Somos personas tenues.

No somos fracasados ni marginales; simplemente somos tenues, como una bombilla de baja potencia. No pasamos inadvertidos, pero tampoco llamamos demasiado la atención. No somos perdedores, no seríamos considerados así por los gurús del éxito, pero tampoco nos pondrían como ejemplo de éxito. De seguro somos inclasificables para ellos. Somos los actores eternamente secundarios nominados al Oscar que, cuando por fin ganamos, alguna polémica nos roba la atención. Somos personajes de los hermanos Coen.

Tenemos habilidad destacable (pero no extraordinaria) para unas cosas e ineptitud aceptable (no desastrosa) para otras. Llevamos un saldo a favor entre frases inteligentes e idioteces. Somos un poco lentos de nacimiento, pero igual llevamos ventaja en la vida.

Tenemos algunos premios, algunos hits, de vez en cuando nos dicen algo bonito y tenemos alguillo de prestigio. No estamos en boca de la gente, pero a veces nos damos cuenta de que alguien habla de nosotros, casi siempre bien. Tenemos una base de fans que admiran nuestro trabajo, pero es mejor que no nos conozcan en persona; podrían decepcionarse.

Nunca somos el alma de la fiesta, pero sí nos invitan a fiestas. Cuando estamos en una reunión, nos saludan un poco menos efusivamente, nos interrumpen un poco más y nos cuesta tomar la palabra. Todo lo que decimos parece tener un poco menos de importancia, pero después la gente dice que nuestro aporte fue muy valioso y que caemos bien. La gente nos aprecia, aunque no nos siga. Nunca falta alguien que nos presente al ministro, al famoso, al presidente, al empresario que le da órdenes al presidente, pero después ninguno se acuerda de quiénes éramos.

Siempre nos hemos sentado en los pupitres de atrás, cerca de las puertas, para salir sin que nos vean. Nos sentamos a la par de la gente que también se siente intimidada. Los profesores se olvidan de nosotros, pero cuando se acuerdan dicen que fuimos buenos estudiantes. Nos gusta ser invisibles y los demás parecen estar de acuerdo en que lo seamos.

Somos tan sutiles que parecemos buenos incluso cuando estamos haciendo con deleite algo malo. No causamos polémica ni siquiera cuando tratamos de hacerlo con flagrancia. No nos acosa la prensa, pero nos entrevista de vez en cuando, nos hace las mismas preguntas de hace diez años y nosotros respondemos siempre lo mismo y nadie lo nota. No tenemos enemigos, ni amigos poderosos, ni somos enemigos de nadie. Nunca nos desean el mal. Participamos en política y sabemos alguillo más sobre ella que el resto de la gente, pero nunca somos el candidato ni el caudillo ni la oposición ni el disidente ni el experto. Estamos protegidos contra el deporte nacional de la serruchada de piso.

Somos personas tenues y también sufrimos en forma tenue. No nos va lo suficientemente mal para que la gente se apene por nosotros. No nos deprimimos; nosotros languidecemos y nadie toma en serio languidecer, porque parece un mal de burguesitos, chineados y funcionarios públicos. Somos como un país nórdico: no tenemos derecho a sufrir, porque sentirse intrascendente y aburrido no es sufrir.

Escribimos en primera persona plural porque escribir en primera singular sería sobresalir demasiado.

Pero, no se engañen: no somos mediocres. Estamos unas rayitas más arriba de eso, en una frontera todavía más extraña que la mediocridad, donde el gris de la zona gris se pone un poquito más claro. Tampoco somos conformistas, porque tenemos un grado de inquietud suficiente para romper el continuum que nos rodea.

Vamos al mundial y nos eliminan pronto, pero hacemos buenos goles y hasta nos damos el taco de poner a sudar a algún equipo famoso. Brillamos lo suficiente para formar parte de una constelación, pero somos las estrellitas más pequeñas, las que desaparecen cuando hay demasiada contaminación lumínica y, aun así, la constelación sigue teniendo forma.

Somos eternos y eternamente los mismos.

Siempre estamos casi casi.

Siempre estamos, diay, ahí.

Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio.