El 20 de enero de 2020, se publicó un artículo de Cristian Cambronero —Premio Nacional Pío Víquez 2009—, intitulado: Liberación Nacional y otros partidos sin sentido”.

En él, el comunicador se pregunta si “¿está unido el partido bajo una sola idea, inspiradora y movilizadora?”  y agrega: “Liberación Nacional no tiene una narrativa de partido. Esto no se debe confundir con una campaña política. La narrativa es un discurso, una gran idea o aspiración que guía la estrategia de comunicación del partido y cobija cualquier ejecución táctica.

Responder a estas afirmaciones, no es difícil: Liberación Nacional sí tiene una narrativa poderosa que permanece en el tiempo, que lo convirtió desde su fundación en 1951, en un competidor protagonista indiscutible. Su mensaje varía al ir sumando logros relevantes; incluso tiene una estética asociada, posee una columna vertebral a la cuál se amarra cada campaña. Que el mensaje no impacte, que no emocione hoy lo suficiente para ganar las elecciones nacionales, podría ser un planteamiento cierto. Aun así, Liberación Nacional es el partido con más Alcaldes —43 de 82— y más munícipes electos en la elección reciente.

Campaña tras campaña, Liberación siempre sale a defender su aporte en la modernización del Estado costarricense. Defiende sus ideales históricos gestados durante y después de la guerra civil de 1948. Nadie puede desconocer su papel trascendente y compromiso histórico con la defensa de los derechos de la mujer, la protección del medio ambiente y su liderazgo regional puesto a prueba durante la pacificación de Centroamérica que mereció reconocimiento mundial. A lo anterior se agregan otras líneas discursivas que descansan en hechos concretos y verificables de la vida nacional.

Comprendo que don Cristian haga una distinción entre discurso de campaña y relato histórico, pero es que, en el caso de Liberación, tal deslinde no es posible. La historia del partido Liberación Nacional ha construido entre sus militantes, fibras históricas profundas. Ninguna otra organización política en Costa Rica le ha dado un sentido tan profundo a la construcción de un ideario político y no debe renunciar a él, aunque no sea lo “cool” que algunos esperan. Estos antecedentes lo hacen merecedor de una confianza única. Su historia pesa tanto, que es suficiente para que, en toda encuesta inicial de elección nacional, encabece; sea cual sea el candidato y sin haber publicado un solo anuncio. Ya desearan los demás partidos tener los antecedentes históricos que exhibe Liberación Nacional, pese a sus recientes fracasos electorales.

Hace mucho mostró sensibilidad ante algunos de los más graves problemas que enfrentamos hoy y dio pasos para enfrentarlos.  Con su solución esta profundamente comprometido el PLN. Me refiero al cambio climático, a la creación de nuevas fuentes de energía, a la desigualdad social y económica crecientes, a la creación de empleo, a la defensa de la democracia y de los derechos fundamentales, a la amenaza de las armas nucleares, a la lucha por la igualdad de los derechos para la mujer, a la protección de la niñez.  Esa sensibilidad hay que renovarla y reenfocarla de acuerdo con los nuevos desafíos lanzados por la realidad. Esa fue su agenda y seguirá siéndola, incluso de manera más radical aún. Algo le dirán a los costarricenses, asuntos como supresión del ejército, plantas hidroeléctricas, igualdad real, parques nacionales, Ministerio del Ambiente, informática educativa, IMAS, red de cuido, Sala Constitucional, y un gran etcétera.

No creo en que este partido deba caer en la tentación de buscar un discurso acomodaticio, calculado, que, se valga de las novedades del marketing político solo para ganar una elección. La política es una vocación inspirada en la lucha por ideales que, en el caso de Liberación Nacional, nacen de la lucha convencida por la justicia social, la democracia y el combate a la pobreza. Esto último se antepone a lo demás y no debe ocultarse, ni disimularse, ni cederse. Los flashes, la música, y toda la parafernalia propagandística deben estar en función de los principios que guían el quehacer político: no al contrario.

No es cierto que el PLN haga planteamientos que interpreten mal la realidad nacional, o no lea el presente correctamente, o no visualice soluciones audaces a futuro. Lo vivimos en la última campaña, lo vemos a través del desempeño de su fracción en la actual Asamblea Legislativa. El partido ha estado expuesto a críticas injustificadas, ha sido acusado de vacilaciones ideológicas por posponer intereses electorales, para ayudar a la aprobación de proyectos que requiere el país. Y ha hecho bien.

Si me preguntan, entonces, por qué ha perdido el PLN las elecciones nacionales, la respuesta es simple: no es solo el mensaje lo que asegura una victoria. Las campañas son complejas y en muchos sentidos impredecibles, están sujetas a emociones cambiantes del electorado, al financiamiento, a la capacidad de los candidatos, entre otros condicionamientos.

Tampoco veo mal el que en cada cantón se desarrolle una narrativa propia, a veces hasta contradictoria con la de otras regiones distintas del país. Existirán coincidencias y distinciones culturales, económicas que determinarán la construcción del mensaje: esto no lo hace menos válido.

En las últimas elecciones nacionales, Liberación insistió en que debíamos, como país, priorizar la búsqueda de alternativas que generaran más empleo. Hoy es claro, hasta para sus adversarios, que Liberación Nacional tenía razón en plantar cara al problema del desempleo. Ahora es muy tarde ya para muchos costarricenses; la realidad se estrelló de frente contra nosotros.

Pensar a un partido como Liberación Nacional, obliga a ir más allá de lo que se percibe como una incorrecta o ineficaz estrategia de comunicación. La realidad es un perpetuo devenir decía Camus y lo había dicho antes Heráclito.  Los antagonismos persisten, mutan y chocan entre sí, creando nuevos desafíos. Así las cosas, dentro del PLN se impone el interregno gramsciano, dónde lo viejo no termina de morir y lo nuevo —que debe asumir las nuevas realidades—, aún no surge. Pero estamos en eso.

La tarea de la transformación integral no debe dejársele exclusivamente a movimientos sociales que abordan apenas un aspecto de la vida social, como los feministas, como los que pelean por hacer visibles los problemas ambientales y que, dentro de su parcela, han demostrado ser más efectivos. Pero la lucha por la visión integral le corresponde a los partidos y a Liberación de primero. Si los partidos políticos no lo hacen, la única explicación posible sería que se han ido vaciando de su fuerza idealista y que en ellos quedó sólo un corroído “sedimento” ocupado en la lucha encarnizada por puestos, como un fin en sí mismos. Esto, donde se dé, provocará una pelea intestina sin fin.

Los que quisiéramos ver a Liberación Nacional en la vanguardia de ideas que impulsen el desarrollo y la prosperidad, como las señaladas, lo pensamos democrático, inclusivo, plural, con dirección, sin imposiciones doctrinales cerradas que ahoguen la diversidad, tan distintiva de esta organización. Lo asumimos valiente, atrevido, respetuoso de su herencia, pero sin tomarla como dogma de fe, cuestionándola críticamente siempre.

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