Nota del editor: Joan Didion fue una de las cronistas más agudas de la sociedad estadounidense del siglo XX. Desde sus ensayos en Slouching Towards Bethlehem hasta sus memorias más personales, su voz ha explorado con precisión quirúrgica los vínculos entre la emoción y el colapso social. Su libro póstumo, Notes to John, es una carta larga y dolorosa dirigida a su esposo fallecido, pero también es un viaje a través del duelo, la maternidad y la ansiedad. En este ensayo, Santiago Leitón —estudiante costarricense radicado en EE.UU.— reflexiona sobre su lectura del texto y lo que significa acercarse a una escritora cuando todo parece estar cayéndose a pedazos.
Durante los primeros meses de 2020, cuando tenía 18 años, tomé una clase extraescolar de composición en inglés. Cada viernes, alrededor de la 1:00 p.m., tomaba el autobús por Avenida Segunda y el Paseo Rubén Darío (Yoses) hasta el instituto donde se impartía la clase. Cada semana repasábamos preceptos gramaticales y el proceso creativo detrás de textos de estilo no ficción. Para cada tarea teníamos que elaborar un tipo particular de ensayo: argumentativo, expositivo, etc. Los resultados no eran obras de arte, pero me engañaron lo suficiente como para aceptar la noción más amplia de que escribir no era algo en lo que necesariamente tenía que ser terrible.
En mi esfuerzo por mejorar la calidad de mi trabajo, comencé a leer libros comúnmente considerados como luminarias de un tipo muy específico de escritura, libros que a su vez me ayudarían a aliviar el doloroso proceso de poner una palabra tras otra. Uno de esos libros fue Slouching Towards Bethlehem de Joan Didion. Descubrí a Didion en una antología compilada por Phillip Lopate, donde su ensayo Goodbye to All That figuraba prominentemente en la sección Americana Moderna. Después de leer la pieza, decidí comprar la colección completa.
Su trabajo era único de una forma hipnótica. Al igual que Tom Wolfe y Gay Talese, inyectaba elementos narrativos en sus reportajes sobre la vida cotidiana. Sus frases serpenteantes pero precisas convertían a los sujetos en personajes y creaban tramas a partir de asesinatos y reuniones de zonificación del condado. Pero lo más cautivador de su escritura no era el movimiento literario con el que se la asoció, sino la franqueza con la que diagnosticó la hemorragia social de la segunda mitad del siglo XX.
Para cuando Didion se dirigió al distrito de Haight-Ashbury en San Francisco en los años 60, el movimiento antiguerra estaba en su punto álgido, la contracultura desbordaba las avenidas, y las instituciones tradicionales comenzaban a colapsar ante la desafección de toda una generación. En medio de ese caos, Didion no era una activista, ni una evangelista ideológica: era una testigo meticulosa. Capturó una época que ardía sin dirección, y lo hizo con una voz tan clínica como devastada.
Ahora, Notes to John —su libro póstumo, publicado este año por el Didion-Dunne Literary Trust— nos entrega a una Didion distinta: profundamente vulnerable, ansiosa, agotada. Una mujer enfrentando la enfermedad de su hija y el peso de sus propias obsesiones, todo narrado a través de sesiones con su psiquiatra, el Dr. Roger MacKinnon, entre 1999 y 2003. El libro es una recopilación de esas conversaciones, preservadas con la precisión quirúrgica de quien lleva medio siglo observándolo todo.
Más que testimonio, el libro se siente como una autopsia emocional. Lo que lo hace dolorosamente efectivo no es solo lo que cuenta, sino cómo lo cuenta: con esa prosa seca, sin adornos, sin metáforas indulgentes. Cada sesión transcrita parece encerrar una tensión: Didion intenta comprender a su hija Quintana, que lucha contra el alcoholismo, pero en el proceso se encuentra a sí misma perdida en un mar de culpa y temor. La narrativa revela que, para ella, el desastre siempre ha sido inminente. Desde la infancia vivió esperando el momento en que “algo saldría mal”. Esa profecía autocumplida marca cada página.
Los fideicomisarios literarios de Didion creían que este libro desafiaría la figura distante que ella había cultivado por décadas: la columnista de Vogue, las fiestas en la casa de Malibú, el Corvette Stingray, el carro amarillo Daytona contra el que posó para TIME. Este libro, en cambio, la despoja de ese mito con brutal honestidad.
La tragedia final es conocida: Quintana muere apenas tres años después de la última entrada del libro. Pero el relato no gira alrededor de su hija, sino alrededor del espejo que su deterioro le obliga a sostener a su madre. La voz de Didion no pide compasión; pide entendimiento. ¿Qué significa ser madre cuando el amor no basta para salvar a un hijo?
Al final, Notes to John no cierra un capítulo: lo deja entreabierto, como si Didion —acostumbrada a narrar el fin del mundo— entendiera que el dolor nunca tiene punto final. Para una escritora que pasó décadas observando cómo se rompía su país, este último libro gira la cámara hacia sí misma y la deja fija ahí, implacable.