Cuando uno vive en un país como Costa Rica y ha tenido la oportunidad y el interés de estudiar la historia, los fenómenos políticos y sociales y el desarrollo de nuestra economía nacional a través del tiempo, no puede dejar de notar y preocuparse de la manía nacional de mirar para otro lado y argumentar el desgastado y prostituido argumento del modo costarricense, de la forma pasiva (no pacificadora) cuando las cosas se crispan por el abuso de algún grupo social que pretende aprovecharse del resto de la sociedad para su beneficio sea este económico, social o cultural.

Dicho esto, y como costarricense que está en la gradería viendo el desarrollo del diario quehacer nacional, mismo que me afecta porque no somos individuos aislados, tengo que levantar mi voz y gritarles, no decirles, ¡Ya basta!

Ya basta de tener que soportar cómo el sector que posee la riqueza, que exporta, que alquila inmuebles, que maneja los hilos del comercio monopolizante, que se beneficia de contratos megamillonarios con el gobierno de turno, que nos tiene hundidos en el monocultivo de piña y banano, que hunde al campesino a precios de hambre, que negocia TLCs prometiendo motos BMW y carros Mercedes Benz, que embarca a ahorrantes con triquiñuelas financieras para apropiarse de millones de dólares, que instaura una banca privada que hace lo que le viene en gana contra la estatal que tiene las manos amarradas, que desfalca al país, o sea a todos los costarricenses, concesionando mal llamadas autopistas y obras con costos de primer mundo, que infiltra en los bancos del Estado a gente que sirve a sus intereses y no a los de la Patria, que exige que se cumpla la ley cuando muchos de ellos no pagan salarios dignos ni pagan a la CCSS el seguro de sus trabajadores generando deudas millonarias que luego saben que no les cobran porque cambian de razón social, que no cumplen la ley pagando impuestos para que luego se los condonen desde la palestra del Ministerio de Hacienda con la excusa de amnistías tributarias, que exportan para engrosar sus bolsillos con regímenes especiales, excenciones y demás regalías descaradas que ningún costarricense común y silvestre puede acceder, ese sector que quiere todo acomodado porque se autodenomina generador de riqueza, que no es más que de ellos y no del país, que se autodenomina generador de empleo como si eso fuera un favor y no una obligación, el mismo sector que quiere mano de obra barata, ignorante, sin capacidad de cuestionarse si sus derechos laborales están violados, que quiere costos mínimos y ganancias vulgarmente enormes evadiendo, coartando libertades esenciales, pidiendo y no dando.

Ya basta de exigir al gobierno de turno, títere y manso, que se cumpla la ley porque se pierden dólares, mismos que están exentos, que están por encima del común de los costarricenses y que además no están en las arcas de los bancos del país sino en paraísos fiscales en islas del Caribe y países alcahuetes. Se dan el lujo de exigir la actuación de la policía, mal pagada y que arriesga su vida, porque su riqueza está en peligro. Pero no piden esa misma intervención cuando se trata de narcotráfico, cuando se trata de lavado de capitales, cuando se trata de investigar por qué en países como España y Holanda se abren cajas de piña y banano que salieron de Costa Rica y llegan cargadas de droga dejándonos en el mayor de los ridículos en el mundo.

Ya basta de que usen las herramientas financieras y la Banca Estatal para nutrir de capital negocios leoninos, que luego se convierten en pérdidas porque fueron descubiertos. Tiene este sector la costumbre de capitalizar en sus arcas las ganancias y evadir lo más que se pueda, pero socializar las pérdidas. Porque lo indignante aquí es que cuando crecen las exportaciones y los negocios es mérito del sector, pero si hay pérdidas es el país, no sus empresas, el que pierde. Ese mismo sector es el que trata a sus trabajadores como un “costo” y no como lo que verdaderamente son: el activo más importante. Seres humanos con familia, que pagan alquiler, que compran comida, pagan la electricidad, el celular, la escuela y cuando se puede un poco de diversión en la Sabana porque no van a clubes exclusivos y hoteles caros como si lo hace su patrón.

Ya basta de acusar con el dedo y de insistir en que es el trabajador público el que tiene al país en el precipicio. Cuando en una Convención Colectiva se instaura algún beneficio es bueno recordarle a este sector rico que se negocia entre una administración y los trabajadores, y que cuando se mal maneja esa herramienta se debe no solo a las peticiones de los empleados y su sindicato, sino también a una administración permisiva que usa su influencia para el clientelismo político. Es bueno recordarle al sector rico que todos y cada uno de los empleados públicos, tanto de gobierno central como de bancos e instituciones, semana a semana tributan su renta, contrario a esos empresarios que han declarado utilidad cero por años teniendo negocios que cualquier mortal sabe que dejan ganancias millonarias, y es aquí donde la excusa de que el déficit es por culpa del barrendero, del cajero bancario, del oficinista, del técnico eléctrico del ICE o CNFL, del obrero del AyA, o de la secretaria o la maestra y el profesor se cae. El déficit no es más que producto de la evasión, de la elusión, de la majadería del empresario que no paga la Caja y los impuestos, o que contrata millones con las instituciones y paga salarios ridículos a un guarda o a un obrero. Ese mismo que tiene el monopolio de la construcción poniendo distintos nombres a sus empresas pero que es el mismo dueño y que contrata extranjeros para pagar menos, y cambiarlos cuando le venga en gana para no pagar liquidaciones. Que construye edificios con dineros de préstamos bancarios de la Banca Estatal, que no arriesga su capital, que se brinca al SETENA, que habla de crecimiento del sector sin importarle si hay poder de compra por parte de la gente, porque lo que le interesa es construir a como dé lugar y que se apañen los bancos con las deudas del que quiere casa.

Ya basta de que el gobierno de turno, que no es más que un remedo de candidaturas que este sector impone con la verborrea de la democracia centenaria y la paz, se incline ante las presiones de empresarios monopolizadores, de banca privada que se enriquece a punta de usura. Un gobierno tras otro aparecen escándalos financieros, sobornos, pagos exorbitantes a empresas concesionarias que no hicieron nada de lo contratado y sigue el silencio y la amnesia del sector rico. ¿Por qué no alzan la voz contra todos esos actos de corrupción asquerosa? Simple. Porque posiblemente algunos miembros de ese sector rico están inmiscuidos en las tramas. Aparecen en la prensa de otros países noticias sobre sobornos, estafas, proyectos mal habidos realizados en este paìs y aquí en mi Costa Rica ¡no pasa nada!

Ya basta de pasar por encima de la independencia de poderes, de querer dictar pautas al Poder Judicial para acomodar la ley y las sentencias según le convenga al empresario, al político o al grupo social dominante. Si el país está en el hueco no es más que por la ambición desmedida, la avaricia y la sed de poder de ese sector que cree que puede decir qué se hace y qué no, qué se prohíbe y qué no. Si Costa Rica vive tiempos crispados es por dejar de lado lo que las mayorías piden. La democracia es un sistema de mayorías. Es una minoría la que cree que, con proyectos de ley contrarios a la lógica y al derecho, la mayoría no va a levantarse en lucha. Si la gente común se levanta y reclama son comunistas, resentidos, alborotadores, facinerosos, toda terminología de hace 40 o 50 años, para desacreditar al contrario y al que no se supedita a su poder. Muy al estilo de Stalin.

Ya basta de un Congreso secuestrado por grupos económicos, nada tiene esta asamblea de representativa, con contadas excepciones. Una asamblea legislativa que legisla  bajo las órdenes del sector al que le conviene la OCDE, no lo que le conviene a un país subdesarrollado que necesita solucionar primero sus problemas de pobreza, desempleo, salud, finanzas, estructura y la autosuficiencia alimentaria. No puede ser que interese más la comodidad de una minoría diversa que el hambre del niño de una zona marginal del país. No puede ser que sea prioritario si se aborta o no, a la necesidad de empleo de los costarricenses que no son millenians, no puede ser  que sea prioritario un desfile dominical privado, de franquicia, a la marginación de los pueblos ancestrales de nuestro país. No puede ser que se brinde seguridad a artistas extranjeros y usted no pueda andar tranquilo en su carro.

Ya basta de permitir que el miedo se apodere de los costarricenses honrados. Se ha preguntado usted ¿por qué no puede hablar por su celular tranquilo? ¿Por qué no puede usar su tableta o su computadora tranquilo? ¿Por qué no puede ir a depositar a su banco sin miedo al asalto? ¿Ir por circunvalación sin temor a que le quiebren la ventana? Todo eso se debe a que el gobierno no ha cumplido con su deber en el tema de seguridad ciudadana. Si hay policías, que arriesgan su vida con salarios ridículos, para detener huelgas y manifestaciones, pero no los hay para detener al quiebraventanas, al narcotraficante, al delincuente que se mete a su casa, que más que casa parece cárcel, al sicario, al narco que menudea en los barrios y que está al acecho de niños de escuela y colegio. No hay policías de tránsito, otros con salarios ridículos y horarios extenuantes, para detener a los irresponsables que hacen piques, al loco que viaja a 120 kph, al motociclista irresponsable que muere por crear tercer carril, pero si los hay para bajar placas a manifestantes.

Ya basta de que ese sector se crea con la facultad de decir si ANEP, o cualquier sindicato debe desaparecer por hacer la lucha en el único lugar que puede: la calle. Ahora resulta que es ese sector el que dicta pautas al Ministerio de Seguridad, a la Asamblea Legislativa y al Poder Ejecutivo. Poco falta, sino es que ya, para que decidan qué juez y qué magistrado se alinea.

Y podríamos seguir enumerando, pero es deprimente. El país está en bancarrota y el gobierno de turno, al igual que los anteriores, continúa aplicando la costumbre de hacer un hueco económico para tapar otro, se preocupa por generar dinero para prestar al sector rico, pero no busca mejorar las condiciones financieras de la inmensa mayoría de costarricenses que está hundida pagando tarjetas de usura y préstamos eternos. Se le perdonan deudas millonarias a ese sector, pero no se buscan políticas de reacomodo para el trabajador normal.

Ya basta de que el gobierno de turno esté dando palos de ciego, inventando el agua tibia. Resulta que ahora sí se da cuenta el Presidente de que hay que escuchar a todos los sectores, que ahora se da cuenta que falta diálogo, que ahora, año y medio después de elegido, entiende que debe darse el diálogo. Eso fue lo primero que pudo haber evitado la huelga anterior, eso fue lo que los sectores sindicales le pidieron desde el principio! Y luego, tiene una epifanía y entiende hasta ahora de qué se trata.

¡Ya basta!

La solución no es otra que acatar lo que la mayoría pide y ordena. ¡Y la mayoría está gritando ya basta!

Pd: Soy un emprendedor que paga sus impuestos. Hijo de un trabajador al que su patrono dejó de pagarle el seguro durante 8 largos años, a un hombre que nunca se ausentó ni llegó tarde, y que no pudo pensionarse con tiempo y con una cantidad respetable porque su patrono incumplió la ley. Soy un hombre que también sufrió lo mismo por un patrono empresario.
Quiero que se aplique aquella máxima del derecho romano: La ley pareja no es dura. Si pago, que los grandes evasores paguen, si les condonan deuda, a mí también. Que se cumpla lo que determina la Constitución: Todos somos iguales ante la ley.

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