«¿Recuerda los programas televisivos de los ochentas?», me preguntó un amigo. «Pues claro, ¿¡cómo olvidarlos!?», le respondí. Los Magníficos, El Auto Fantástico, Lobo del Aire, y muchas otras series le trajeron inmensa alegría y emoción a los niños y adolescentes de la época. Pero de todos, uno, en particular, sobresalía. ¡MacGyver! Ambos sonreímos recordando como, con su cuchilla y un poco de ingenio, salía triunfal de las peores situaciones.

Finalizada la conversación decidí buscar vídeos en la plataforma Youtube y coincidí con uno de Eva Soriano, una comediante española, quien, durante una entrevista, hizo mofa de Bad Bunny. Sí, había escuchado mencionar al cantautor, pero nunca me detuve a escuchar su música. Procedí a buscar al cantante y encontré una de sus canciones. «¡Por las barbas de…! ¿Qué es eso?», me preguntaba, anonadado e incapaz de comprender aquel… aquel… ¿Existe algún término para describir ese estilo de «canto»?

Bueno, en fin, inmerso en un estado de shock pensaba: «El contrapunto de Bach, exquisito, por donde se quiera mirar. Las oberturas de Rossini, ¿quién no las ha tatareado? Pierre Schaeffer y sus combinaciones excéntricas de sonidos, ¿algunas asustan, no? Boulez y su serialismo integral, siempre meticuloso hasta el último detalle. Estos y muchos otros seres humanos dedicaron miles de horas para entretejer los eslabones de una historia musical repleta de maravillas y… y… ¿A esto llegó la música?, ¿es en serio?».

Como si fuese poco, el uso del lenguaje, siendo modesto, resulta aterrador. Afligido tras semejante encuentro, tuve la necesidad de acudir a las investigaciones filosóficas de Wittgenstein como si se tratase de una especie de brebaje capaz de potenciar la imaginación. «¿Por qué?», se preguntarán. En sus famosos juegos de lenguaje anhelaba encontrar algún beneficio al particular uso del idioma que hace el mentado «cantante». ¿Logré algo? ¡Nada!
—A seguir leyendo—dije en voz alta sin perder las esperanzas.

Y así lo hice. Llegué al parágrafo 43 el cual versa: «el significado de una palabra es su uso en el lenguaje». Con la frase en mente decidí jugar con ella. «¿Y si sustituyo “el significado” por “la aplicación”? No. ¿Y si la cambio por “el provecho de una palabra”? Sí… No… Quizá…», pensaba, haciendo malabarismos con las palabras cuando el bombillo del ingenio se encendió. Si esta «música» resuena en las juventudes, ¿cómo sacarle un provecho académico a sus no tan elaborados compases y «versos»? En cuanto a la música, nada que hacer, pero… Abrí de nuevo la aplicación y procedí a escuchar una «canción» completa y… ¡Eureka! ¿Cómo no lo vi antes? ¡Está repleta de metaplasmos! Usa mucho la supresión como el caso de «ۚpa» donde le aplica un apócope a «para» o «ta» donde la palabra original «está» sufre aféresis. ¡Claro! Ideas como ésta o los célebres vídeos de la profesora Teresa, la filóloga española y famosa tiktoker, podrían servir para enganchar a los jóvenes.

—¿Y eso qué?— podría cuestionarse el lector.

En tiempos donde Costa Rica experimentó un retroceso en las pruebas PISA es necesario tratar de obtener el máximo beneficio de cuantos medios tengamos al alcance. Y como pudo verse, incluso, en el peor de los escenarios, siempre es posible obtener una lección. ¿Se les ocurre cómo «hacer otros maguivers» para incentivar el aprendizaje de la gramática en los niños y adolescentes?

Leo sus comentarios.

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