El provocador titular de La Prensa, en Nicaragua, es revelador y un saludable recordatorio de la importancia de no perder la perspectiva ni el contexto cuando se calientan los ánimos.

Es cierto que esta semana lamentamos diferentes episodios de violencia pero también es cierto que fueron reprochados a diestra y siniestra en medio de agradecidos llamados a la sensatez.

La propia diputada Volio, luego del ataque a su oficina, fue enfática en que las puertas de su despacho están abiertas para conversar. El presidente de la República envió un (urgente) mensaje en la misma dirección el día viernes.

Es lo que procede: escucharnos. Reconocer y celebrar así el orden constitucional que (afortunadamente) nos rige. Pero la escucha debe de ser digna, atenta y cabal. Con la mejor disposición de validar el malestar de los diversos sectores de la sociedad que por una u otra razón reclaman.

No es este el momento de tratarnos los unos a los otros de ignorantes o de desconocer el evidente descontento que lleva a la calle a los sectores que hoy protestan.

Sí, es cierto: estamos en una carrera contra el tiempo contra la desinformación. Sí, es cierto, hay intereses políticos y económicos detrás de mucha de la agitación. Pero ni es tiempo de llorar la leche derramada ni es momento de sacudirse la problemática de encima limitándola a las teorías de conspiración por validadas que estén varias de ellas. Esa actitud no denota más que inmadurez política y poca capacidad de ver “la foto grande”.

Ojo. Es evidente a todas luces que Albino es un irresponsable. Nadie lo duda. Hasta dentro de los sindicatos tiene anticuerpos. Es evidente que Agustín Laje y el otro argentino son un par de cínicos que vienen a forrarse a Costa Rica con el beneplácito de Nueva República que los instrumentaliza para sembrar discordia a partir de mentiras tan absurdas como “el MEP invierte en drones para vigilar a los estudiantes”.

Sí, todo eso es cierto. E inmensamente frustrante. Pero si vamos a recriminarle a los muchachos del colegio no tener la educación suficiente para conocer a fondo los temas por los cuales se supone reclaman... ¿a quién le estamos recriminando realmente? A nosotros.

Hemos fallado. Y desde hace mucho tiempo ya.

Cabe una vez más un llamado al contexto y a la perspectiva. Recordemos que menos del 5% de los colegios están en protesta, para empezar. Y que los incidentes lamentables (el ataque al vehículo de la turista, al motociclista, a la persona de la tercera edad) fueron puntuales y excepcionales. No representativos de “nuestra juventud” como nos gusta concluir de manera precipitada y dramática.

Dicho esto, sí es cierto que cientos de muchachos de colegios ubicados en zonas históricamente marginadas y rezagadas protestan. ¿Nos hemos sentado en calma a pensar qué les tiene tan molestos? ¿Realmente podemos decir que conocemos el trasfondo de su reclamo y que con toda seguridad se puede limitar a que no entienden o conoce bien el tema de los baños neutros?

Por otro lado: ¿cuántos de nosotros no fuimos adolescentes y no caímos víctimas de distintas manipulaciones? Son muchos los relieves de esta situación como para que nos dejemos seducir por explicaciones simplistas que, por resonar con nuestra posición, nos resultan muy convenientes. Muy particularmente si opinamos desde la clara burbuja de privilegio que es el GAM.

Por lo pronto hay que priorizar nuestra atención a los hechos irrefutables que requieren respuesta inmediata. Muy particularmente: menores de edad arriesgando su integridad física y su vida colocándose frente a buses en movimiento y cualquier cantidad de adultos irresponsables permitiéndolo y en alguna medida fomentándolo. Esa sí que es la peor de nuestras caras.

Bienvenidas sean entonces las vacaciones si sirven de excusa para paralizar las protestas y que el Gobierno pueda comprar tiempo porque es evidente que no existía un plan de contingencia ni mucho menos de manejo de crisis. Es claro, además, de nueva cuenta, que se falló en el área de comunicación.

No debería estallar la olla de presión para que visibilicemos estas carencias. Sobra decirlo: cuando los traileros exigen la salida ministro de Educación para si quiera conversar ya podemos aceptar que la situación se salió de control.

Doble puntaje: le mintieron a la defensora de los Habitantes quien les acompanó a la mesa de conversaciones y terminaron indispuestos con ella porque no aceptó el cambio de condiciones. ¡¿Qué esperaban?! En ella tenían una aliada, pero prefieren dejarse asesorar por Vargas cuya única carta es el caos, la payasada, la insensatez y la infinita sed de notoriedad que tiene sabe Dios por qué.

Más allá de lo anecdótico (¿absurdo?) de la solicitud de los traileres es evidente que el movimiento de protesta (que sí, tiene muchas cabezas, algunas más racionales que otras) también muestra intransigencia y poca disposición al diálogo, asumiendo posiciones radicales que flaco favor le hacen a la búsqueda de soluciones.

Desde ese punto de vista habría que empezar por preguntarles: ¿exactamente por qué piden la salida de Mora como condicionante a conversar? En concreto: ¿qué es lo que les molesta de su gestión? ¿Qué es lo que desean que cambie? Es fundamental tener claridad en estos aspectos para entonces sí, encaminarse a la búsqueda de soluciones.

¡Pero hay que hablar! ¡Hay que conversar y hay que estar dispuesto a que a uno lo escuchen! Por que sí, las autoridades deben de estar dispuestas a conversar. Pero sí, también, la contraparte debe tomarse su propia protesta con seriedad. ¿Tenés al presidente de la República sentado frente a vos un domingo y de plano le decís que no vas si quiera a conversar hasta que despida a Mora? No pueden ser estos nuestros parámetros para resolver nuestros conflictos. No podemos ser tan irresponsables. Mucho podrían aprender los traileros del sector pesquero, que fue capaz de ser autocrítico y replantear con éxito su estrategia.

Naturalmente el MEP tiene mucho por mejorar y es esa la conversación que hay que tener. El fondo: lo que realmente afecta la formación de los estudiantes. De frente a la oportunidad de celebrar este diálogo y luego de que las autoridades finalmente entendieron la importancia de tenerlo... ¿qué es lo que vamos a hacer?

Mucho nos ha costado consolidar un derecho a la protesta sin que nos apaguen la vida. No podemos despreciarlo al punto en el que lo único que nos mueva sea el deseo de generar caos e inestabilidad porque eso es lo último que necesita el país.

Las autoridades han puesto de su parte: están dispuestas a escuchar. Es el momento para que quienes han solicitado el espacio lo validen y lo dignifiquen mostrando que están en todo su derecho de solicitarlo y reclamarlo. Si queremos realmente avanzar, ese es el único camino.