Este 30 de julio se conmemora una fecha clave en la historia democrática de Costa Rica: el día en que, en 1950, las mujeres —Bernarda Vásquez Méndez y Amelia Alfaro Rojas siendo las primeras— ejercieron por primera vez el derecho al voto en nuestro país en el plebiscito sobre La Tigra y La Fortuna. No fue un acto simbólico: fue el inicio de una revolución silenciosa que aún sigue en marcha. Uno de los momentos más conmovedores de mi vida, me lo regaló mi abuela Ofelia, quién nació sin el derecho al voto en 1914, y a quién pude acompañar a votar en las elecciones del 2014, y ver sus ojos con lágrimas al salir del recinto, maravillada de que tuvo la posibilidad no sólo de votar, sino de votar por una mujer para presidenta, y verle esa misma ilusión cuando le colocaron la banda presidencial a doña Laura Chinchilla.

Han pasado 75 años desde aquel primer sufragio femenino, y aunque el sistema democrático costarricense ha avanzado en términos de inclusión, no podemos darnos por satisfechos. Después de muchas luchas de muchas lideresas, las mujeres hemos conquistado el derecho a estar en las papeletas, sí, pero no siempre en condiciones reales de competir, liderar o transformar.

Según datos del Tribunal Supremo de Elecciones (TSE), en las elecciones legislativas de 2022, fueron electas 27 diputadas, lo que representa un 47,4 % de los escaños en la Asamblea Legislativa, la conformación que más se acerca a la paridad en la historia, pero aún sin alcanzarla. Pero la historia es distinta en el ámbito local: en las elecciones municipales de 2024, solo 22 mujeres fueron electas como alcaldesas de los 84 gobiernos locales, lo que equivale a apenas un 26,2 %. Aunque es la cifra más alta registrada hasta hoy, evidencia la desigualdad persistente en los espacios de poder más cercanos a la ciudadanía.

Además, en esas mismas elecciones se registró un récord: 39.695 solicitudes de inscripción de candidaturas, y por primera vez en la historia electoral nacional, el padrón estuvo compuesto mayoritariamente por mujeres: 1.798.160 ciudadanas inscritas frente a 1.772.647 hombres. Es decir, las mujeres representamos más del 50,3 % del electorado, pero estamos lejos de ocupar esa misma proporción en los espacios de decisión.

Pero la paridad no puede convertirse en una coartada para perpetuar los intereses de siempre. Necesitamos liderazgos femeninos auténticos, no delegadas ni decorativas. Necesitamos también mujeres agentes políticas que entiendan, interioricen, y se comprometan con la importancia de una agenda que les garantice a las mujeres una participación igualitaria, digna y justa en sociedad y todos sus espacios, y que actúen para cerrar las brechas.

La desigualdad estructural sigue limitando la participación política de las mujeres. Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), en 2025 la participación laboral femenina es del 44,7 %, frente al 68,1 % de los hombres. El desempleo femenino también es más alto: 8,6 % frente a 6,7 %. Sin independencia económica, muchas mujeres siguen sin los medios —ni el tiempo, ni las redes de apoyo— para involucrarse activamente en la vida política.

La falta de equidad no solo se expresa en la distribución de candidaturas o en el acceso real a espacios de poder, sino también en la profunda disparidad en el financiamiento político. A nivel global, las mujeres candidatas reciben en promedio un 37 % menos recursos que sus pares masculinos, lo que limita significativamente su capacidad de competir en igualdad de condiciones. En América Latina, esta brecha es particularmente marcada: en países como Colombia, las mujeres reciben hasta un 50 % menos financiamiento que los hombres, mientras que, en Brasil, a pesar de asignaciones formales de recursos, las mujeres acceden a menos del 3 % de los escaños. La situación es aún más crítica para mujeres afrodescendientes, quienes no solo enfrentan menos oportunidades de figurar en listas competitivas, sino que además tienen un acceso más restringido a redes de financiamiento y apoyo político. Debemos reconocer que existe esta desigualdad estructural también en nuestro país, y que debe ser enfrentada con acciones concretas si realmente queremos construir una democracia representativa y paritaria.

En mayo de 2025, el TSE recibió una invitación directa de la Comisión Interamericana de Mujeres de la OEA, junto al Gobierno de Francia, para liderar en Costa Rica un piloto regional que mejore la transparencia del gasto electoral con un enfoque de género. Esto evidencia un interés institucional por combatir desigualdades financieras que afectan particularmente a las candidatas. Este trabajo no solo debe contener acciones afirmativas concretas, sino claramente con una perspectiva de inclusión interseccional que pueda promover la inclusión de todas las mujeres costarricenses.

A esto se suman los desafíos del cuido, la violencia política, el acoso digital y la falta de acceso igualitario a la formación y financiamiento electoral. No basta con abrir la puerta: hay que garantizar que todas podamos cruzarla en condiciones de igualdad.

Frente a las elecciones nacionales del 2026, el reto es urgente y profundo. Debemos decirlo con claridad: no aceptamos una democracia de fachada. Queremos una democracia donde las mujeres no solo estén, sino que manden, decidan, propongan y lideren. Y queremos que lo hagan desde su propia convicción, y no en representación de otros o como piezas de recambio.

Este 30 de julio no es solo una efeméride. Es un recordatorio de que los derechos conquistados pueden estancarse si no hay voluntad para consolidarlos. Y es también una promesa: estamos comprometidas con la lucha continúa.

Por eso, en memoria de aquellas que abrieron camino, y en nombre de todas las que vendrán, debemos seguir luchando para que cada niña costarricense crezca sabiendo que no solo tiene derecho a votar, sino también a gobernar y que están garantizadas las mejores condiciones para su participación. con autonomía, con voz propia y sin pedir permiso.

Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio. Delfino.CR es un medio independiente, abierto a la opinión de sus lectores. Si desea publicar en Teclado Abierto, consulte nuestra guía para averiguar cómo hacerlo.