de “aprender haciendo” radica en la optimización de una educación de calidad integral para la formación de estudiantes socialmente responsables y conscientes del impacto que pueden tener a través de estos proyectos que son una innovación social. Además, ayuda a ubicar a las universidades que aplican este método en el mapa como instituciones con excelencia académica que tienen la capacidad de trabajar de la mano para un bien común entre empresa, universidad, comunidad estudiantil y sociedad.

 

MOXIE es el Canal de ULACIT (www.ulacit.ac.cr), producido por y para los estudiantes universitarios, en alianza con el medio periodístico independiente Delfino.cr, con el propósito de brindarles un espacio para generar y difundir sus ideas.  Se llama Moxie - que en inglés urbano significa tener la capacidad de enfrentar las dificultades con inteligencia, audacia y valentía - en honor a nuestros alumnos, cuyo “moxie” los caracteriza.

Referencias bibliográficas:
• Arranz, P. (2011). La Universidad de Zaragoza en materia de Responsabilidad Social. En Saz Gil, I. (Coord.). Contribución de las organizaciones a la consecución de los objetivos de desarrollo del milenio. Valencia: Tirant lo Blanch.
• Programa Nacional Escuela y Comunidad. (2001). La propuesta pedagógica del aprendizaje-servicio. Actas del III y IV Seminario Internacional de Escuela y Comunidad. Secretaría de Educación Básica, Ministerio de Educación de la Nación.