El psicólogo Dr. Andrés Saborío le explica por qué algunos sienten que descansar es “perder el tiempo”, cómo influye lo que se consume en redes sociales y qué hacer para cortar con esta presión.

Tres consejos para aplicar hoy mismo:

  1. Cambiar el diálogo interno es clave. En lugar de decir “no hice nada”, puede decir “hoy descansé”, “hoy prioricé mi bienestar”.
  2. Programar pequeñas pausas intencionales ayudan a romper con la inercia de la productividad tóxica.
  3. Siga cuentas en redes sociales que promuevan el descanso, la autenticidad y la vida con pausas. Y recuerde no compararse con rutinas editadas.

¿Alguna vez te ha pasado que te sentás a ver una serie para relajarte y a los pocos minutos ya estás inquieto, con la sensación de que deberías estar haciendo algo más “útil”? ¿Te cuesta disfrutar del descanso sin sentir que estás perdiendo el tiempo?

Si la respuesta es sí, no estás solo. Y no, no es que seás vago o vaga: quizás estás atrapado en una dinámica que muchos viven hoy sin darse cuenta: la productividad tóxica.

Esta presión por “aprovechar cada minuto” no nace sólo de lo que nos enseñaron en casa o en el trabajo. Las redes sociales también han contribuido a alimentar la idea de que siempre deberíamos estar haciendo algo.

A veces, cuando queremos desconectarnos, abrimos el celular y empezamos a hacer scroll, esperando descansar un rato, pero lo que recibimos es una avalancha de contenido sobre lo que podríamos estar haciendo: entrenamientos de 10 minutos, recetas saludables, rutinas de skincare, ejercicios de respiración, libros recomendados, ideas para ordenar la casa, planes para aprovechar el fin de semana, etc.

Aunque muchas de estas propuestas se presentan como formas de “autocuidado”, lo que nos transmiten —sin decirlo abiertamente— es que incluso el descanso debería ser productivo. Y entre todas esas mil ideas para mejorar, rara vez aparece la más sencilla y radical: simplemente, parar.

Productividad tóxica y sus manifestaciones en la vida diaria

La productividad tóxica es esa necesidad constante de “estar haciendo algo” para sentir que uno vale o que el día no fue una pérdida de tiempo. A diferencia de la productividad saludable —que organiza tareas, da estructura al día y permite avanzar hacia metas personales o laborales—, la productividad tóxica convierte el descanso en una amenaza, y la pausa en un motivo de culpa.

En la práctica, se manifiesta en escenas muy comunes:

  • Alguien que no logra ver una película sin revisar la lista mental de pendientes.
  • Una ama de casa que, aun después de haber cocinado, limpiado y atendido mil cosas, siente que “no hizo suficiente” si no dejó la casa impecable.
  • Estudiantes que no pueden disfrutar un paseo sin pensar en lo que podrían estar adelantando.

Es una sensación de estar corriendo todo el día sin saber bien hacia dónde, sólo con el impulso de no parar porque siempre hay algo que hacer o mejorar.

¿Por qué sentimos culpa o ansiedad al “no estar haciendo nada”?

En parte, porque muchas veces hemos crecido con la idea de que descansar es sinónimo de vagancia. Mensajes como “el que madruga, Dios lo ayuda” o “el tiempo es oro” pueden calar hondo y llevarnos a sentir que todo minuto de pausa es un minuto desperdiciado.

A eso se suma la forma en que nos premiamos o castigamos mentalmente: si lográs “hacer mucho”, te sentís satisfecho, pero si te tomás una mañana libre, aparece una vocecita interior que dice “no hiciste nada hoy”, como si tomar la decisión consciente de descansar fuera “hacer nada”.

También influye que, en momentos de calma, emergen emociones o pensamientos que normalmente mantenemos bajo control al estar ocupados. Para algunas personas, hacer es una manera de no sentir: al mantenernos activos, evitamos lidiar con la ansiedad, la tristeza o la soledad. Entonces, cuando llega el silencio, aparece el malestar.

La culpa no viene del descanso en sí, sino de no saber qué hacer con ese espacio que queda cuando las distracciones no están.

Señales que podrían indicar que alguien está atrapado en esta necesidad constante de “aprovechar el tiempo”

Las señales pueden ser sutiles, pero persistentes. Por ejemplo:

  • Sentís que descansar es un lujo que no te podés permitir.
  • Te cuesta estar presente en actividades placenteras porque estás pensando en lo siguiente que tenés que hacer.
  • Usás expresiones como “no hice nada productivo hoy”, aunque sí hiciste cosas importantes (como cuidar a tus hijos, cocinar, ordenar).
  • Tenés una lista interminable de pendientes, dentro de las cuales el descanso rara vez está presente.
  • Te irritás con vos mismo por “perder tiempo”, incluso si lo estás usando para algo que disfrutás.

Cuando estos patrones se repiten, es hora de hacer una pausa —no para ser más eficiente, sino para cuestionar la vara con la que te estás midiendo.

Influencia del uso de redes sociales o la exposición a contenidos de “rutinas perfectas” en la presión de ser productivos todo el tiempo

Las redes sociales, aunque pueden ser fuente de inspiración, también crean una ilusión peligrosa: la de que los demás siempre están logrando más, y mejor.

Historias de gente que se levanta a las 5 a.m. para meditar, correr 10 km, preparar un desayuno saludable y leer 30 páginas antes de empezar el día pueden hacernos sentir que vamos tarde, que no somos suficientes o que deberíamos estar haciendo más.

Pero lo que vemos es solo el highlight reel, el resumen bonito. Lo que no se muestra son los días de duda, el cansancio acumulado o las rutinas caóticas que todos y todas tenemos. Y, sin querer, empezamos a compararnos con un ideal editado que no es real.

Esa comparación nos drena, porque sentimos que descansar nos hace “menos”, como si estuviéramos fallando por tomarnos un respiro.

La solución no es dejar de usar redes, sino consumirlas con más conciencia: recordar que no todo lo que brilla es oro y que no todo lo que se comparte es verdad completa.

¿Qué podemos hacer para empezar a soltar esta presión interna de ser productivos todo el tiempo?

Lo primero es replantear lo que entendemos por “productividad”. Estar con tus seres queridos, tomar una siesta reparadora o darte tiempo para leer por placer también son formas de cuidar tu bienestar, y eso no es menos valioso que completar una tarea laboral o doméstica.

Cambiar el diálogo interno ayuda mucho: en vez de pensar “no hice nada hoy”, podrías decirte “hoy descansé”, “hoy hice lo que pude”. También es útil establecer micro-pausas durante el día, aunque sean cinco minutos para respirar, estirarte o simplemente no hacer nada.

Poner límites claros entre los momentos de actividad y los de descanso ayuda a que no todo se mezcle. Y si usás redes sociales, podés seguir cuentas que celebren la lentitud, la imperfección y la humanidad real, o simplemente saber que los seres super-productivos de Instagram y TikTok no son un reflejo fiel de la realidad.

Finalmente, conviene recordar esto: descansar no es rendirse. Descansar es recargarse. Y nadie da lo mejor de sí desde el agotamiento.

El Dr. Andrés Saborío es Psicólogo Clínico certificado en Terapia Racional Emotiva Conductual y Terapia Focalizada en las Emociones. Su propósito es fomentar el bienestar mental, proporcionando a sus pacientes un espacio seguro, validador y compasivo donde puedan desarrollar recursos propios para armonizar sus emociones, pensamientos y comportamientos.