Por Laura Salas Suárez – Estudiante de la carrera de Mercadeo y Medios
"Los equipos creativos deben tener la posibilidad de compartir sus ideas no solo a través de las palabras, sino también visual y físicamente." - Tim Brown, presidente de la empresa de Diseño global IDEO
En definitiva, la innovación forma parte de nuestro día a día. La tecnología de la información y los avances en la comunicación han transformado las diferentes maneras de resolver un problema, una situación o una necesidad en el mercado del siglo XXI. Como resultado, hoy existe un aumento excesivo de marcas que compiten entre sí para atraer a su público meta. De tal forma que aquellas compañías que logran adaptarse a estos cambios con rapidez son las que trascienden con éxito. No obstante, hay que tomar en cuenta que ser simplemente nuevo no garantiza que se esté introduciendo valor para los usuarios. Para ajustarse esto, las empresas han implementado un óptimo mecanismo: el design thinking.
Se trata de un modelo que busca reformular las oportunidades de mercadeo de las organizaciones a partir de la integración del pensamiento, el diseño y las experiencias emocionales que vive el usuario al momento de adquirir un producto o servicio determinado. Para ello, de acuerdo con BBVA Innovation Center (2015), se emplean cinco acciones esenciales: empatía con el cliente, percibido este como un ser humano que participa en un contexto de interacción; definición del problema por solucionar; desarrollo de ideas que promueven el aprendizaje en el proceso; creación de prototipos a partir de las mejores ideas, y, por último, evaluación de resultados.
Ahora bien, ¿por qué es importante implementar este proceso? Un elemento primordial que buscan los consumidores es la constante innovación de productos que satisfagan sus expectativas y mejoren su calidad de vida. Cuando descubren una marca que representa un producto de calidad, con imagen corporativa fundamentada en un propósito, se construye una impresión específica en su mente que los inspira. Y si, sumado a ello, su servicio enriquece su experiencia, estas personas se convierten en clientes leales. Entonces, conectar a través del design thinking resulta ser un método que nos brinda diferenciación al establecer propuestas de valor y, al mismo tiempo, integrar una cultura multidisciplinaria de trabajo en equipo con variedad de puntos de vista, propiedad y compromiso. Asimismo, es necesario tomar en cuenta factores del entorno como la globalización, la complejidad y cambio del proceso del producto como tal (Borja, citado por Viladás, 2010), los cuales pueden influir en la aplicación adecuada del design thinking.
En conclusión, los buenos resultados del design thinking han generado grandes impactos como un incremento de ventas y mayor eficiencia de los procesos de innovación (Pomar, 2017). El secreto está en profundizar en las conexiones con las personas, visualizar su modo de vida, sus aspectos emocionales y preferencias para obtener un enfoque de sus necesidades no articuladas y, por consiguiente, humanizar el mensaje visual empresarial para brindar significado al lenguaje que se emplea. Por tanto, ¿qué es lo que hace que una experiencia sea mejor? Es, sin duda, un relato claro que facilite la fluidez en la toma de decisiones, es socializar su sentido. En particular, se trata de hacer que el producto que ofrecemos sea deseado, viable y accesible por los usuarios, es comprender lo que interviene antes de identificar las necesidades y hacer de la tecnología un aliado y no un enemigo.