Después de leer con atención el artículo de don Tonatiuh Solano Herrera titulado “¡Basta ya del genocidio en Gaza!”, en el cual plantea que lo que ocurre en Gaza es un "genocidio", es imperativo refutar señalamientos y acusaciones por demás graves y lejanas a la verdad y la realidad.

Desde el estallido del conflicto entre Israel y Hamas tras el ataque del 7 de octubre de 2023, se ha instalado en muchos foros internacionales y medios de comunicación la acusación de que Israel estaría cometiendo un "genocidio" contra los palestinos en Gaza. Esta afirmación, además de ser jurídicamente infundada, responde a una peligrosa narrativa que distorsiona los hechos y omite elementos esenciales del conflicto.

¿De dónde provienen los números? El Ministerio de Salud de Hamas

La mayoría de las cifras de muertos y heridos en Gaza que difunden medios internacionales provienen del llamado "Ministerio de Salud" en Gaza, controlado directamente por Hamas, una organización catalogada como terrorista por Estados Unidos, la Unión Europea, Reino Unido y otros países. Es este mismo ente quien se ha encargado de producir estadísticas no verificadas, sin distinguir entre civiles y combatientes, y que han sido aceptadas de forma acrítica por agencias noticiosas y organizaciones internacionales.

A lo largo de los años, incluso antes del conflicto actual, se ha demostrado que Hamas manipula cifras con fines propagandísticos. La tergiversación deliberada de víctimas civiles como parte de una guerra de información tiene el objetivo claro de deslegitimar a Israel ante la opinión pública internacional, victimizando a una organización que explícitamente llama a la destrucción del Estado judío.

¿Un genocidio donde la población crece?

Uno de los indicadores más evidentes de que no estamos ante un genocidio es el crecimiento constante de la población palestina en Gaza. A pesar de los conflictos cíclicos y la difícil situación humanitaria, la población en la Franja ha aumentado año tras año. Esta sola realidad contradice de forma directa la definición misma de genocidio: la intención sistemática de destruir total o parcialmente a un grupo étnico, religioso o nacional.

En contraste, Hamas no oculta su intención genocida: su carta fundacional llama abiertamente a la eliminación del Estado de Israel y al asesinato de judíos. Y aquel  7 de octubre lo demostró con hechos: una invasión bárbara, donde más de 1.200 personas fueron asesinadas con crueldad extrema —hombres, mujeres, niños, ancianos—, mientras 251 personas fueron secuestradas y llevadas como rehenes a Gaza. Actos que sí se enmarcan en la definición de genocidio y crímenes de lesa humanidad.

¿Quién comenzó esta guerra?

A menudo se olvida —o deliberadamente se omite— que Israel fue arrastrado a esta guerra tras un ataque terrorista sin precedentes en su historia. Fue Hamas quien, con una violencia brutal y premeditada, forzó la respuesta militar israelí. ¿Qué nación del mundo no respondería a una masacre de esa magnitud? Y no se trató de un hecho aislado: desde hace años, Hamas lanza misiles indiscriminadamente contra poblaciones civiles en Israel, escudándose en zonas densamente pobladas para maximizar víctimas palestinas y así culpar a Israel.

Sí, en efecto, las guerras causan sufrimiento y la población civil palestina sufre muchísimo por ello. La única responsable de esta situación es Hamas, que usa a su población como carne de cañón y las coloca como escudos humanos para causar muertes y víctimas innecesarias, con el objetivo de usarlas como propaganda y culpabilizar a Israel de genocidio. Israel no tiene como objetivo causar muertes civiles, sino eliminar la amenaza que representa Hamas tanto a Israel como a su propia población.

Israel, el país acusado por ayudar demasiado

 Pocos se detienen a reconocer que Israel permite y facilita el ingreso diario de ayuda humanitaria en Gaza, incluso en plena guerra. A través de los pasos fronterizos y en coordinación con organismos internacionales, han ingresado cientos de miles de toneladas de alimentos, medicinas y combustible. De hecho, la ayuda per cápita que recibe Gaza supera la de muchas zonas del mundo que enfrentan crisis humanitarias, como Sudán o Yemen.

A pesar de los riesgos —ya que Hamas ha confiscado sistemáticamente esta ayuda para uso militar o político—, Israel continúa permitiendo su ingreso. ¿Qué país en guerra contra una organización que jura aniquilarlo, mantiene corredores humanitarios activos para proteger a la población civil del otro lado?

La narrativa mediática: cuando el terrorismo se convierte en víctima

El mundo occidental se ha convertido en rehén de una narrativa emocional y superficial, donde las imágenes desgarradoras se imponen a los análisis objetivos. En vez de contrastar fuentes, muchos medios replican la versión de Hamas sin cuestionarla. El resultado es una distorsión peligrosa: se demoniza a un Estado democrático que se defiende y se absuelve a una organización yihadista que glorifica la muerte y el martirio.

No se logra la paz premiando al terrorismo ni validando sus mentiras. Se logra exigiendo responsabilidad a todos los actores, promoviendo el desarme de grupos radicales y apoyando una solución realista que garantice la seguridad de israelíes y la dignidad de los palestinos.

Llamar "genocidio" a la acción de defensa de un Estado que responde a una agresión sin precedentes es una banalización del término y una falta de respeto a las verdaderas víctimas de genocidios históricos. La única parte de este conflicto que ha declarado y ejecutado actos genocidas ha sido Hamas, no Israel. El mundo haría bien en abrir los ojos ante esta manipulación y comenzar a actuar con criterio, responsabilidad y verdad, exigiendo el desarme y rendición de Hamas y la devolución de los secuestrados que aun mantiene en Gaza; así, el sufrimiento de la población palestina y esta guerra llegarían a su fin.

Efectivamente, decía Terencio, "nada humano me es ajeno". Y es por esto último, que es imperativo un enfoque que reconozca el derecho de todos los pueblos a vivir en paz y seguridad sin someternos a ideologías o narrativas que nos desvíen del valor supremo de buscar la justicia y la paz.

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