Orson Welles, murió en 1985, no vió el cambio del monopolio de la información de los grandes medios de comunicación, ni la llegada del internet y menos la influencia de las redes sociales en la política.

Welles, genio productor, quien, a sus 23 años, saltó a la fama mundial por su icónica narración radiofónica de la "Guerra de los mundos" en 1938, padeció la anulación profesional, ante el poder de los grandes medios, luego de producir "El Ciudadano Kane" en 1941, al pretender develar públicamente la vida del multimillonario William Randolph Hearst, y a pesar de haber ganado el Óscar al mejor Guión Original por esa producción, fue condenado al ostracismo.

El Ciudadano Kane es considerado, por la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, una de las mejores películas de todos los tiempos; inspirada en el magnate de los medios, Hearst (1863–1951), padre del periodismo amarillista, a quien se atribuye la frase: "tú pones las imágenes, yo pondré la guerra".

Hearst, a través de sus medios, instigó para provocar la guerra Hispano-Estadounidense en 1898, en la cual Estados Unidos se anexó Cuba, Puerto Rico (actualmente Estado Asociado), Filipinas y Guam.

La película muestra la insatisfacción, el deseo de poder del ciudadano Kane y la opulencia de su palacio Xanadú, que retrataba, de alguna forma, el estilo de vida del Hearst Castle, ubicado en San Simeon, California.

Welles resolvió el conflicto de deseo insaciable del Ciudadano Kane, en la última palabra de Kane, antes de morir, "Rosebud", nombre del trineo de nieve en su niñez, evocando el recuerdo más feliz y a la vez su inocencia pérdida.

Entre las muchas situaciones que vale la pena divulgar en medios, redes sociales y de luchar en política, proteger la niñez de influencias ideológicas y movimientos que atenten contra la pérdida de su inocencia, es una de ellas.

Los niños de hoy, serán los ciudadanos del mañana, por eso si la política se atiborra de ciudadanos kanes, ávidos e insaciables de poder, insatisfechos por conflictos no resueltos en su niño interior, triste futuro nos espera.

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