El génesis del coronavirus comenzó como verdadero cuento chino. Como un cuento de Marco Polo, un rumor, un embuste, un chisme. Siempre he pensado que cuando la marea suena es porque piedras trae. Mas nunca pensé que la piedra nos iba a azotar de esta manera.

China tiene filosofías muy hermosas, una de ellas es su astrología, la cual se basa en un ciclo de 60 años dividido en dos ciclos básicos; los 10 tallos celestiales (Los cinco elementos en su forma yin y yang) y las 12 ramas terrenales. Este es el más afamado, el Zodiaco Chino. Ciclo de 12 años donde cada año es regido por un animal.

La rata representa el primer animal del Zodiaco. El año de la rata es visto como un augurio para el ciclo que va a comenzar. Además, de acuerdo con el horóscopo chino la rata es un animal oportunista, es la primera porque se coló en la fila. Según las leyendas chinas, en la noche de cambio del año lunar los demonios tienen permiso de salir. Por esa razón los chinos pintan sus puertas de rojo para evitar que los demonios entren a sus casas.

En la China imperial cuando ocurrían situaciones como una epidemia durante la fiesta de la primavera, el pueblo asumía que los dioses estaban enojados con el emperador por la manera en la que este venía actuando con el pueblo. Un tipo de castigo divino para que el emperador entendiera que hay cosas que cambiar y sanar.

Tengo casi 10 años de vivir en Shanghái. Por motivos de trabajo, me relaciono con escuelas y padres de familia. Para diciembre tenía tres eventos confirmados en tres distintas escuelas. Eventos que habían sido contratados y pagados con 3 meses de anterioridad. De manera muy extraña, la directora de una escuela me llamó la primera semana de diciembre para informarme que era muy probable que el evento contratado se cancelara debido a que la mitad de la escuela estaba aislada por una gripe. ¿Una gripe? ¡Qué cosa tan extraña, me dije!

A los tres días recibí otra llamada, de otra escuela cancelando otro evento. Me parecía todo muy misterioso. A pesar de estar familiarizada con el tema, debido a que cuando las escuelas tienen varios estudiantes enfermos los aíslan o cierran la escuela para evitar que todos los estudiantes se enfermen al mismo tiempo. Es decir, no era la primera vez que me pasaba, pero sí la primera vez que me cancelaban varias escuelas al mismo tiempo. Para el fin de semana todos los eventos estaban cancelados. En ese momento tuve la reacción normal que tuvimos todos en algún momento: ilusamente pensé que se trataba de una exageración.

Ese sábado iba a para cenar con mi amiga Shanghainesa, Lisa, madre de Matthew, un parlanchín de 10 años. Me canceló y me dijo que Matthew tenía fiebre al igual que varios de sus compañeros y que estaba muy preocupada.

—Lisa, ¿qué está pasando? ¿Qué es esta gripe tan extraña?, le pregunté muy confundida.

—Stephie, ¡cuídate! Andan unos rumores de un virus de gripe con características parecidas al SARS, pero el gobierno no se ha pronunciado, no sabemos nada y estamos muy preocupados.

El 30 de diciembre el oftalmólogo Li Wengliang junto con otros colegas fueron los primeros médicos en precisar que siete pacientes habían ingresado al Hospital de Wuhan con síntomas muy similares al SARS. Los enfermos tenían un tipo de relación con el mercado de pescado y mariscos de Huanan. Según los estudios, lugar donde se infectó el primer ser humano. Li comienza a revelar a sus amistades y doctores con el fin de informar y prevenir. Cuatro días después la policía lo acusa de difundir rumores y lo obligan a firmar una declaración en la que admitía su falta y se comprometía a no reincidir o podía ser sentenciado a siete años de cárcel. Li Wengliang se contagia el 10 de enero y fallece el 7 de febrero por complicaciones cardiacas, muere como un héroe y China enfrentó una sacudida por esconder información con respecto al virus, el número real de víctimas y la falta de equipo básico como mascarillas en Wuhan.

Enero transcurrió con normalidad en Shanghai, los rumores seguían siendo rumores. El cuento chino seguía siendo un cuento. Yo por mi parte planeaba mis vacaciones, mi curso vipassana, mis clases de salsa en Cuba y compraba como loca los regalos que llevaría a mi familia, a quien como buena “china” visito una vez al año como parte de la mayor migración humana que experimenta la Tierra: la migración a casa.

La fiesta de la primavera mueve alrededor de 3000 millones de personas desde las principales ciudades hacia el resto de China. A pesar de lo que estaba sucediendo el 22 de enero el Aeropuerto Internacional de Hongqiao, Shanghái funcionaba con toda tranquilidad como si nada estuviera sucediendo. Viaje a Hong Kong y desde ese momento presentía que este virus se iba a salir de control, pero nunca imaginé el nivel de desorden. Estuve en Hong Kong por 12 días, aislada, meditando sin saber lo que acontecía en el mundo.

Mi meditación culminó y el mundo me recibió con una cachetada de realidad. Estados Unidos, Australia, Singapur, entre otros países habían cerrado fronteras para todas aquellas personas que hubieran estado en China, Hong Kong incluido, durante las últimas dos semanas de enero. Busque otras rutas para irme a Costa Rica, muy amablemente la muchacha del aeropuerto me dijo que me podía ir por Europa, pero que el regreso no lo garantizaban. ¡Qué zafarrancho!

No me gustan los aeropuertos, la idea de salir sin saber la situación en un momento tan crítico me provocaba mucha ansiedad. Salir sin saber cuándo iba a poder regresar a Shanghái, ¡No gracias! Pertenezco al grupo de los Pet Owners. Soy responsable de un perro y dos gatos.

Desde hace casi cinco años tengo una pequeña empresa y he aprendido a que un buen capitán nunca abandona su tripulación en momentos de crisis. No ha sido fácil, el futuro aún es muy incierto. Sigo sin saber cuándo podré negociar nuevamente y lo que llamo mi “temporada alta” que son campamentos de verano se ven amenazados.

Shanghái es una ciudad que nunca duerme. Tiene una magia que te envuelve a hacer, tomar, construir, negociar, celebrar y nunca parar. Shanghái siempre está saturada; carros, personas, ferias, movimiento. Cuando tenía pesadillas con esta tremenda ciudad vacía por alguna emergencia, me levantaba sudando frio, me repetía ahhh es solo un sueño y seguía durmiendo. Esta vez, no me puedo despertar, porque es real dentro del plano del mundo.

Durante los días más críticos del virus, la ciudad fue pausada, respiraba muy lento, se mantenía en silencio, el miedo se sentía al caminar por las calles y podía observar en los pocos ojos que alcanzaba a ver el dolor y la incertidumbre que provocaba la emergencia. En Shanghái durante los momentos críticos nunca experimenté esas imágenes mundiales de personas corriendo a comprar papel higiénico o dejando los supermercados vacíos; claramente en los supermercados faltaban algunos productos, es normal, pero los estantes seguían abastecidos. Lo que sí viví fue mucha solidaridad. Clientes, proveedores, amigos y vecinos compartíamos mascarillas, gel y comida. No me faltó un mensaje o una llamada, inclusive de personas no cercanas, preguntado si estaba bien. Así como también encontré un consulado muy eficiente, informando cada vez que tenían nueva información. Fue muy bonito ver cómo una ciudad que a veces peca de plástica mostrara su lado humano.

Durante los 10 días de emergencia nacional China logro aislar en cuarentena a más de 75 millones de personas provenientes de las provincias de Wuhan, Henan, Guanzhou, entre otras. Shanghái no estuvo cerrada al 100% pero los sistemas de control de salida y entrada fueron y son muy meticulosos.

Una amiga el pasado viernes regresó a Shanghái proveniente de Birmingham, Inglaterra con escala en Frankfurt. En su vuelo dos personas presentaban temperaturas superiores a los 37.5 grados. Al aterrizar el avión funcionarios de migración llevaron a los pasajeros por aparte y un bus se encargó de trasladarlos a un gimnasio donde les hicieron la prueba para ver si estaban o no infectados. Todos salieron negativos, fueron trasladados a sus casas en un bus especial, donde están en cuarentena por los siguientes 14 días. Así es para todos, no importa si usted viene de Italia, Estados unidos o Bejín.

La mascarilla es parte de nuestra identidad, me costó mucho adaptarme a la idea de usar mascarilla siempre que salía. Muchas veces salí sin ella por descuido y el guarda de mi casa me pego cuatro gritos. Se me olvidaba con frecuencia, qué duro fue adaptarme a ese hábito. Ya me acostumbré, ahora hasta reuniones tengo con mascarilla, a pesar de estar habituada, extraño ver los rostros desnudos y en ellos sonrisas. Cuando pienso en eso, mi mente vuela a Costa Rica, pienso en mi abuela, me entra la nostalgia y alguna lágrima cae por mi mejilla. Respiro, respiro porque aparentemente seguimos con mascarilla hasta mayo; así que me pongo a buscar las sonrisas entre los ojos de las personas en las calles y se me pasa la melancolía.

Cada residencia tiene un control de quienes entran y quienes salen, durante los días más críticos exclusivamente los residentes tenían derecho de admisión. Entrar a nuestras viviendas, centros comerciales, supermercados, transporte público, restaurantes tiene por supuesto su nuevo ritual de control. Con una pistolita en la frente controlan la temperatura corporal de cada individuo, si la pantalla marca más de 37 llaman a las autoridades. Estamos en invierno, una vez venia de caminar a mi perro y llevaba gorro, guantes y bufanda, al llegar a la entrada de mi casa la pantallita mostró un 37.3 me tuve que quitar todo el chunchero para demostrarles que mi temperatura estaba bien y que yo estaba fuera de peligro, claro al llegar a la casa la paranoia me duro 2 días.

Hoy (17 de marzo) la mayoría de los restaurantes y negocios han comenzado a operar, lento, pero al menos están abiertos; las escuelas permanecen cerradas y los estudiantes en casa aprendiendo a distancia y realizando exámenes por internet, con rumores de que este año no habrá vacaciones de verano, ni de semana nacional.

Poco a poco se notan más personas por las calles, en cafeterías y restaurantes; sin embargo, el futuro sigue siendo ambiguo; especialmente para los emprendedores y dueños de pequeñas empresas. Es cierto que el gobierno ha exonerado de renta a todos aquellos que sean sus inquilinos directos, mas no todos contamos con esa suerte y eso no contrarrestará tres meses de no facturar.

Aquí entre todos nos damos aliento, nos recordamos que en momentos así es cuándo más fe hay que tener, que la incertidumbre es parte de la vida y que en la misma nada es permanente, fijo y constante.

Después de mi experiencia este es mi humilde consejo: No permitan que el pánico se convierta en un hábito emocional, estar abrumados por la situación actual del mundo se ha convertido en pan de cada día. Respiren, aprovechen la pausa para descansar, compartir y aprender; conecten con ustedes; es momento de mirar hacia adentro y pensar colectivamente.

Existen cuentos chinos de que esta pandemia es una guerra biológica; ¡Puede ser! ¡¿Quién sabe?! Yo prefiero pensar que nos ha llegado el momento de cambiar, el planeta nos está obligando a dejar de ser, de hacer y nos invita a conectar desde otros niveles de conciencia, a confiar. Los virus no vienen hacia nosotros, nosotros vamos hacia ellos; destruyendo ecosistemas, invadiendo bosques vírgenes, pensando solamente en nosotros. No esperemos que los emperadores, o los gobiernos cambien y sanen. Seamos los emperadores que este mundo necesita para cambiar, para sanar y sobre todo para actuar.

El mar es salado, el cielo es azul y la vida es incierta. Sonreír es definitivamente el mejor remedio.

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