Imaginemos una sociedad sin acceso, o muy poco acceso, a libros. Sin bibliotecas públicas, o con muy pocas. O con bibliotecas que cobran una cuota de membresía elevada. Imaginemos una sociedad sin salas de cine, o con cines que solo proyectan dos o tres películas comercialmente rentables. Una sociedad en la que jóvenes autores no tienen oportunidades de encontrar apoyo. Una sociedad sin galerías de arte, o con galerías de arte solo accesibles para las personas más adineradas. Donde los hablantes de lenguas menos habladas tienen poca oportunidad de encontrar un público para sus expresiones artísticas. Imaginemos una sociedad donde el público en general no tiene la oportunidad de disfrutar de una variedad de expresiones culturales y obras de arte.

Hace veinte años, en el 2005, gobiernos de todo el mundo concluyeron que una sociedad así no es deseable. Reunidos en la UNESCO, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, adoptaron un tratado legalmente vinculante para apoyar la diversidad cultural: la Convención sobre la Protección y la Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales. Su adopción fue un momento histórico en la política cultural multilateral que tenemos buenas razones para recordar veinte años después.

La convención llevó la diversidad cultural a primer plano. En el texto adoptado, los gobiernos reconocen la diversidad cultural como una característica intrínseca de la humanidad que debe valorarse y fomentarse. La diversidad de las expresiones culturales proporciona a la humanidad una variedad de opciones y visiones del mundo y es, por tanto, una fuente de creatividad y desarrollo. La convención reconoce que todas las culturas tienen igual dignidad y merecen igual respeto, y enfatiza la importancia del diálogo intercultural.

Los gobiernos desarrollaron y adoptaron la convención porque se dieron cuenta de que el acceso a una diversidad de expresiones culturales podría estar en peligro: amenazado por la posición dominante de unos pocos actores económicos fuertes, por procesos de homogeneización a veces acelerados por las nuevas tecnologías; amenazado si las expresiones culturales se dejan únicamente en manos de las fuerzas del mercado. La convención no niega la perspectiva económica de la cultura. Por el contrario, uno de sus objetivos es que prosperen en todas partes industrias culturales vibrantes. Pero la convención también reconoce que las expresiones culturales no pueden reducirse a la dimensión económica, porque estas “son portadoras de identidades, valores y significados, y por consiguiente no deben tratarse como si sólo tuviesen un valor comercial” .

La Convención proporciona un marco para el desarrollo de políticas culturales a nivel nacional y para la colaboración en materia de cultura entre países. Se alienta a los gobiernos a crear un entorno que permita florecer muchas expresiones culturales diferentes de muchos grupos diferentes. Esto puede incluir, entre otras cosas, medidas regulatorias, apoyo financiero, el fortalecimiento de las instituciones públicas y, en general, la creación de un entorno en el que los artistas puedan expresarse y tengan los medios para hacerlo.

Los países también acordaron una serie de medidas prácticas para apoyar las diferentes manifestaciones culturales en todo el mundo. Entre otras cosas, instituyeron un fondo para apoyar iniciativas a pequeña escala al que los países pueden acceder. Los países también acordaron revisar periódicamente sus esfuerzos para promover la diversidad cultural, de modo que la convención también garantice la rendición de cuentas.

La convención dio lugar a una serie de iniciativas de apoyo a la diversidad cultural en los años posteriores a su adopción. En Costa Rica, por mencionar un ejemplo reciente, la Fundación La Libertad está recibiendo apoyo del Fondo Internacional para la Diversidad Cultural para fortalecer el ecosistema creativo mediante educación técnica para jóvenes en campos como diseño, artes visuales y tecnología, promoviendo la alfabetización digital y potenciando la representación de las mujeres jóvenes en las industrias creativas de Costa Rica. Este fondo de la UNESCO vendrá a apoyar el trabajo que dicha fundación realiza hace más de 15 años, colaborando a que poblaciones diferentes, a menudo con pocos recursos, participen en actividades culturales y de formación en industrias creativas.

Con el apoyo del Fondo Aschberg de la UNESCO, para mencionar otro ejemplo, la Universidad Nacional emprendió una evaluación de las condiciones laborales de jóvenes artistas en el país, describió el contexto a menudo difícil en el que operan y desarrolló recomendaciones para facilitar que jóvenes artistas produzcan y difundan su trabajo con éxito. Los resultados de este proyecto han sido claves para el trabajo a nivel centroamericano que la UNESCO está llevando a cabo con la Coordinación Educativa y Cultural Centroamericana del Sistema de Integracion Centroamericana (CECC-SICA) sobre las condiciones laborales de las personas artistas.

En una línea similar, nuestra oficina se complace en apoyar los esfuerzos actuales en el país para hacer más visible el sector cultural y acercar la cultura a las comunidades. Por ejemplo, apoyamos la Fiesta Nacional de la Lectura en la Antigua Aduana, evento inscrito en la lista de celebraciones celebran el 20 aniversario de la convención. Este encuentro es una demostración impresionante de la variada producción literaria y la actividad editorial en el país, así como de la energía y dedicación con que se lleva a cabo.

20 años después de su adopción, hay razones para celebrar el éxito de la Convención sobre la Protección y la Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales. Celebrar la conciencia que ha creado sobre la importancia del acceso público a una amplia gama de expresiones culturales. Aplaudir que proporcionó un espacio para que los gobiernos apoyen activamente el sector cultural en sus países y destacar el valor irreductible de las expresiones artísticas en todo el mundo. 20 años después, la Convención también sirve como recordatorio del valor de un sector cultural vibrante en un momento en que la cultura ha vuelto a estar bajo una intensa presión económica en todas partes del mundo.

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