Cuando el INEC (2020) publicó la situación del empleo, el país entró en un pequeño caos al descubrir que 12,4% de la población estaba desempleada. Lamentablemente, las propuestas serias fueron sepultadas por visiones simplistas y populistas. Luego vino la UPAD y se nos olvidó el tema… hasta que llegó la pandemia por COVID-19. De pronto, se nos puso el mundo de cabeza y ahora la gran interrogante es ¿cómo generamos empleo?

No pretendo resolver el problema en este artículo, sino ojalá inyectar un poco de inspiración a discusiones francamente monocromáticas que abundan hoy en día. Coincido con Orozco, al visibilizar el llamado insistente por agarrar el Estado tijeretazos, olvidando que este tiene el objetivo de brindar bienestar. Por desgracia, en este país confundimos herramientas con objetivos y también olvidamos que cuando hay desempleo hay pobreza. Al ser el desempleo una falla del mercado, el Estado debe intervenir. Sin embargo, las herramientas hasta ahora utilizadas podrían haber llegado a un límite. Y la pandemia podría ser un catalizador para innovar.

Herramientas cuestionables. La gran apuesta país contra la pobreza ha sido las transferencias monetarias. Lamentablemente, bien lo señala la Cepal, sus impactos no podrían ser tan efectivos a largo plazo. Que nuestros indicadores de pobreza y desigualdad no se hayan movido significativamente en los últimos 20 años, creo que convencen sobre este punto. Incluso se puede argumentar que desincentiva salir de la pobreza, porque se crea una zona gris, donde no se es “pobre”, pero tampoco se sale, y se vuelve a necesitar de las transferencias (Stiglitz, 2000)[i]. Esto empeora cuando no hay empleo disponible

La apuesta contra el desempleo, por otro lado, ha sido “empleabilidad” e “intermediación”. Pero esto es muy problemático, porque hace de un tema estructural, uno individual. La misma Cepal dice que no funcionan si no hay oportunidades de empleo. Pensemos en todos los programas y políticas implementadas con este enfoque y aun así el desempleo continúa. ¿No sería momento para pensar en un camino diferente? Rescatando la regla de oro que toda política pública debe innovarse frente a resultados cuestionables. Pero entonces ¿cuál política podría funcionar?

Herramientas para experimentar. El modelo de “Fijación de Salarios y Fijación de Precios"[ii] presenta una oportunidad. Imaginemos que una empresa fija su ganancia al 25% y determina que la hora productiva (ƛ) por trabajador es 2 y paga a un salario de 15 dólares estadounidenses. Si el costo marginal es de 7.5 dólares, su precio sería 10 dólares. Por lo tanto, el salario real sería de 1.5. Esto determinaría la cantidad de bienes demandados a dicho precio y la cantidad de trabajadores empleados a ese salario real.

Nótese que al aumentar la productividad a 4, o disminuir los costos de producción a 3.75, el salario real aumenta a 3 y se disminuye el desempleo. Entonces, usando este modelo se puede plantear la propuesta de utilizar recursos estatales existentes para disminuir los costos de producción en ciertos sectores productivos. Agrupar recursos de otras iniciativas en un gran “fondo contra el desempleo”, no solo es eficiente, sino que le genera a la administración la capacidad para estimular, según la política de planificación deseada, los sectores que pueden generar más empleo. En otras palabras, que un Gobierno pueda usar con flexibilidad y estrategia el fondo. Pero ojo, bajo ningún motivo debe caer en la rigidez burocrática, tiesa-legalista de nuestro Estado. Hay que innovar también en la implementación, porque si no pierde su magia: adaptarse a la economía.

¿Y la plata? Dejando atrás la limitación legal y la planificación presupuestaria precisa. Esta propuesta busca darle un viraje a la política de empleo, sin necesidad de buscar nuevas fuentes, utilizando recursos existentes. Por ejemplo, un porcentaje de los fondos no colocados de Finade, la mitad de los fondos del Pronae, la mitad del presupuesto de Fonabe y digamos menos del 20% a las transferencias del IMAS. Esto puede representar alrededor de ₡49.000 millones para este fondo que, teóricamente, podría generar aproximadamente 100.000 empleos.

¿Y el COVID-19? Claro que ha puesto retos a las finanzas públicas, en particular a los fondos a los que hago mención. Sin embargo, esta es una medida a mediano-largo plazo, porque si queremos atender un problema ya de por si estructural, necesitamos innovar. ¿Se acuerdan cuando decían que el teletrabajo era muy complicado de implementar? Y hoy muchos podemos hacerlo sin problemas. Tarde o temprano tenemos que vivir responsablemente con el virus. Ya sea invirtiendo en sectores naturalmente distanciados (agricultura), o implementando condiciones de trabajo con estrictos protocolos. Pero algo tenemos que hacer.

Cuando se habla de la economía del sector público, Stiglitz considera que una sociedad se encuentra siempre en la encrucijada entre el peso que le da a la eficiencia y la igualdad. Considero que esta medida puede ser un poco de ambas y honrar a Paretto. Además, nuestro Estado siempre se ha caracterizado por pensar en el bienestar de la sociedad. Ahora lo que nos falta es innovar en las herramientas que queremos utilizar.

[i] Stiglitz, J. (2000). Economics of the Public Sector (Third). W.W Norton And Company. Inc.
[ii]Carlin, W.; Soskice, D. (2015). Institutions, Instability, and the Financial System. Oxford University Press.

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