Una de las grandes ventajas de los infames tiempos líquidos es, sin duda, el acceso a la información. Es cierto que el “algoritmo de Facebook” (que no es otra cosa que un espejo del “algoritmo humano”) está diseñado para incrementar las reacciones explosivas y desinformadas pero también es verdad que, serenidad y paciencia de por medio, toda información que llega a nosotros puede ser corroborada y contrarrestada en cuestión de segundos. Simplemente tiene que importarnos lo suficiente. Y si nos importa un poco más, podemos ayudar a los demás compartiendo, también, aquello que averiguamos por nuestra cuenta. Hoy en día este último gesto (a la luz de la fuerza de la desinformación) es prácticamente un deber moral y, por decirlo de alguna forma, cívico.
La fórmula es fácil pero... cansada. Digo fácil porque es a todas luces evidente que si un candidato fundamentalista se lleva de paseo por la zona rural a un par de argentinos que promueven la existencia de la “ideología de género” él lo es...