Centroamérica aún respira. Despojados de lo cotidiano, dolidos y desconfiados de todo o casi todo. Países en desarrollo viendo lo que pasa en el "primer mundo", todos afrontando esta pesadilla universal, cada nación permaneciendo a su manera. Sobrevivir entre ríos crecidos, azotados por el hambre, la pobreza, los encierros, las muertes, los cierres y también la indiferencia. Una realidad de ingredientes mezclados y que nos lleva a un umbral desconocido.

Los hospitales de Costa Rica no dan abasto. Obras colares que la Caja Costarricense de Seguro Social continúa haciendo por Costa Rica. Ha sido un 2020 muy complicado y hoy por hoy hay preguntas que no calzan con ninguna respuesta. Lo conocido parece distante. Urgidos por saber lo que nadie sabe y, sin remedio, depositar toda nuestra esperanza en una vacuna que llegará a nuestro país poco a poco y será aplicada según los protocolos que fije el Ministerio de Salud.

No sabemos hacia dónde mirar. Será, sin duda, una Navidad de familias quebradas, de un camino sin regreso. Triste y deprimente. Sin embrago, veo historias cargadas de solidaridad. Héroes nacionales dando la cara ante la crisis. Trasmiten y mantienen una constante, sin resignarse. Trabajadores del sector salud con marcas en la cara, tras usar, por largas horas, mascarilla y careta, con los pies evidentemente hinchados. Acto seguido las alegrías por los familiares que han logrado salir de las Unidades de Cuidados Intensivos y la descomunal tristeza también por los que no lo lograron. Mientras unos están felices, otros tienen el cuerpo lleno de miedo. Los sentimientos se reacomodan ante las circunstancias y desnudamos la vulnerabilidad. Enfrentamos las altas y bajas de la vida ante un horizonte aterrador. Así como, de igual manera, llegó diciembre.

Habrán dicho que ya ha pasado lo peor. Sin embargo, los especialistas dicen que este mes será el peor pico de la pandemia. Insisto en apelar contra el miedo y en no subestimar el potencial humano, pero el sentido común se hace necesario para sobrevivir la tensión hospitalaria, el caos emocional, económico y total. Precisamente hoy día el hospital San Juan de Dios alcanzó su capacidad máxima para atender pacientes con COVID-19.

Afuera, en la calle, se escucha a una mujer vendiendo lotería: “¡Llévese su número de la suerte!” Pienso, ¿qué tanto tiene la vida de buena o mala suerte? Como esos sorteos de los domingos o el pasado premio del Gordo de la Lotería Navideña. Pues nada, en un artículo publicado hace varios años en la la BBC News Por qué creemos en la suerte el psicólogo Mike Aitken de la Universidad de Cambridge menciona que —la suerte es simplemente un aspecto interesante del proceso en el que asumimos riesgos y oportunidades—. Así que no podemos asumir que, por un golpe de suerte, no nos vamos a contagiar.

Agradezco a todo el personal de salud, los que atienden a los enfermos día y noche, con dignidad. Cuidando la vida y otorgando la confianza a uno de los mejores sistemas de salud del mundo. Confío en Costa Rica, en sus ciudadanos, en la capacidad de entender el mensaje que nuestro ministro de Salud Pública, el Dr. Daniel Salas, quien sin cansancio, repite a diario en los portales de noticias: ¡cuidémonos unos a otros! Las pandemias no se atacan de manera neutral.

Ahora entiendo que las misiones son esas poderosas razones que mueven el mundo. Los mecanismos de defensa se activan y una fuerza nace de las fibras más profundas para proteger a los que amamos y lo que amamos, aunque el camino sea subversivo. Vigilemos nuestra realidad como país. Que abunde la paciencia, el respeto y mucho sentido común en esta Navidad. Somos esta casa, somos Costa Rica. Los invito a unirse, obligados por las circunstancias, al esfuerzo colectivo del Ministerio de Salud Pública y a la campaña de la Caja Costarricense de Seguro Social #NavidadSegura. No hagamos mezcla de burbujas y que sirvan estas palabras para esto.

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