Por Marco Anatoly León – Estudiante de la carrera de Derecho

¡Todo es relativo! concepto que la sabiduría popular (ignorancia popular es el nombre correcto que deberíamos dar) insiste en enunciar como si fuera un recurso intelectual muy confiable y que todos debemos aceptar sin necesidad de analizar y reflexionar al respecto. Se presenta como una verdad antigua y harto comprobada en la que todos debemos confiar, algo así como que si un carro nos atropella a 60 kilómetros por hora tenemos una posibilidad superior al 99 por ciento de morir. Pero no, mi querido lector, no todo es relativo, por ejemplo: los derechos de las mujeres no son relativos dependiendo de la cultura, son relativos dependiendo de quien tiene el poder, pero no porque su condición de ser humano sea más o menos valiosa en tanto hayan nacido en Arabia Saudita o en San José de Costa Rica; es solo variable porque al que manda le gusta cambiar las reglas del juego a su conveniencia, y eso, mi querido amigo o amiga, no es relativo.

Otra vez, alguien se puede pasar de astuto pretendiendo relativizar los conceptos que gobiernan nuestra convivencia como seres naturales en un mundo material, o los principios científicos que explican nuestra realidad de acuerdo con nuestro mejor saber, y de esta forma poner en entredicho aquello que en un momento dado le convenga o no le convenga según la situación que le toca vivir o enfrentar.

Pero esta despreciable táctica de combate intelectual y manipulación de muy peligrosas consecuencias nos ha llevado a un momento histórico que pocos pudieron prever: la era de la posverdad. Políticos de dudosa altura moral y ética como Donald Trump, o figuras del espectáculo de escaso talento —que para los fines de este artículo son lo mismo— se sirven de este manoseo de los hechos y su expresión u crónica para crear una burbuja de distorsión de la realidad, en que su relato o mejor dicho su cuentazo se ajusta a sus intereses, mientras una horda gigantesca de personas que se comportan como ovejas les siguen sin cuestionar o sospechar las intensiones reales detrás de tales recuentos o novelas, que apenas si sostienen sino con la complicidad del baboso que las cree.

La conspiranoia y toda suerte de bulos y rumores son lo común y corriente en el mundo de las redes sociales y las conversaciones poco serias de cafetín, pero, aunque a primera vista parecerían que no comportan mayor riesgo para nuestra sociedad, realmente representan el mayor peligro imaginable para el sostenimiento de las bases de las sociedades democráticas y respetuosas de los derechos humanos. Esto lo podemos observar fácilmente, en tanto cada mentira que se dice y que alguien cree le hace daño a una persona o un grupo que eventualmente sirve de víctima para las malsanas intenciones del mentiroso.

Hablar de fraude electoral cuando no me convienen los resultados de una votación parece una mentira de poca monta, pero cuando se deja crecer esta maligna versión, en especial en las mentes menos informadas y analíticas, nos colocamos en posición de vivir la trágica revuelta que costo al menos cinco vidas en el capitolio de EE. UU. el pasado 6 de enero.

Por mucho que la posverdad se hay metido en casi toda la información y manejo de la comunicación que recibimos día con día, debemos enfrentarla, aunque parezca una avalancha de mentiras que pronto acabara con nuestro estilo de vida y las aspiraciones de una sociedad más justa y llena de oportunidades. La verdad a medias, la verdad manipulada, la posverdad es definida por Oxford (2016) como el fenómeno que se produce cuando "los hechos objetivos tienen menos influencia en definir la opinión pública que los que apelan a la emoción y a las creencias personales", e incluso la declaró la palabra del año 2016. La posverdad es nociva e insidiosa y se mete poco a poco en la vida y las mentes de todos nosotros. Nos lleva a creer casi siempre algo que le conviene a un grupo de presión, y terminamos actuando, aún en contra de nuestros intereses y los derechos de las demás personas.

Es por eso que el análisis serio y objetivo, el estudio y la reflexión sobre nuestro entorno informativo deben ser los instrumentos de combate en esta guerra de mentiras contra los hechos, donde parece que la víctima más común y la primera en salir jodida es la verdad.

 

MOXIE es el Canal de ULACIT (www.ulacit.ac.cr), producido por y para los estudiantes universitarios, en alianza con el medio periodístico independiente Delfino.cr, con el propósito de brindarles un espacio para generar y difundir sus ideas.  Se llama Moxie - que en inglés urbano significa tener la capacidad de enfrentar las dificultades con inteligencia, audacia y valentía - en honor a nuestros alumnos, cuyo “moxie” los caracteriza.

Referencias:
  • Oxford Languages. (2016). Word of the Year 2016. https://languages.oup.com/word-of-the-year/2016/