La artista costarricense presenta Insurgente, un EP debut que marca su primera postulación a los Latin Grammy.
Flama nació en Costa Rica en los años 90 y actualmente radica en Europa. Su música —marcada por una identidad no binaria y un eclecticismo emocional— trasciende géneros y etiquetas para construir atmósferas donde el bolero, la balada y el flamenco dialogan con lo íntimo.
Tiene una voz poderosa y atemporal que, como su nombre, parece despertar una flama danzante que arde en un espacio oscuro de noche, donde se permite sentirlo todo profundamente: hasta que el miedo, el dolor, la rabia y las lágrimas broten y transmuten en ese fuego que alumbra, seca y sana las heridas heredadas de otras generaciones.
Creció en un entorno conservador, intolerante y opresivo, lo que marcó su identidad y su historia como artista. A los 17 años, luego de revelar su identidad queer, dejó su país y se fue a Los Ángeles, donde comenzó a desarrollar una fuerte presencia escénica interpretando música en las calles mientras aprendía a componer y producir.
Ese trayecto nómada —atravesado por la disidencia, la migración y una sensibilidad radical— fue el origen de una propuesta artística que terminó de tomar forma en México, donde se lanzó como solista y encontró el pulso para cantar lo propio desde la raíz hasta la ruptura.
En un mundo que insiste en la contención, ¿qué puede ser más radical que sentirlo todo?
Esa es la pregunta que atraviesa Insurgente, su EP debut que propone lo contrario: sentir como forma de liberación. Con una voz que navega entre géneros y memorias, Flama comparte un testimonio del valor que implica confrontar las emociones, navegando las fibras profundas del alma.
Este nuevo EP también marca su primera postulación formal a los Latin Grammy, en lo que representa un paso significativo dentro de su camino artístico y de su proyección internacional.