
Expertos advierten sobre menor crecimiento económico y aumento de la incertidumbre para el cierre del 2025.
En el foro Costa Rica ante un nuevo orden económico mundial, organizado por Coopenae-Wink, el economista Daniel Ortiz, miembro independiente del Consejo de Administración de Coopenae, presentó un análisis sobre el estado actual de la economía costarricense y sus proyecciones para lo que resta del 2025 y el año 2026.
Según Ortiz, el país atraviesa un periodo de desaceleración económica visible en el consumo, el comercio y otros sectores clave. Aunque descartó una recesión, indicó que se percibe una economía “que se mueve más despacio, pero no en retroceso”.
Uno de los sectores que ha perdido dinamismo es el régimen definitivo, que representa el 85% de la economía nacional. Entre los signos de desaceleración se destacan la caída en ventas de vehículos, alimentos y bebidas, una contracción en el sector construcción y una disminución de 27.000 personas ocupadas al cierre de marzo.
“Costa Rica cuenta con diferentes motores económicos. La desaceleración de la economía nacional preocupa, ya que en inicios de 2025 había solo un sector económico con los números de crecimiento en rojo; a la fecha ya existen tres: agricultura, construcción, además de alojamiento y comidas”, señaló Ortiz.
En el ámbito internacional, el regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos ha alterado las expectativas globales de política económica. Aunque todavía no está claro el rumbo que tomará, se anticipan cambios que podrían afectar las cadenas de valor y el comercio internacional.
“Con la aplicación de los nuevos aranceles que está imponiendo el Gobierno de Donald Trump se genera una sensación de incertidumbre. Esto provoca que las empresas inviertan menos, lo cual claramente impacta a otros mercados. Estamos ante un nuevo orden económico global, más incierto y volátil. Esto implica riesgos concretos para Costa Rica, como una menor inversión extranjera directa, una caída en el turismo o incluso la repatriación de utilidades por parte de empresas en zonas francas”, advirtió.
Ortiz también explicó que estos factores podrían reducir la entrada de divisas y ejercer presión sobre el tipo de cambio. Aunque el colón se ha mantenido estable en el último año, el mercado proyecta una devaluación moderada en los próximos 12 meses.
“El tipo de cambio responde a la oferta y demanda de divisas. Si hay menos dólares circulando, por caída en exportaciones, turismo o inversión extranjera directa, la presión sobre el colón será inevitable. Estamos en un entorno en el que los gastos empresariales están creciendo; las empresas en el país gastan en dólares, lo que hace que la salida de insumos sea mayor a lo planificado. Esto se traduce en un golpe a quienes no suelen manejar esta divisa”, añadió.
A pesar de una inflación históricamente baja, incluso negativa, el Banco Central de Costa Rica ha optado por mantener sin cambios la Tasa de Política Monetaria (TPM). Esto ha sostenido niveles elevados en la Tasa Básica Pasiva, que sirve de referencia para unas 700.000 operaciones crediticias en colones.
Otro factor de riesgo señalado por Ortiz es el crecimiento del crédito en dólares, incentivado por la apreciación del colón en años recientes. Aunque esta tendencia empieza a estabilizarse, representa un riesgo estructural en caso de un ajuste abrupto en el tipo de cambio, como ocurrió en 2022.
Las proyecciones presentadas apuntan a un crecimiento económico menor al esperado para 2025, con una continuidad de niveles moderados durante 2026. Entre los factores que inciden en este escenario se encuentran la debilidad del comercio global, menor demanda interna, estancamiento del régimen definitivo, escasa generación de empleo de calidad y el impacto de la inseguridad.
Ortiz concluyó que “la economía mundial está cambiando rápidamente y todavía no sabemos con claridad hacia dónde se dirige. Para Costa Rica, esto implica la necesidad de actuar con cautela, fortalecer su resiliencia interna y prepararse para un entorno más desafiante”.